Aventura

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martes, 23 de febrero de 2016

De "Fábulas para animales como usted" 27: Conejo.


Conejo

Libertino. Crápula. Reproductor de problemas. Entre más hijos, más hombre. Es colectivo el desparramo. La mujer, el útero, la semilla, la tierra fértil del deseo. Poesía marginal. El dolor hecho arte. Fenómenos sociales. Hijos por allá, hijos por acá. El silencio de las mujeres. Su dueño. Prohibido amar a otro; prohibido desear a otro. Ellas son la propiedad. Las orejas guardan los secretos. (Cuidado, susurros, miedo). Él es el padre. Él es el hombre, el poder, la majestad y el orden. Toma, copula y se va. Ellas no existen en el acto lúbrico. Sufren el conato. No hablarás si no te habla. Esto no se dice. Esto es carne. Rijo ancestral. Multiplicados sobre la tierra.

No seguir al pie de la letra una enseñanza, sino adaptarla a la propia realidad es lo más correcto.

Visita poco. Es rápido. Los hijos se le acercan para reconocerlo. No saben cómo llamarlo. Lo han visto en la fugacidad del desamparo. Hay montones de madres. Lo aborrecen. No pueden confesarlo a sus hijos. Callan. No hablan de ellos, los paridos como trofeo para un hombre ausente. Crecidos, alejan el bien con males y muertes. Aprenden lo peor. Ocupan lugares, pero carecen de significación. Son los sin nombre.

Fui consciente. La velocidad me hizo famoso. Así supe mi nombre. Arranqué. En mis brazos pesaba un objeto que no era mío. Ahora sí. Robado. Rompí la ventana en ese silencio roncado. El sueño. Luces fueron encendidas. Me cegaron. Capturado fui. La jaula de mi sombra. Tocado boca abajo por los cuerpos. Sobre mí jadearon legiones de demonios históricos. Basura. Aquí yazgo. Casi maldigo. Me retracto. Conozco esa fuerza. Sé que si lo hago, esa palabra retornará a mí para pudrirme. Tomo el filo. Acaricio. Mato para morir. Uno solo expía mi mancha. Gano. Su ojo en mi ojo rojo. Me aíslan. No alcancé a reproducirme. (Los hijos de matadores heredan el instinto destructivo). Salvo vidas. Mi juventud se hace vejez. Adentro, de allá para acá, de acá para allá, el paseo es de ocho pies memorizados. Quien mata, vive sólo esta vida y pierde su vida espiritual, hijo. Recuerdo esta devoción de mamá. Veo su cara. Le digo que no la quiero ver más. Entiende mi plaga, mi sacrificio. Las maldades me devoran. Madre, aquí, en esta tierra, tuviste un hijo. La beso. La olvido. La borro.

Cae la noche. Cae dormido. Luego, el insomnio. Ha escrito en la muralla: «No pensarás, porque harás daño. Los malos pensamientos son la causa de las peores creaciones humanas». Una vez pensado algo, jodiste.

En el margen, unos niños juegan. Podrían ser sus hermanos. Ni él ni ellos saben por qué el padre los ha abandonado. Oficialmente, no existen. Son los innombrados. Piedad para sus madres.

Anónimo.



Alik Handru, microcuentista chileno.

De "Fábulas para animales como usted" 24: Vaca.


Vaca

La eligieron de nodriza para un niño. Se sintió como una vaca. Rechazó la petición. La otra madre no lo quiere. Escuchó esa frase y lloró por dentro. Callada, quédate callada. Pidió estar sola un rato. Una enfermera le trajo agua con azúcar. Bebió. Se levantó y fue al baño. Se lavó la cara. Con esa purificación botó la pena. Se concentró en lo que la naturaleza le pedía con insistencia. Está bien.

Tomé al bebé y lo puse en mi pecho. Lo alimenté. Recordé lo aprendido en el colegio: Via láctea significa camino de leche en latín. La humildad del gesto. En este momento mis sentidos desaparecen. Estoy sola en este secreto. El apoyo esperado no tiene la profundidad de mis sentimientos. Ahora los actos no trascienden, sino que son. La gente está más fuerte. La gente ya no llora con la muerte. La gente ya no llora con la vida. Llegará el equilibrio. Es una época de transición. Maduro mi experiencia. Lucho contra mis debilidades. Me elogio.

Dos criaturas competían por la inmortalidad. Una sería más fuerte que la otra. La nodriza animal, la humillación confusa quizá no lo era tanto. Adentro, su consciencia guardó esta anomalía en el baúl secreto de la inconsciencia. Esta diosa sería el primer trauma de esos nacientes. Sí, ese conocimiento lo ha advertido en sus miradas. El ojo explora, retiene. Ella lucha por desprenderse de esa responsabilidad. Su niño y ese otro niño. Resopla. Necesita más agua con azúcar. Está irritable. Quiere gritar a la otra madre este violento uso de su cuerpo, este tabú antiguo. Dejar de pensar. El líquido brota sin pausa para acallar el hambre. El instinto hace su trabajo con esas encías. Ella no quiere mirar a los ojos a esa criatura ajena. No le pertenece. La leche fluye por su cuerpo enviando un poco de vida, de su vida. Ella es alimento.

Existir es ser necesario para alguien.

Pasan los días de reposo. Debe irse. La leche de su cuerpo es para su hijo. Viaja a su casa. El trayecto le da serenidad. Niega su lactancia otra. No ocurrió. Concebido.

Allá, en una cuna, el niño  agita sus brazos y olfatea buscando la fragancia del pecho de una mujer que se bañará tres veces para desprenderse de ese olor vástago. Hay una sala al lado con otros niños no reclamados por sus deformidades. Reunidos por esa forzosa soledad, los destinos cambian para uno y son breves para otros.

El destino largo lo tomó aquél niño envuelto en el misterio de su origen. En esa sala recibió un nombre, abrazos formales y una que otra palabra cariñosa. A los meses sus documentos decían que estaba listo para ser adoptado. Encontró refugio con los años. Fue amado. El descubrimiento de su origen lo intuyó en aquella mujer que lo buscaba tratando de que no se notara. Cuando apareció de frente en su vida adulta, dudó en cómo reaccionaría al oír la historia que ningún niño desearía conocer nunca.

De "Fábulas para animales como usted" 18: Leona.


Leona

A los catorce años estuvo en cautiverio por seis días. Fue inolvidable. Era sábado. Alrededor había fuerza negativa suficiente para llevar a la más oscura realidad a toda la gente que habita todavía esas frágiles casas de madera tosca. Entre medio de las tablas entró aire frío. Ella rugió y la poética salvaje de su voz le dio fuerza y valor.

La calle era el paisaje que adornaba su ventana. Afuera, el lunes pasado una chica vio aparecer las uñas de esta brava que ahora la mira. El furioso derramamiento de sangre la marcó por la repercusión de su impertinencia: La vi revolcándose con un tipo allá en la tierra. Conózcanla. Habló con provocación, sin temor. Vino la risa disimulada. A la niña le dolió ese murmullo grosero. La corrupción estaba prohibida a su amado cuerpo. Se nombró: Casta soy. Se dio valor. Caminó. La agarró y la golpeó. El honor tuvo gloria y paz.

Cuando se habla mal de ti y es mentira, el universo te ayuda. Es una ley inalterable.

Seguía atenta a los movimientos de afuera. Vio a la chismosa conversando con otras. Las estudió. No tenían contenido, significados, cordura. No atacaría. No volvería a usar los nervios de la violencia. Mamá había entristecido y había perdido por varios días la sonrisa que admiraba y que la inspiraba para superarse. Papá la obligó a ir a la casa de la chica para pedirle perdón por agredirla. Una puerta fue abierta. Una palabra fue pronunciada. La otra no dijo nada, sólo miró fijamente su cara y cerró la puerta. La humillación de la derrota fue aceptada.

En casa, recibió el castigo de no poder salir por seis días. El golpe firme y moderado le había bajado la temperatura de las orejas. No volvería a pelear. Una sola vez necesitó que su instinto fuera amansado sin muestras de compasión.

La liberación fue un permiso para salir a la calle ese día. Dio pasos firmes para dominar el territorio de su adolescencia. Estaba esa chica y otras más. Pasó cerca de ellas. Les mostró los dientes con arrogancia. Ellas se dieron vuelta con indiferencia vulgar y no las quiso mirar más, nunca más.

La maldad se domina con la fuerza del bien superior.

La mujer apacigua su historia:
- Ahora que soy una madre, adulta y consciente, me arrepiento de corazón por lo que hice. Y el castigo lo agradezco también, porque palió mi intento de indocilidad doméstica.

Fue aplicada. Fue mujer. Fue distinguida. Sobresalió de la barbarie en un barrio otro. Fue madre. Parió. Cuando aconsejó a uno de los gemelos de siete años (tuvo dos niños, uno más oscuro que el otro) sobre pelear o no pelear con un compañero de escuela que era violento y molestoso, le dijo:

- Defiéndete.

De "Fábulas para animales como usted" 13: Cigüeña.


Cigüeña

Ella apareció con un pequeño niño envuelto en paños blancos. Sabía dónde encajaría en el gran rompecabezas de la vida. Estaba cansada. El viento otoñal le había impedido desplazarse con agilidad. El destino de un niño fue deliberado y ella no se rehusaría. Obedeció cumpliendo valientemente con su instinto.

Un orden había sido dispuesto: una casa, un tipo de padres, un jardín, sueños bonitos. Los elementos preparaban su revelación. Se le otorgó conciencia, huesos, amor, música, llantos, olvidos, enfermedades, tequieros, malos y buenos amigos, cariños, emociones, tiempos, pausas, placer y muerte. (La vida terrena se elige antes de nacer, dicen).

Miró a la criatura, suspiró un adiós  y la dejó a una familia que le daría futuro. La suya estaba hecha de súplicas sin eco. Eso cambiaría. Tocó un timbre y desapareció. Rechazó cualquier despedida.
El futuro de un hijo debe ser asegurado.

La historia da un vuelco aquí. El niño es devuelto a las autoridades. Se investiga a la madre. No se encuentra. El niño crece sin reglas. Soporta una vida sin sentido por cinco años. Es adoptado. Años más tarde llora por su origen. Llora más. Duerme deprimido. Se resigna a ser quien es.

Habla en su interior:
- Aprender es el sentido de la vida. Odié, amé. ¿Qué más puedo sentir?  Si uno sufre, todos sufren y si uno está contento, todos están felices. Elijo hacer lo mejor que pueda en lo que me resta de vida. (La unidad del todo había sido comprendida por su madurez).

La voz de la ignorancia hace creer que estamos solos y perdidos en el mundo.

- El amor es un vínculo indestructible - reflexionó la madre biológica cuando decidió buscarlo. Caminó sin cansarse. Lo encontró. No se sabe si hubo perdón o si el hijo prometió ir a verla. Sólo se cumplió una ley dispuesta para que ningún recién nacido se muera de hambre.

En este mundo de aprendizajes, el conocimiento no se termina nunca.

De "Fábulas para animales como usted" 12: Mono.


Mono

Él mono debía dibujar un círculo en una pizarra. Fue premiado con una fruta por su respuesta. Repitió el experimento mil veces para resolver las inquietudes de un científico. El mono lo veía pensar, rascarse la cabeza, fruncir la boca, copiar la gestualidad del animal que dominaba su razón.

Los años pasaban para el mono sin ningún progreso. A escondidas, miraba por una ventana. Observaba los árboles meciéndose. El científico envejecía. Su experimento continuaba. Vino la prueba para el mono: dibujó un árbol. El científico, desconcertado, determinó que no experimentaría más con monos que dibujaban árboles en vez de círculos. Aburrido y cansado, renunció a su insistencia.

Es difícil satisfacer los deseos de todos.

El científico abrió la jaula de sus obsesiones. Liberó al animal. Su rebeldía humilló a la ciencia. El discurso del loco no tiene validez, así que al hombre lo despidieron por echar a perder años de investigación.

- Se ha forzado la evolución de este animal. Esta transgresión a las leyes de la naturaleza es inadmisible – declaró.

El mono miró al científico desde las ramas de allá afuera (decir miró es una especulación sobre la inteligencia animal). Su escapatoria seguía un mapa susurrado por el oxígeno de los árboles.

Allá adentro, el hombre dio explicaciones geniales. Allá lejos, el mono bailaba en su libertad. Mono y hombre fueron libres de ataduras forzosas e inútiles.

Una mañana el científico despertó conmovido con un dibujo hecho en el vidrio de la ventana que daba a su jardín. Salió a ver si era una broma. El hombre estuvo de pie esperando un acontecimiento excepcional, un cambio, una revelación, un descubrimiento, un signo. Experimentó esa agradable paz de saber que cada elemento ocupaba el lugar adecuado en el mundo. Volvió a acostarse. Los monos imitan muy bien los comportamientos humanos cuando quieren bromear y experimentar con la inteligencia humana.

martes, 9 de febrero de 2016

De "Fábulas para animales como usted" 8: Ballena.

Ballena

Ella creaba extraordinarios sonidos musicales bajo el mar. Las notas viajaban por todas las partículas universales. (¿Cómo hacía tan perfecto su canto?) La interpretación de esas sobrecogedoras melodías repitieron desagradables imágenes de la memoria: muerte, destrucción, cazadores, barcos carniceros. Cantó llorando. Las lágrimas musicales lavaron los dolores de su padecimiento. Alivió sus emociones. Retomó su canto con el ritmo de la esperanza. Vibró el mar.

- ¿Escuchas ese canto?
- Vamos. Llevo siete años esperando esta novedad.

Un radar había sido asombrado con esa conmoción. Cinco buzos se sumergieron para oír este talento marino. Ella se asustó y emitió una alerta de peligro. Vio a los buzos y previó un resultado espantoso. No. Ellos mostraron un gesto de calma y grabaron los sonidos. Por varios minutos fueron devotos oyentes. Era un canto sensible y vivificante de doscientos años de antigüedad.

Los talentos se desarrollan con dedicación.

«Hay acciones que sólo buscan satisfacer placeres breves que no se parecen en nada al sueño de la felicidad eterna. Todavía nadie quiere entender que la felicidad eterna sólo se puede encontrar en un lugar donde no exista el tiempo.

En este mundo, el tiempo es una cerradura para el pasado. El tiempo debe ser comprendido sabiamente como parte de las tareas que elegimos antes de nacer. Seamos buenos y alegres. La alegría es la clave para no sufrir con su presencia».
(Traducción).

- Cuando escucho la canción, cierro los ojos. Cuando los abro, han pasado tres horas.
- Mmm…
- Créeme. La ballena desapareció en la enormidad del mar. Años después la buscamos colocando la misma melodía como anzuelo. Ella apareció y pasó de largo. Nos había enseñado que los instantes únicos son eso: únicos. Pero sirvió para nuevas investigaciones sobre el tiempo.


El paso del tiempo no transcurre en esta aventura ni en la reflexión final del buzo.

De "Fábulas para animales como usted" 6: Alacrán.

Alacrán

Era el jefe. Nadie se atrevía a desafiar su severidad. (La oscuridad interior no encontraba su luz). Cuando era observado, obligaba con su mirada a un acto, a un desvío, a un alejamiento. Se resguardaba con inflexibles silencios. No hablaba. Contenía su sentido. Decían que vivía solo y triste. Decían que ni su familia lo aguantaba. Los viejos que lo vieron crecer decían que su papá tenía la culpa, que le pegaba mucho, que lo crió sin llanto. Hazte hombre.

Una mente amarga se remedia con dulzura. (Recibir cariño y palabras cuerdas es inevitablemente efectivo, aun en caso de porfiados como éste). Es peligroso desconectar el corazón de la mente, porque se inicia una fea caída hacia los abismos desérticos de la muerte.

En cada persona existe el vínculo sensible con los demás. Esa delicadeza era un rumor insistente que le molestaba. No lo aceptaba. Se refugiaba en un murmullo reverberante para mantener su dureza. Él no iba a ser quebrantado: ni su alma ni su coraza serían alcanzados por sensiblerías. Los empleados callaban al verlo cerca. Lo detestaban. Le habían perdido el respeto al viejo, que criticaba sin encontrar nada bueno en ellos.

Sin dicha alrededor, el odio alimentaba su veneno. De tanto rabiar con su voluntad mañosa, una noche se hirió mortalmente. Fue inesperado.

Una persona inteligente no se rebaja a tomar malas decisiones.

Una voz le dijo:
- Te duele el alma.

En su agonía, tuvo visiones de un desierto, de un acantilado y de tierra que se cubría de flores, de vegetación y de agua, signos unívocos de que se está nuevamente conectado con la vida. Parecían transcurrir varios días; si era allá o acá, no discernía.

Una voz anunció:
- Volverás. Te dolerá el rescate de tu cuerpo. Despertarás. Dejarán de odiarte. Llorarás. Terminará tu desolación. Tendrás paz. Serás una criatura viva auténtica.

Se oía el llamado de la vida por toda la historia de un hombre que abre los ojos recién, preguntándose si ha vuelto o si continúa viajando por las dimensiones de sus posibilidades.

Los empleados le enviaron flores. Entendió que no eran para su funeral. Se rio de sí mismo.

Cuando volvió al trabajo, sonrió cada vez que pudo, cumpliéndose la promesa de una vida mejor que empezaría a promover en todos los rincones donde habitara un corazón humano, empezando por el suyo.

De "Fábulas para animales como usted" 4: Cerda.

Cerda

Una niña alimenta cerdos. Los adora. Están gordos y moviéndose. Le llama la atención el sonido de sus hocicos revolviendo los vegetales que muerden incesantemente. Ella desconoce la mecánica del hambre. Mira, copia, simula masticar un alimento delicioso. Sus dientes resuenan con la fricción de la saliva. Aún es de mañana, el frío es agradable y no hay mucho sol. Se oyen aletear pájaros por el paisaje celeste. Una brisa danza en medio de los arbustos, de los conejos y de los gatos que corren por el campo. Es un día tranquilo para cerrar los ojos y dormir. Pero hay una niña que mira unos cerdos alimentándose.

Ella no experimenta el desagrado del asco ni el rechazo por estos animales destinados al sacrificio. Lejos, se oye el murmullo de la muerte. Un cuchillo es alzado en una mano que no quiere hacer lo que debe hacer. Es un hombre que borra la conciencia de su acto brutal. Es el padre de una niña. Y es el esposo de una mujer que prefiere cortar vegetales para evadir la fatalidad de ese mediodía.

La niña es puesta a jugar en su pieza. Pasa unas horas en su universo.
El padre camina y detiene su respiración. Empuña. Sacrifica.

Más tarde, la carne está sobre la mesa. Se ha preparado el almuerzo en un orden ritual. Un trozo ocupa el plato infantil. La niña acaricia la carne en el plato; luego, se come el trozo completo.

Se debe renunciar al amor cuando es imposible.

La niña ha crecido y recuerda:

- A esa edad yo no advertía que el músculo del animal era comida. Cuando analizo fríamente la realidad, admiro la falta de piedad de mucha gente, incluyendo la de mi padre, como requisito no pronunciado para matar. Hay dolor, pero es parte del equilibrio. Algunos hechos ocurren para ser comprendidos según cada uno. 

Por Alik Handru, microcuentista chileno.