Aventura

Literatura, naturaleza y emoción.
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viernes, 2 de mayo de 2025



Sobre la tierra

Yamil toma el agua de su botella y cae al suelo. Cae al suelo, desfallece, pero no morirá, porque el amor más inmenso no lo deja morir. No quiere morir sin el beso de la mujer pequeña y difícil: Kaisa.

Allá está, Yamil, allá lejos, donde te evita, porque no te ama, no te ama, no te ama como tú corazón la ama. Entonces Yamil se va caminando de la ciudad a las tierras de la muerte. Camina esperando que Dios le traiga el amor a su puerta, a su lado, a sus manos de ternura y a su boca de deseo. Yamil camina por la tierra ochenta pasos más y ya sabemos que está en el suelo sufriendo; y llora, porque hay algo que no quiere aceptar: sabe que no hay oportunidad.

Kaisa está lejos en otra ciudad a mil kilómetros de distancia. Nada se sabe de ella. Es un secreto que no sale a la luz. No hay forma de hacerla ver el amor. Yamil le ofreció la vida entera. Ella no dijo nada. Quizá no le creyó. Quizá tenía otra promesa de amor. Quizá también sintió que le faltaba algo que Yamil no tenía. El amor es algo tan recíproco, que no puede existir si uno de los dos no siente nada. No enciende. No prospera. Es una completa ilusión y una mentira terrible.

Yamil está derrotado. Su única esperanza es un encuentro casual. Kaisa lo tiene bloqueado en las redes sociales, en las llamadas y en toda forma de comunicación. Yamil está enamorado y puede que pase la vida entera sintiéndose perdido y solo. No amará de otra manera. No lo molestará el tiempo ni el dolor. Yamil espera y espera. 

Yamil vuelve en sí.

No pierdas la cabeza.

Yamil vuelve a casa. El sentimiento de completo vacío y de soledad lo llena de amargura. 

La noche es una pausa. 
Las estrellas brillan como ojos tristes.

domingo, 11 de febrero de 2024


El vacío y la piedra

Ella tomó su rabia y la puso a disposición de sus actos. 
- ¿Quieres que te lleve a dar una vuelta? -dijo Bruno.
- No lo sé. Es tarde. Hace calor. La mala suerte de estos cambios en el mundo me agobia.
- No es para tanto, Lucía. Hay cosas peores.
-Tú no sabes cómo me siento.
- Sí lo sé. Todo pasó porque no quisimos tener hijos. Recuerdo cuando dijiste que un hijo no te haría más feliz.
- Eso ya no tiene vuelta. Quizá es otra cosa.
- Es parte de vivir solos. Ya no se hacen amigos como a los veinte años.
- ¿Qué sabes de cómo se siente una persona?
- Lo puedo imaginar. 

Bruno aceptó quedarse en silencio. Fue a ducharse después del sexo amoroso que aún mantenía con Lucía. Es que ya sólo quedaban ellos, los amigos, los conocidos y los familiares que se acordaban de ellos. Bruno se bañó con agua fría. Lucía había abierto una ventana y dejó entrar el frío de las dos de la mañana.

Lucía esperó un rato y se quedó inmóvil, sentada esperando que el frío aplacara su rabia, su destino y su soledad. Entonces tomó varias cosas que ya no tenían sentido para sus sentires: fotos viejas que rompió en pedazos, decoraciones, libros, recuerdos de viajes y de años pasados. Lo echó en una caja y los dejó a la vista, porque pensaba en dejarlos en la calle para que se los llevara la gente.

Bruno caminaba desnudo en la habitación, pero Lucía ya estaba acostumbrada a esa valentía. Ella aún no era capaz de aceptar la vejez que empezaba a pintarle el pelo de blanco. No eran viejos, pero tenía ella la necesidad de esconderse de su propia imagen. Bruno la vio cerrar los ojos y la acarició delicadamente, sabiendo que ella estaba cayendo al vacío y que no podía llenarlo ni con todo el amor que sentía. 

Bruno se vistió y salió con Lucía a caminar en ese desvelo nocturno. Llegaron a lo alto de un cerro que dominaba la ciudad. Entonces vio una piedra grande, la tomó y la lanzó contra unas botellas tiradas en el suelo. Cuando todo se quebró, Bruno la dejó sola. A lo lejos había jóvenes quemando neumáticos. Parecían adorar el fuego como los antiguos habitantes del mundo. Lucía ya estaba apaciguada, pero también adoró el fuego y el humo que dominaba el ambiente con un olor pesado. 
Habló un poco.
- Bruno, déjame sola. Sólo déjame sola y vete. Conquista a otra mujer. Vive. Aún tienes tiempo de ser feliz de una manera más normal.
- No…Lucía, sabes que no me quiero ir. 
- Sólo hazlo. No me necesitas.

Al día siguiente, Bruno debía trabajar. Lucía lo besó al despedirse. 

Cuando Bruno volvió por la tarde, Lucía estaba rígida, con la mirada llena de vacío. No se movía y pesaba como una piedra. Bruno la movió y no la pudo traer de vuelta. Estuvo haciéndole cariño y diciéndole que la amaba, pero ella no respondía. Quiso llamar una ambulancia o pedir ayuda, pero no quiso vivir ninguna pérdida. Bruno se acostó al lado de Lucía y esperó pacientemente que ella despertara.

Lucía despertó y vio un cielo lleno de estrellas. A su lado estaba Bruno dormido y enamorado. No quiso avisarle de sus próximos pasos.

Alik Handru, microcuentista chileno.

jueves, 28 de septiembre de 2023


No sé decir que te amo

Claudia vio la ruptura. No dijo nada. Siguió con la rutina a pesar de que no había ni una sola gota de amor. Pensaba si decirle que todo terminaba o no. Ese día él ya había hecho un plan para el fin de semana. Claudia dijo que estaba bien. Entonces pensó si ir a la playa la dejaría aliviada de terminar una relación gastada. Claudia no sentía amor ya. Tenía el hábito. Tenía la rabia de no ser valiente para decir la verdad. Claudia tomó la firme decisión de no pensar en nada ni en nadie. Entonces se dejó llevar ese sábado por el oleaje y su mente se dejó llevar por el amor de él. Se sintió liviana y dejó que el tiempo pasara siendo feliz sin pensar. Quería saber que así era fácil, que así no haría daño, que así es la vida. Y no se dio cuenta de los días ni de los años. Sólo disfrutó esa situación de promesa de vida feliz de película. No fue sincera con ella misma ni con él. Así es como te dejas llevar por ese amor que te llega inevitablemente y agradeces que te amen. Y sigues el camino elegido para no pensar ni caer en una fuerte depresión. Claudia esperó el día y la hora en que se sintió más fuerte para huir sin decir nada, cambiando número telefónico, cerrando la puerta, llorando en su habitación con la puerta cerrada allá bien lejos. No había nada que celebrar. Él la buscó porque siempre la amó. Y aunque consiguió su paradero, tocó la puerta hasta que lo venció el cansancio. Sé que Claudia quiso abrir para ser abrazada de nuevo sin condiciones, porque él la perdonaría una y otra vez; él estaba ahí, él la amaba. Claudia quería empezar de nuevo, pero en su corazón seguía apegada a él y no podía sacárselo de la cabeza sin saber por qué. Claudia hizo un duelo especial por aquel amor que no supo devolver. Después de un año recién se atrevió a salir con alguien de nuevo. Sentía miedo de herir a su antiguo amor. Claudia ahora sentía que podía amar, pero sabía que iba a comparar el amor recibido. Claudia no pudo aguantar el miedo a perder y, antes de cualquier decisión, fue con su antiguo amor a disculparse por irse sin explicaciones, pero no dijo la verdad: no dijo que nunca lo amó. Sólo se disculpó por ese desaire violento. Él la escuchó y la miró a los ojos. Ella también lo miró y quiso decirle que lo quería, pero sabía que era tan poco, que no merecía hacerle creer que tenía esperanzas de volver a estar juntos. Claudia se fue otra vez a su cómodo lugar y sólo pensó en su nuevo romance sería bueno y perfecto. Y sí, fue como esperaba. Sin embargo, el recuerdo de su antiguo amor no la dejaba nunca estar tranquila. Vivió feliz tanto tiempo como uno quisiera. A veces viajaba por las calles de la ciudad de su viejo amor tratando de encontrarlo para que le diera el descanso que necesitaba. Manejaba su automóvil escuchando canciones antiguas. Lloraba de nostalgia. No lo encontró. Nunca tuvo éxito. No preguntó a los viejos amigos ni lo buscó en las redes sociales. Claudia siempre lloraba. Porque los años pasan y siempre un amor y una bonita historia nos harán doler el alma.   

domingo, 20 de mayo de 2018

Fábula: Hormiga


Hormiga

Ella ahorró muchos sueldos ganados en la compañía de teléfonos del siglo veinte, peleando con esos cables enredosos que pudo manejar con la experticia de un pulpo, y no precisamente de aquel caso del niño pulpo poeta que leyó con poco crédito en aquellos años de escasa virtualidad y alto contenido mítico-fantástico o, fatalmente, manipulación televisiva. Con una lucidez obsesiva para sus diecinueve años, creó su destino sin necesitar a un hombre. Nadie imaginó nada, ni cuando su mamá la vio de a poco llenar su pieza de electrodomésticos. El padre, que en esa época daba poca importancia a las mujeres, vio en su hija un alocado comportamiento que no comprendió hasta su debido tiempo cuando ella le comunicó que estaba embarazada de un hombre del cual nunca hablaría.

- No les voy a decir quién es el padre. Si me quieren echar de la casa tengo de todo para irme a vivir sola.

Al padre se le cayó la mandíbula y el cigarro que iba a encender en la sala de estar. A la madre se le fue la voz y quebró el cenicero que estaba secando para tirar la ceniza del cigarrillo que ya no impregnaría la casa entera con su olor pasoso. La chica se fue a su pieza y no se sintió orgullosa de nada ni le preocupó el castigo que esperaría por las tercas costumbres del siglo. Porque no había nada más horroroso en aquellos años que una mujer soltera con un hijo de padre desconocido. La rebeldía sexual de esta mujer no dio para tanto, ni siquiera para preguntas imprudentes. Como fue de esperar, todos hablaron de ella como una perdida, pero como ella no se quedaba callada y daba un poco de susto su presencia, nunca tuvo que responder preguntas imprudentes, ni siquiera de la almacenera, que era el centro informativo del barrio.

Ella tuvo a su hijo con la esperanza de tener su propio sueño de felicidad. ¿Quién era el padre? Bueno, ella me contó que buscó a un tipo apuesto y perdió la vergüenza con él y mencionó recatadamente, y luego con una sonrisa de aquellas, que el hombre estaba bueno y que lo había pasado estupendo, pero no me dio ningún indicio para saber quién era, así que no puedo contar esta historia con ese detalle.

La chica siguió trabajando en la compañía por largos años, hasta que el progreso de la tecnología la despidió de su puesto. Ya no existían los cables. Entonces le ofrecieron seguir si estudiaba para usar computadores. Lo hizo. Ahora era operadora de llamadas internacionales. Obviamente que siguió una rutina normal. Fue una feminista sin saberlo en aquellos años antiguos y su historia no llegaría a ningún libro, porque había roto las reglas de señorita sumisa.

El parto significó una madurez potente, así que también le puso a su hijo un nombre significativo. Lo que ocurrió después fue un milagro. Después de los días de reposo, y pasado meses de enojo del padre y del silencio prudente de su madre, volvió a casa con su hijo.

- Saluden a su nieto. Saluden, no muerde. Vengan a conocer a su nieto.

El niño alegró la casa de los abuelos y fue querido, como sucede siempre cuando el amor incondicional que entrega un pequeño alcanza para todos los que lo tienen en sus brazos. Los abuelos jugaron con él hasta volverse niños y olvidaron todos sus reproches para asumir su nueva vida de viejos amorosos que gatean otra vez en el suelo.

La nueva vida no alteró la mente de la chica, quien siguió siendo prudente con el dinero que ganaba trabajando. Un día una compañera de trabajo se fijó en su cartera antigua. Nuestra chica tuvo una sola cartera en su vida y la lucía en todas partes.
- ¿Para qué necesito otra? Esta es la única que necesito.

Y fue cierto, porque cuando murió, la cartera, hecha de cuero auténtico, seguía tan bien cuidada como cuando fue comprada por ella misma con su primer sueldo. Tuvo otra que le regaló su hijo que usó para salir a fiestas y ceremonias y con eso fue suficiente para toda una vida de trabajo incesante.

El niño creció bien, nada que decir. La laboriosa chica trabajó y compró una casa. Allí se llevó todos sus electrodomésticos y demases y se fue con su hijo a vivir a la capital. Allí buscó trabajo de secretaria en una compañía de camioneros. Los abuelos dijeron adiós al niño y su hija les devolvió una sonrisa atenta y segura. En ella no había lugar para la duda, porque debía pagar su casa nueva en numerosas cuotas fiscales.

En la capital, ella conoció a un tipo y lo quiso, claro, pero no era para llevarlo a la casa, porque primero estaba su hijo.

- Vamos a ser felices puertas afuera. Puedes venir por mí cuando quieras. Ah, y me gustas mucho.

Lo pasó bien como quince años en la compañía y con su amor puertas afuera. El hombre intuyó, en un diálogo desnudo de una noche de amor, que ella no sería para familia así que fue directo cuando quiso terminar. Ella lo besó y cerró la puerta del edificio del amante querido cuando se lo dijo derechamente un frío viernes de otoño. También cerró su corazón, pero tampoco era de piedra, así que lloró toda la tarde antes de que su hijo llegara de la escuela y se amargó por semanas como toda mujer que quiso de verdad a un hombre.

Estuvo así como un mes y medio haciendo pucheros, pero cuando se dio cuenta de que la cara se le caía de pura tristeza, renunció a su trabajo. Estuvo sin penurias porque ahorraba mucho. Entonces aprendió a comprar terrenos baratos. Compró uno. Al cabo de cinco años multiplicaría su valor y con ese dinero empezaría a comprar más terrenos y a especular con el alza de precios. Era inteligente, esforzada, buena madre, una mujer casi ejemplar. No volvió a enamorarse, pero a veces se escapaba por ahí para no aburrirse sola.

Pero esta historia no se queda ahí.

Perdió a su padre y decidió volver cerca de su madre para cuidarla mientras envejecía. Ella misma se dio cuenta de que su cuerpo estaba vigilado por la ley de la gravedad, así que vendió su casa y compró un terreno al lado de su madre. El terreno no tenía ningún valor y era feísimo, porque estaba en un peladero de nadie y con un terrible olor a bosta de las vacas que andaban sueltas por ahí. Ella hizo una nueva casa como la imaginó y se llevó a su hijo, que ya estaba listo y motivado para estudiar en la universidad en algunos años. Cercó bien el terreno ella sola y, cuando pasaron cinco años, pudo comprar más terreno y hacerse de un espacio más grande donde poder hacer un enorme jardín y una piscina para cuando llegara el nieto que se le repetía en sueños.

Ella no se quedaba quieta ni cuando estaba acomodada en un sillón. No tenía tiempo. Tenía ideas para todo. Quiso una vida relajada. Con lo que le sobró de la venta de la casa y con lo que recibió del primer terreno, compró una casa antigua y la echó abajo. Con cálculo de negociante, vio que podría hacer unas doce casitas para arrendar y así tener cómo vivir sin tanta fatiga, así que fue al banco y puso todo lo que tenía en prenda para pedir un gran préstamo para cumplir con su meta.

Se pueden derrotar los propios errores y amar sus consecuencias.

Lo logró rápidamente. Once meses después, y luego de pasar apreturas y desvelos, puso un aviso de arriendo y fue todo un éxito su proyecto. Tuvo el alivio de poder lograrlo. El préstamo se pagó solo y pudo respirar feliz por muchos, muchos años.

Perdió el miedo a los aviones y se dio vacaciones mundiales. Viajó a los países de las primeras civilizaciones. Visitó potencias mundiales. Hizo voluntariado en hospitales para enfermos terminales. No podía quedarse quieta, era pura energía. Podía estar donde quisiera, pero se daba tiempo para hacer mejor la vida de los demás. No era una mujer que digamos meditativa, era más bien pragmática. Porque aunque hablaba con Dios de repente, se dio cuenta de que el caballero este no tenía muchos pecados por los cuales regañarla, por lo que su suerte económica la concibió como un regalo merecido y permitido por parte de él.

Su único vicio era fumar un poco. No se enfermó casi nunca de gravedad, y eso que el estrés estaba de moda. Cada día se daba ese tiempo para andar por todos lados. Tenía sus amigas. Nadie le exigió nada nunca. ¿Qué se le podría reprochar? ¿Trabajar mucho? Nadie la trató de mezquina, porque no negó ayuda a nadie. Era ambiciosa, pero nunca tanto como para no compartir su buena suerte.

Su último sacrificio fue renunciar a todo cuando se cansó de ser joven. No, no murió todavía. Le entregó a su hijo la responsabilidad de su negocio.

- Porque la edad no será nunca impedimento para trabajar. Ser viejo ahora es estar sin hacer nada, ni siquiera por uno mismo. Se pueden cumplir los sueños a cualquier edad – dijo enérgicamente cuando estaba en el hospital con otros viejos como ella tratando de mejorar los dolores de las articulaciones. La paciencia es un don, según ella.

Volvió a casa con un montón de remedios y se los tomó con harta fe porque no podría quedarse quieta ni un segundo más. Cuando le hizo efecto el montón de pastillas, volvió a la normalidad. También recibió una llamada con una noticia feliz: sería abuela. Cerró los ojos y se relajó imaginando lo que venía. Fue poco, nunca la tarde completa, porque se puso a hacer llamadas para hacer una piscina donde nadaría con el nieto que nacería en unos meses.

Fue a la pieza y tomó unos palillos. Tomó unas madejas y se puso a tejer ropa para el niño que venía a la casa, teniendo por seguro que es un niño, si yo ya lo soñé. Escribió también una carta para su hijo donde le revelaría donde estaba su padre, pero después la guardó para cuando ella muriera, pero se arrepintió que sí, que no, que ahora, que después, que ni muerta y varias razones más. Terminó meneando la cabeza y sufriendo por primera vez con la verdad que tendría que asumir. Pensó cuánto daño podría hacer a su hijo con tan solo un nombre.

- Ni siquiera sé si vale la pena. Que Dios me perdone el silencio de tantos años. Dame fuerza, oye -dijo, orando con fe de pecadora arrepentida -, mira que se viene fuerte la cosa. Se lo debo a mi hijo.

Cuando terminó de lamentarse con humor, fue por una pala y empezó a marcar el recuadro donde quería su piscina. Después siguió arrastrando la pala por el suelo como un juego y haciendo una línea interminable y siguió haciéndolo por la gran extensión de sus terrenos como una vieja loca que no sabe de límites ni de dificultades, porque había luchado por ellos a lo largo de una vida grata que se le dio para que todos supieran que para tenerlo todo a veces es necesario sacrificarse amargamente para ganar dulces finales felices.

domingo, 26 de febrero de 2017

En cámara lenta.


En cámara lenta


Cuando Ardio imagina su vida, la ve como en las películas, a veces como en los libros, porque no le gusta leer mucho. Tiene adicción a las películas. Empieza por la mañana levantándose como en las películas, como si las cámaras enfocaran la belleza de cada gesto que hace. Se levanta y hasta el movimiento del cobertor lo hace lentamente. Cada detalle cuenta. Sigue la ducha. Esconde esa barriga de sus veintinueve años. Se echa desodorante como en los comerciales, también perfume. Se viste, guiñando un ojo al espejo. Se viste como caballero. Toma desayuno con jugo de naranja y tostadas. Se lava los dientes. Allí se mira por última vez. Ardio se ve al fondo de la multitud caminando por la ciudad. Hay una visión general de una muchedumbre sorteando la rutina. Todos están bellamente presentables para el día. Enfocamos nuevamente a Ardio, pero sólo nos centramos en sus ojos. El espejo del alma nos dice que está feliz, que más allá de un día igual a otro, se puede luchar por vivirlo como se pensó sería la mejor de las películas vistas. Entonces nos alejamos y dejamos una visión panorámica del alma de la ciudad. Hay ruido de fondo. Ardio sigue su ritmo con una canción conocida. Lo dejamos. Ardio, que te vaya bien. Fin.

Alik Handru, microcuentista chileno.

domingo, 25 de septiembre de 2016

Arida, microcuento sobre Arida.

Arida

Arida llegó a casa con la cara alegre y con la emoción de no estar sola. Venía con mamá, una señora bajita, dulce, que daba la impresión del amor de madre más auténtico. Transmitía calor la señora. Arida le pidió que la acompañara unos días. En realidad, no quería agobiar a su madre con sus padecimientos y pensamientos tristes que la tenían desesperanzada hace meses, luego de la ruptura con el tal Berto. Alivio. Padecer. Llorar sin ni un motivo, porque esa energía atragantada me envolvía por completo, como una manta de sueños que me convertían en una durmiente, en un cuerpo reposado en las negruras de la pena. Y ni una palabra tenía Arida para su madre, sólo la necesidad de recibir su fuerza, su cálida mirada de anciana buena. Su madre podía mirar el día más negro como si fueses el más brillante, el más bonito. Arida se puso tras los ojos de su madre para ver la realidad de esa manera tan noble. Y no quedó ciega, sino conmovida. Casi se dio cuenta de sus equivocadas ideas de tragedia. Arida esperó las palabras que destruyeran sus propios argumentos, porque era cierto que era dura, pero sólo de apariencia. Por dentro era de mantequilla y cualquier palabra podía herirla. Arida no cicatrizaba. Arida no sabía sanar. No resolvía. 

Arida pasó la tarde junto a su mamá. Sirvió té y se sentó con ella a recordar los tiempos que compartieron juntas. La infancia y la juventud. La partida de Arida para ir a estudiar a la universidad. El primer amor de su vida. El silencio llegó con la llegada de la noche. La madre de Arida habló en ese susurro amoroso de la experiencia y le dijo que se fuera a descansar a su pieza; ella lavaría las tazas y los platos, la cucharas, los cuchillos y sacaría las migas de pan sobre el mantel. Arida escuchó los movimientos de su madre entre el comedor y la cocina con agrado, con melancolía delicada, con esa lagrimita sola que cae porque ya no se puede soportar más tanta bondad, sintiéndose mal por ese insano estado de quien no quiere nada con la vida. Arida cerró los ojos. Su madre había esperado ese momento para acompañarla. Pero la miró desde el umbral y pidió a su Dios cumplidor que le diera fuerzas para hacer que Arida pudiera estar contenta por la mañana. Era realista. Simulaba su ausencia, caminaba como fantasma bueno y parecía estar en otra parte, pero no, era sólo la madurez de los años, era esa sensación de haberlo entendido todo por haber vivido tanto.

Arida despertó sin ni una sensación de cansancio. Pasó un día agradable. Hacía tiempo que no se veía tan dichosa. Los días menguaron su sensación de muerte de adentro, de total vacío y de sinsentido. Arida no sintió el paso del tiempo aquellos días junto a su madre. Tampoco se cuestionó esa nueva realidad de su mente despierta, despierta como una mañana relajada después de haber dormido bien. Y quiso esa libertad de niña que podía imaginar hasta un universo completo.

El día de la partida, Arida llevó a su madre de regreso a casa con toda su atención puesta en el gesto agradable de la paciencia. Se había esforzado por tener tiempo para que su madre se sintiera cómoda. Su madre iba mirando el paisaje, y pensaba en Arida, en que la veía tan sola, tan lejos de sí misma, que ya no la entendía, pero, como toda madre, pensó que era un estado pasajero, que cuando se es vieja, la juventud otra, la de Arida, era un confusión momentánea. La madre se contuvo de llorar. Abrió la ventanilla del auto y cerró los ojos. Sacó una mano al viento fuerte que todo lo borra y se desprendió del pasado ahuyentándolo con un adiós a ti, miserable mal.

Arida miraba la carretera intentando no pensar. Es fuerte, lo sé. Nadie podría decir lo contrario. Estaba mejor. Estaba por cumplir el sueño de su vida en poco tiempo. Y lo sabría cuando volviera a soñar otra vez con el amor hallado con una promesa secreta de un hombre que la buscaba sin mapa y que la convencería de que ahora sí, ahora hay un final feliz, mamá, ahora te puedo contar todo. Nos vemos pronto. Quiero creer que cuando vaya a presentarte a Darío me veas contenta. Arida soñó las palabras precisas para ese día, pero sólo dijo aquí está. Y la vi feliz, así que lloré de emoción discretamente bajo el rosal.

Alik Handru, microcuentista chileno.

domingo, 24 de abril de 2016

El pensamiento


El pensamiento

Un hombre se levantó temprano. Miró la belleza de su mujer acurrucada en la cama. Cerró la puerta de la habitación. Salió al patio. El sol de las diez de la mañana de ese domingo le hizo bien a su calma. El hombre pensaba: uno es un pensamiento, uno está hecho de la suma de muchos pensamientos. Entonces imaginó que sería un día agradable y lo creó. Su mujer se levantó. Preparó un desayuno. Vio al hombre y creyó que estaba angustiado. Preparó té y pan tostado con queso fresco. Lo llamó.
- Ven. Hace frío.
He hizo frío. El hombre sonrió. Después hubo calor. La mujer había realizado lo que el deseo del hombre había creado.
- Te amo – declaró él.
Y hubo amor ese domingo y todos los días venideros. Así pasó el tiempo, pensando que todo iba a estar bien. Y estuvo todo bien, desde el cuerpo hasta la mente, desde los problemas cotidianos, hasta los conflictos sociales. El hombre se dedicó a estar bien y se hizo eterno.

Los hombres buscan problemas en vez de soluciones. Allí donde se ve todo mal, en realidad está todo esperando ser apreciado, porque el hombre hará del mundo lo que sea que esté pensando.

En memoria de Camus.



El descanso
En memoria de Camus.

Encontré un poco extraño el día. Hacía calor, pero ese calor raro de estos tiempos. Es el año 2016. Hay días en que ni me molesto en levantarme. Sólo miro el cielo de mi ventana. Los marcos no me limitan, la puerta, sí. He decidido hacer mis tareas lentas, para disfrutar el tiempo de cada gesto. Abrí la ventana para limpiar el aire. Algunos pájaros volaban por el cielo grato.

Me levanté. Me bañé. Me peiné para conocer mi futuro. Salí contento por la vida.
Era un día grato para caminar.
Era un día bueno para vivirlo.

En eso estaba cuando reconocí a mi buen amigo Albert. Le pregunté cómo estaba. Me contó un problema o discusión con su hija. No entendí mucho, pero me di cuenta de que él estaba tenso. Le conté un chiste para distraerlo. Él rió, pero aún estaba dominado por una rabia fuerte. Le dije que si lo acompañaba a su casa, que podía llevarlo en mi automóvil. Me dijo que estaba ocupado. Se fue.

Me sentí como una caricatura que camina silbando con esa música de orquesta colorida y alegre.
En realidad sí era colorido.

Mi día fue una larga caminata. Fue sano. Volví tarde a casa. Me vi a mí mismo acostado por días en mi cama. No había desorden. Había tranquilidad. Volví a mi sueño. Cerré los ojos sin preocupaciones ni miedos. Dormí y desperté sonriendo para continuar la historia feliz que estaba escribiendo.

martes, 23 de febrero de 2016

De "Fábulas para animales como usted 29": Mariposa.


Mariposa

Aún no amanecía. La mente de sus ideas estaba sin sentido. Entonces un hecho inusual: un pájaro enorme revoloteaba cerca de aviones. Las noticias cubrían el evento como si no hubiera desgracias horribles para alertar el miedo del público. Después el enorme pájaro desconocido era visto con águilas. Las enormes aves perdieron el orden de su naturaleza y dispersaron su reacción ante ese pájaro extraño. Él muchacho siguió la noticia hasta que escuchó el sonido de la lluvia sobre el techo de las casas. Corrió una cortina y estuvo en esta nueva pantalla de una realidad monótona. No quería estar solo. Esperaba que lo llamaran, no quería inspirar lástima u obligar a algunos de sus cercanos a tenerlo cerca. Esta soledad.

La lluvia cesó después de veintiún minutos. El sol salió fuerte. Una mariposa se posó en las flores y en su inquietud, revoloteando y provocando un movimiento de escape de los segundos iguales. Se dispuso a seguir a la mariposa que vio allá afuera. Las personas en tensión con frecuencia salen a caminar hasta agotar su malestar. Esta vez un muchacho sigue a una mariposa. La sigue como un hombre enamorado tras la única mujer que le recuerda la totalidad de su vida o el roce de su mano en la primera ocasión en la que fue permitido ese instinto.

La mariposa era la clásica variedad de alas amarillas. El día estiraba sus alas de tiempo y permitió este desorden de un chico que tenía la mente bloqueada un poco (suele suceder esto a cualquier edad y genera estados de pesadez mental insoportables). Él caminó tras ella por donde pudo. Pensó en una señal. En realidad esperaba que algo pasara, un milagro, un mensaje, un cambio en su vida. Había pasado bastante tiempo en cama haciendo nada, arrastrándose por el suelo de pura flojera, envolviéndose en las sábanas para hacerse dormir, levantándose el ánimo con una pataleta rebelde, como la mejor medicina anímica contra la irritabilidad.

Mejorar el ánimo es una orden que se obedece.

En el tiempo de la juventud, este hombre está contemplando la mariposa que se va hacia el cielo. Tiene diecisiete años y preguntas existenciales. La mariposa es su espíritu guiándolo al orden de la vida. Este joven mira el cielo hasta que le duelen los ojos. Se da cuenta de que ha hecho un viaje tonto. Mira el suelo, sus zapatillas gastadas. Cierra los ojos para tranquilizar su corazón. Ahora mira de nuevo y tiene veintisiete años y anda con unos zapatos más formales. Toma la decisión de retomar su trabajo. Camina de vuelta. Hay que cumplir con el jefe, hay que llegar a fin de mes, hay que comprender que se debe vivir en equilibrio con todas las obligaciones que hacen del mundo un lugar agradable para todos. Es fácil: ayuda que te ayudarás. Vuelve caminando a su trabajo. Conversa con un tipo sobre una noticia antigua acerca de un niño que había nacido con tres brazos. El otro le cuenta que se acuerda, pero que vio en un documental que le había amputado la tercera extremidad y ya era una persona normal que se dedicaba a escribir poesía en su pueblo cerca del mar.

La vida entrega señales para visualizar el futuro.

El hombre está en su jardín. Tiene treinta y siete años.

- Es un día hermoso. Mi hijo pequeño aprieta mi mano. Amo a la mujer que está aquí conmigo en silencio mirando la mariposa que se acerca sin miedo a posarse en mi mano. 

De "Fábulas para animales como usted" 22: Luciérnaga.



Luciérnaga

Algunas personas parecen no tener sentido ni importancia. Pero la tienen. Ella se agita con esta reflexión. Ha sido criada como una niña culta. Cumple sus obligaciones diarias. La desconciertan la pereza, el desánimo y las malas acciones de los demás. Ellos no se dan cuenta de sus actos. Abre su mente. Se orienta con sentido común. Concluye con sabiduría: todos cumplen una función.

Está satisfecha. Ha hecho surgir una idea nueva para el mundo. Abre la ventana. Ahoga un grito. Se concentró en su reacción. Era la primera vez que veía una luciérnaga. Y sería una sola vez en su vida. Sus manos acompañan el vuelo del insecto. Vería extraños fulgores más adelante. Serían señales que la guiarían en la trayectoria de sus decisiones. Admite presagios.

Algunas personas nacen con el propósito de ser un efectivo mal ejemplo que no desearíamos imitar.

Dos años después se aburre de ser la señorita perfecta. Su padre advierte esta rebeldía. Para él no es grato aceptar estos desatinos de libertad, pero su mujer le dice que es la edad. La chica explica. Cada uno elige la fuerza de su resplandor. Disfrutaría el presente con la libertad del azar. Los padres escucharon sin interrumpir. Se sintieron seguros. Confiaron en ella.

Se hizo espontánea. Rió sin analizar, sin juzgar. Fue a fiestas. Besó por primera vez. Se sintió amada por un chico deslumbrante. Descubrió instintos. Exploró sentidos dormidos, pero estableció límites. Él la hacía sentir especial. Conversaba temas complejos o se hacía el gracioso a falta de ideas. Lo escuchaba desahogar sus problemas. Esperaba que él tomara decisiones. No lo interrumpía ni lo forzaba a nada. Eso lo había aprendido de su padre. Lo recordó, porque su madre decía que una mujer busca a su padre en el hombre que ama. No le dio importancia. Pasó buenos momentos con él. Se entretenía mirando esos destellos púrpuras que a veces lo acompañaban.

Lo quiso mucho. Los dos se ayudaron en lo malos momentos. El peor fue su enfermedad. Él partió de este mundo cuando ella aceptó que una buena historia de amor es aquella que perdura en la eternidad. Lo lloró lo apropiado. Esperó el año de los muertos. Él cumplió su penitencia. El destello de su alma ascendió velozmente al cielo de su paz. Ella lo vio. Creyó en la otra vida.

Las luces más necesarias fueron las de su parto. Claro que volvió a enamorarse. Retomó los pasos de los días con sosiego. Los ojos de su hijo brillaban. Eran transparentes. El padre se dedicaba a la energía solar. Lo quiso de inmediato. Fue su sonrisa. Ella no pudo evitar devolvérsela. Si brillaban sus ojos, sería feliz con él. Eran las señales. Se quedó con él a pesar de su obviedad. Lo importante era su luz. Le gustaba hacerle cariño en sus mejillas de hombre comprensivo. Hay pocos. La cuestión es que la gente buena existe.

La noche que creyó era su última vez como ser humano, ella encendió una vela y la dejó en medio de un plato con agua para no provocar un incendio. Pidió relucir en el cielo. Se colmó de estrellas esa noche. Pero no se fue por el túnel de luz como dicen los que han vuelto de la muerte. Hizo un gesto de conformidad y apagó la vela con los dedos. En una visión le llegó conocimiento: aquellos que portan luz viven muchos años para ayudar a los demás a no extraviarse en los penosos confines de la oscuridad. (Es un premio misterioso. Otras veces se vive muchos años sufriendo para pagar errores del pasado en vida). No podía quejarse. Aguzó la mirada y pudo ver, como cualquiera, la luz que emanaba de sus manos. Lo hacía como un juego desde la niñez. Acarició el rostro del hombre que amaba. Logró dormirse. En sueños, la luz de su cuerpo salió volando para convertirse en una hermosa estrella de su cielo astral. 

De "Fábulas para animales como usted" 21: Salamandra.



Salamandra

La niña resolvía rompecabezas. Paisajes, edificios y objetos eran permitidos. Descubrió el azar y se inquietó. Una parte de su cuerpo faltaba. La rastreó. Había marcas. El pasado silenciaba su vida anterior. Mudó sus dientes. También esperó que la parte nostálgica de su cuerpo se regenerara.

La niña crecía, preguntaba. Precedido por la tensión, el padre tomó a la niña y esperó que lo mirara a los ojos. La ternura alerta los sentidos. La madre mira al padre. La sinceridad no ha sido planeada aquel día. El aire suspende su movimiento. El corazón crece en tres personas a la vez.

Afuera en el patio, el día es perfecto para seguir viviendo. Una frase medita su trascendencia. Padre, mis ojos te quieren en mi corazón. Con dulzura, una lágrima se desliza por el rostro de un hombre dolido, amado, abandonado a su espera. Brota una verdad y otra de él la completa. Tienes una diferencia por mi culpa. El padre siente el pecho apretado. (Duele abrirse para liberar el sufrimiento). No se perdona el descuido, la caída. Su hija sonríe, porque en la mirada del padre encuentra la pieza que le faltaba a su vida y ya no hará preguntas. Ambos se miran. Brazos tiernos rodean a un hombre que llora, llora, llora. La historia se cuenta sola.

Una mujer susurra que ama a ese hombre grande, a ese hombre franco, a ese hombre fuerte que no se contiene, porque de su sincero llanto hereda el valioso perdón de su hija pequeña. Ella conoce la antigua amargura de su padre. La madre cierra sus ojos. Decide. Se da vuelta y deja en paz ese parte del día.

Perdonar es aceptar que el pasado no se puede cambiar, sólo el futuro.

- Hija…
- Papá, ya, no llores. (Me rindo ante ella). Yo voy a salir adelante.

Desparecen las cicatrices.


- REDENCIÓN -

De "Fábulas para animales como usted" 20: Cuervo.

Cuervo

Le llamaban el Rey Oscuro. Había gobernado el reino viajando por él con la ayuda del viento, transformándose en una corriente cálida que se mezclaba con el aire frío. Algunos súbditos habían percibido su presencia, pero sólo la anciana de los secretos había comprendido la misión de él.
La gente quería escucharlo, pero él no hablaba en público. La gente decía que no existía. La anciana les recalcó que él era sabio y que ellos inventaban historias de ignorantes. El rey oía confundiéndose en la polémica. Horas más tarde ordenó publicar un mensaje que decía “El rey manda sus mejores deseos de paz y bienestar para todos”. Fue leído por la gente y comentado por los padres a los hijos. Los hijos dijeron que las palabras del Rey Oscuro estaban protegiendo al reino, que vivía una época feliz, sin guerras ni conflictos. Los padres pensaron que los hijos estaban rebelándose y los miraron con sorpresa, porque no habían pensado concienzudamente lo que les decían, sino que creían que algo malo podía pasar. Heredaban miedo y debilitaban la mente de sus descendientes con su necedad.

Quien tiene poder influye hasta en el más humilde de sus servidores u oyentes
para bien o para mal.

El rey decidió que transmitiría más mensajes animosos. Guardó reservas de sabiduría. Habló con un consejero para escribirlo claramente. Al terminar, pidió quedarse solo para meditar.

Cerró la puerta. El Rey Oscuro se miró frente a un espejo. Cuando remeció las plumas que adornaban su pecho, una luz cegadora, menos para él, deslumbró su habitación. Su mayor tesoro era el sabio corazón luminoso con el que había nacido. Pero no podía revelar esa y otras verdades a los gentiles, porque se asustaban fácilmente con lo desconocido.

De "Fábulas para animales como usted" 13: Cigüeña.


Cigüeña

Ella apareció con un pequeño niño envuelto en paños blancos. Sabía dónde encajaría en el gran rompecabezas de la vida. Estaba cansada. El viento otoñal le había impedido desplazarse con agilidad. El destino de un niño fue deliberado y ella no se rehusaría. Obedeció cumpliendo valientemente con su instinto.

Un orden había sido dispuesto: una casa, un tipo de padres, un jardín, sueños bonitos. Los elementos preparaban su revelación. Se le otorgó conciencia, huesos, amor, música, llantos, olvidos, enfermedades, tequieros, malos y buenos amigos, cariños, emociones, tiempos, pausas, placer y muerte. (La vida terrena se elige antes de nacer, dicen).

Miró a la criatura, suspiró un adiós  y la dejó a una familia que le daría futuro. La suya estaba hecha de súplicas sin eco. Eso cambiaría. Tocó un timbre y desapareció. Rechazó cualquier despedida.
El futuro de un hijo debe ser asegurado.

La historia da un vuelco aquí. El niño es devuelto a las autoridades. Se investiga a la madre. No se encuentra. El niño crece sin reglas. Soporta una vida sin sentido por cinco años. Es adoptado. Años más tarde llora por su origen. Llora más. Duerme deprimido. Se resigna a ser quien es.

Habla en su interior:
- Aprender es el sentido de la vida. Odié, amé. ¿Qué más puedo sentir?  Si uno sufre, todos sufren y si uno está contento, todos están felices. Elijo hacer lo mejor que pueda en lo que me resta de vida. (La unidad del todo había sido comprendida por su madurez).

La voz de la ignorancia hace creer que estamos solos y perdidos en el mundo.

- El amor es un vínculo indestructible - reflexionó la madre biológica cuando decidió buscarlo. Caminó sin cansarse. Lo encontró. No se sabe si hubo perdón o si el hijo prometió ir a verla. Sólo se cumplió una ley dispuesta para que ningún recién nacido se muera de hambre.

En este mundo de aprendizajes, el conocimiento no se termina nunca.

De "Fábulas para animales como usted" 12: Mono.


Mono

Él mono debía dibujar un círculo en una pizarra. Fue premiado con una fruta por su respuesta. Repitió el experimento mil veces para resolver las inquietudes de un científico. El mono lo veía pensar, rascarse la cabeza, fruncir la boca, copiar la gestualidad del animal que dominaba su razón.

Los años pasaban para el mono sin ningún progreso. A escondidas, miraba por una ventana. Observaba los árboles meciéndose. El científico envejecía. Su experimento continuaba. Vino la prueba para el mono: dibujó un árbol. El científico, desconcertado, determinó que no experimentaría más con monos que dibujaban árboles en vez de círculos. Aburrido y cansado, renunció a su insistencia.

Es difícil satisfacer los deseos de todos.

El científico abrió la jaula de sus obsesiones. Liberó al animal. Su rebeldía humilló a la ciencia. El discurso del loco no tiene validez, así que al hombre lo despidieron por echar a perder años de investigación.

- Se ha forzado la evolución de este animal. Esta transgresión a las leyes de la naturaleza es inadmisible – declaró.

El mono miró al científico desde las ramas de allá afuera (decir miró es una especulación sobre la inteligencia animal). Su escapatoria seguía un mapa susurrado por el oxígeno de los árboles.

Allá adentro, el hombre dio explicaciones geniales. Allá lejos, el mono bailaba en su libertad. Mono y hombre fueron libres de ataduras forzosas e inútiles.

Una mañana el científico despertó conmovido con un dibujo hecho en el vidrio de la ventana que daba a su jardín. Salió a ver si era una broma. El hombre estuvo de pie esperando un acontecimiento excepcional, un cambio, una revelación, un descubrimiento, un signo. Experimentó esa agradable paz de saber que cada elemento ocupaba el lugar adecuado en el mundo. Volvió a acostarse. Los monos imitan muy bien los comportamientos humanos cuando quieren bromear y experimentar con la inteligencia humana.

De "Fábulas para animales para usted 11: Cocodrilo.



Cocodrilo

Él convencía con sus historias conmovedoras. Sus artimañas eran efectivos lenguajes de persuasión. Dominaba conciencias. La miseria produce compasión expiatoria en el alma humana. (Se cree con seguridad que una sola moneda compra y borra la culpa de las maldades cometidas). También lloraba, derramando lágrimas en el torrente del espectáculo.

Adivinaba sus presas. Su lengua saboreaba deliciosa confianza. Sus dientes encajaban en los otros cuando sonreía su oscura rapacidad. En la primera oportunidad, mordía el cuerpo emocional de sus víctimas y las arrastraba hacia la muerte. Al terminar la embestida, se relajaba echado al sol.

Las emociones negativas son animales salvajes: a veces no se pueden controlar.

Su oscuridad no le permitía razonar. Rechazaba la vida. Un horrible subplano lo atraía para que habitara su monstruosidad. Era su destino. Porque no tenía vuelta. Porque nada se podía hacer con él.

La Vida contaba esta historia delicadamente para no asustar a los más sensibles. Con sabiduría, cambiaba el final según sus oyentes:

- Lo más honesto que podemos hacer es reconocer nuestras imperfecciones y nuestra naturaleza fragmentaria. ¿No nos ponemos bajo un árbol frondoso cuando hace calor? Debemos aceptar que necesitamos amparo y también entregar cuidados. Veremos otro final para esta criatura:

«Ya no razonaba, sentía, quería vivir. Se abrió su mente y fue enviado amor para colmarlo de virtud. Esta cualidad lo elevó. Meditó el bien y regresó a su origen. Fue llamado hijo recién nacido por la madre. Volvió a ser el hijo mimado de su padre».

El ojo interior buscó sabiduría y fue hallada.

- Este final me gusta más, porque se parece más a mí - dijo la Vida.

Los oyentes suspiraron aliviados.

martes, 9 de febrero de 2016

De "Fábulas para animales para usted" 9: Araña.

                                                                                Araña

Ella tejía un sueño. Diseñaba fractales perfectos. Un breve descanso alivió su tarea. Su obra adquiría significado emocional. La dimensión onírica estaba y no estaba en su relativa conexión. (El sueño dibujaba mapas en su conciencia). Vio a su única hermana frente a un espejo. Quizá compartían el mismo sueño. Apartó la mirada.

Decidió otra posibilidad. Visitó el tiempo. Evocó el cabello trenzado por mamá y por papá en un solemne acto de amor. Al terminar el peinado, las niñas salían a pasear por el jardín. Cortaban unas flores que adornaban su pelo. Así las recordó: distinguiéndose en el jardín, como estrellas en un cielo verde, estaban las ipomeas azules. Se le detuvo la niñez. (En sus días venideros, la imagen de estas flores se proyectaría en una incesante búsqueda de esta enredadera para cubrir las murallas de su jardín de enamorada).

Está siendo terminado un tejido. Está siendo sobrellevada una angustia. Una ira secreta no ha sido aplacada. Una vida terrible es asunto digno de los héroes o de los famosos, porque no entristece a nadie, pero ella sabe que su historia sí. Los patrones se desordenaron. Un repentino temblor corporal la despertó. Abrió los ojos a la verdad. Su hermana siamesa seguía unida a su cuerpo.

El autoengaño es una trampa relativamente efectiva.

Ella revelará en su vejez (hijos, nietos y bisnietos están atentos):

- Me costó aceptar a mi hermana. Me costó gran parte de mi vida. Cuando nos separamos, nos confesamos nuestros secretos en largas conversaciones. Quedamos en paz. Ahora solamente pensamos en el porvenir de la familia. Ella está conmigo en todas las distancias.

Suena un teléfono. Es la hermana. Todos quieren escuchar lo que hablan, pero se alejan para respetar la grandeza de esa delicada historia familiar.

De "Fábulas para animales como usted" 8: Ballena.

Ballena

Ella creaba extraordinarios sonidos musicales bajo el mar. Las notas viajaban por todas las partículas universales. (¿Cómo hacía tan perfecto su canto?) La interpretación de esas sobrecogedoras melodías repitieron desagradables imágenes de la memoria: muerte, destrucción, cazadores, barcos carniceros. Cantó llorando. Las lágrimas musicales lavaron los dolores de su padecimiento. Alivió sus emociones. Retomó su canto con el ritmo de la esperanza. Vibró el mar.

- ¿Escuchas ese canto?
- Vamos. Llevo siete años esperando esta novedad.

Un radar había sido asombrado con esa conmoción. Cinco buzos se sumergieron para oír este talento marino. Ella se asustó y emitió una alerta de peligro. Vio a los buzos y previó un resultado espantoso. No. Ellos mostraron un gesto de calma y grabaron los sonidos. Por varios minutos fueron devotos oyentes. Era un canto sensible y vivificante de doscientos años de antigüedad.

Los talentos se desarrollan con dedicación.

«Hay acciones que sólo buscan satisfacer placeres breves que no se parecen en nada al sueño de la felicidad eterna. Todavía nadie quiere entender que la felicidad eterna sólo se puede encontrar en un lugar donde no exista el tiempo.

En este mundo, el tiempo es una cerradura para el pasado. El tiempo debe ser comprendido sabiamente como parte de las tareas que elegimos antes de nacer. Seamos buenos y alegres. La alegría es la clave para no sufrir con su presencia».
(Traducción).

- Cuando escucho la canción, cierro los ojos. Cuando los abro, han pasado tres horas.
- Mmm…
- Créeme. La ballena desapareció en la enormidad del mar. Años después la buscamos colocando la misma melodía como anzuelo. Ella apareció y pasó de largo. Nos había enseñado que los instantes únicos son eso: únicos. Pero sirvió para nuevas investigaciones sobre el tiempo.


El paso del tiempo no transcurre en esta aventura ni en la reflexión final del buzo.

De "Fábulas para animales como usted" 7: Serpiente.

Serpiente

Un hombre está fascinado observando una serpiente. El reptil se adula en un trozo de espejo.  Recorre su forma estilizada. Alaba su hermosa piel. Esa placentera vanidad casi la ciega. No lo vio, porque la mente es capaz de ocuparse sólo de un asunto a la vez. Algo ha crujido. Percibe las vibraciones de unos pasos. Se escabulle sorteando la trampa.

El hombre está tras ella. Está desamparada. La vida se siente, pero la muerte se presiente. Una respiración lejana quiere ocultarse en su ahogo: es el hombre, es un cazador de serpientes. Ella sale de su escondite. Le muerde una pierna. Escapa. El cazador cae y grita, porque no sabe si va a morir o a sobrevivir esta vez. Tanta es su incertidumbre. Grita de dolor. Se arrastra por la tierra. La serpiente aparece y desaparece. 

Sucumbir a la aparente belleza no es saludable.

Vino un largo silencio.

Y siseó ella:
- Sólo me defendí. Mi instinto me dijo que ésa era la única forma. Me retiré lejos con mi culpa animal. El pasado huyó arrastrándose por el olvido.


«La sobrevivencia es un milagro cuando se cuenta», reflexionó el hombre cuando volvió a ser humano. Contó varias veces su historia hasta transformarla en una lección. Las serpientes son sordas, así que aprenden solas. 

De "Fábulas para animales para usted" 5: Pájaro.

Pájaro

Cierra los ojos. Es un niño que pide un deseo: volar como un pájaro. Grandioso. El universo está de acuerdo. Pelean algunas criaturas aladas que discuten el caso. Se otorga lo que el muchacho pide. Sus ojos son cerrados. Plumas nacen de sus brazos largos. Él resiste el agudo cambio. (Transformar la naturaleza del cuerpo es un asunto obsesivamente humano. No hay conformidad con el cuerpo ni con la singularidad de la existencia otorgada).

El niño aletea vigorosamente. Mira el suelo, mira el cielo. Los primeros vuelos son caídas ansiosas. Respira y trina. Descubre el propósito oculto de su cambio: la libertad. Vuela en su habitación. Se independiza de esas murallas, de la gravedad cansada de sus pies tocando el suelo. Sale a recorrer montañas. Se imagina siendo más grande que ellas, más intenso, más necesario para sí mismo. Vuela con máquinas; planea con águilas; cae con las gotas de lluvia.

Vuelve a casa. Sigue amando sus hábitos. Revolotea. Emite un sonido alado. Aterriza. Su familia no sabe si debe acostarlo o encerrarlo en una jaula. Cuesta acostumbrarse a este niño que se va a cualquier parte sin pedir permiso.

La adaptación a los cambios otorga madurez y sabiduría.

Evoca el hombre en sus memorias:

- Tengo recuerdos imborrables de mi experiencia. En el tiempo mágico de la niñez no existen normas, sólo ganas de ver el bien en todo el mundo exterior y más intensamente en el mundo interior. Ambos mundos son infinitos.