Aventura

Literatura, naturaleza y emoción.
Mostrando entradas con la etiqueta flash-back. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta flash-back. Mostrar todas las entradas

sábado, 30 de noviembre de 2024



 Chisme aburrido


Hay una señora que vive al lado de mi casa. Puede que sea jubilada. Es tan vieja como yo, pero estoy segura de que cree que es joven. Suele pasar que creemos que los demás están más viejos que uno, pero es simple impresión y consuelo de autoestima de última temporada.

Ayer estuve mirando el paisaje desde mi casa. Cierto que vivo en una delicada altura. Puedo ver el riachuelo que recorre el pueblo en estas afueras y me consuela saber que no moriré de sed por si se asoma una catástrofe mundial o el fin del mundo como anunciaban todos esos fanáticos religiosos. Creo que, desde la infancia, uno debería ir a clases de madurez y de sentido común para no caer en la estupidez tan fácilmente.

Hoy vi a la vecina cortar los árboles con un sombrero de paja, idea tomada, creo de antiguas películas en blanco y negro de jóvenes amas de casa idealizando su vida matrimonial, una idea de mierda pensada por hombres de mierda. Muchos de esos viejos maridos aún existen y no saben ni siquiera freír un huevo o untar mantequilla a un pan. Podrían vivir en un restorán de por vida si así pudieran ser atendidos; a veces creo que toda esa horda de ancianos en casas de reposo fueron mujeres que nunca movieron un dedo y hombres que se casaban con el único propósito de tener una mujer que les sirviera.

Nací sin ganas de vivir. Soy sincera. Todo se me hacía aburrido. No sé por qué debo participar de la vida de otra gente. Fui huraña toda mi vida. Cuando me puse a observar la vida de la mujer de al lado de mi casa me di cuenta de que compartíamos el mismo odio por todo. Y no quería ser la receptora de esos malos sentimientos, así que empecé a ignorarla hasta que la olvidé.

Fue una decisión terapéutica. No tenía que preocuparme. No fue fácil escapar del chisme. Un día me topé con ella en un almacén comprando carne. Miré sus manos amarillas y arrugadas y luego miré las mías. Entonces no quise verla más y empecé a detestarla.

Mi primera forma de eliminarla fue plantando arbustos en el límite de los sitios. 

Luego pude colocar arbustos para usarlos como cortinas frente a las ventanas para que evitar su presencia ante mis ojos.

Finalmente, dormí en paz. 

Con los meses, ella dejó de estar en mi mente. Me había puesto a tejer y fabricar colchas de colores como toda una abuela clásica y aburrida. Tuve abundantes ideas de cómo hacer las cosas. Me sentía feliz y no tenía que pensar en nada.

No todo fue tan feliz en medio de ese paisaje de descanso. Un día me puse a mirar por entre medio de los arbustos y vi a la mujer tirada en su patio. Al lado, un perro pequeño la acompañaba y gemía de angustia. Me puse una de mis colchas y caminé hasta la puerta de entrada de su casa. Demoré en dar la vuelta y más me costó comprobar si estaba viva. Ocurrió lo obvio: mi vecina estaba muerta. Hacía frío y no sé por qué pensé que esa mujer vieja también se congelaba, así que la cubrí con mi manta y llamé a la policía. 

Cuando llegó la policía conté lo sucedido y me dejaron ir.

Volví a casa y perdí las ganas de tejer. Me costó dormir por varias noches y, cuando algo pude dormir, despertaba cada una hora en la madrugada.

Llamé a mi hijo y quise contarle toda la historia, pero él se limitó a decirme que quizá fuera mejor que volviera a la ciudad porque si me pasaba algo, había un hospital cerca.
- Gracias, me gusta esta vida.
- Mamá, no quiero que te pase nada malo. Yo sé que es bonito allá, pero deberías pensarlo y…

No seguí escuchando lo que me hablaba. Tomé mi auto y manejé al pueblo y compré cigarros y una botella de vino. Volví a casa y fumé y me tomé toda la botella hasta que me dio sueño. Cuando desperté, todo seguía igual y ni yo ni nadie había cambiado al mundo como han soñado todos los que no tienen nada útil que hacer.

sábado, 26 de noviembre de 2022

Lenvantarse y amar



Levantarse y amar

Fernando se levanta y desayuna. Vive en el séptimo piso de un departamento rodeado de otros departamentos. Hace años que no conoce la tierra o el agua de allá lejos, de los recuerdos, de los paisajes conocidos y por los pasajes misteriosos de las piedras gigantes. Eso ya no le preocupa, eso es otra época. Ya ha batallado; ha sido vencedor y ha sido derrotado. El paisaje es otro ahora. Éste es el futuro que nadie imaginó.

Fernando se sumerge en esa monotonía y en esa estructura. ¿Qué haré hoy? Entonces, con la espera del amor, recibe el mensaje de Ana. Escucha la voz de Ana y ella habla dulce y calma esa agitación y parece ser el remedio para cualquier malestar corrosivo. La ciudad está organizada y entrega todas las posibilidades. Eso piensa Fernando. Todo es llegar, presionar botones y recibir lo que se quiera. Fernando espera que ella termine de aliviar y animar su mañana.Fernando contesta. Dice que quiere salir a la montaña y nadar en el agua fría del río en su propio origen. Ana está de acuerdo. Pasará en una hora por él.

Fernando me pregunta si quiero ir. Respondo que sí. Esa ternura me fascina en su voz de amor. Le digo que me gusta contemplar ese verdor y esas flores y cactus, espinos y eucaliptus, pinos y quillayes de las montañas. No sé si sea por cultura, pero me gustan las flores. No podría odiar la belleza.

Veo a Ana llegar y me gusta ver su pelo flotar al viento. No sé si lo advierte, pero estoy en ese límite entre la felicidad y la tristeza. No distingo eso. Ana me besa y me hace sentir que este día se hace más agradable. Me gusta que ella se ponga sus lentes para el sol. Respeto esa privacidad, porque yo también los uso para que no me pregunten nada.

Vamos a la montaña y el ascenso me llena de ese aire fresco. Nos detenemos en un mirador y tomamos fotos. Yo evito aparecer. Pero me gusta ver a Ana siempre fresca, siempre buscando la belleza en todas partes.

Fernando parece siempre estar igual. A veces sé que simula una normalidad y quisiera saber qué le pasa. Nunca me cuenta qué siente. A veces debo esperar todo el día para que alguna palabra de ese mundo interior se libere y se comunique. Me gustaría tener esa confianza de alguna gente que se habla toda intimidad, incluso en presencia de extraños. Recuerdo esas familias donde todo se hablaba y donde todos parecían ser más felices por hablar y por ser escuchados. Entonces yo las observaba y me preguntaba si yo había crecido en una familia rara, donde los secretos y el silencio, la omisión y el juego de palabras habían nublado mi juicio. Me costaba acceder a Fernando, pero me conformaba diciendo que ésa era su normalidad.

- Ana, ¿vamos a comer algo? –
- Ya, vamos. Quiero comer helado.
- Yo también. 

No hay nieve cercana. Ya casi llega el verano. Ana y Fernando no se sacan sus lentes. El sol está fuerte y hace calor. El agua suena cerca. El río lleva la vida a la ciudad. Fernando y Ana disfrutan el viaje y se toman la mano con frecuencia. Me gusta ver esa delicadeza propia de quienes ríen de amor. Tan potente es el amor, que vuelve cursi a todos por igual.

Ana está contenta, lo sé. Y quiero que esté siempre igual y quiero que esté conmigo y quiero que siempre sonría y que sea eterna. Me gusta que siga mis chistes o mis estupideces. Me gusta que esté en la cama haciendo juegos con mi cuerpo y que me deje dormir apoyado en su regazo. Me hace sentir protegido y que nada más importa.

Comimos helado y ese día fue bonito. Fernando rio bastante, nadó en esa fría agua de la montaña y yo sentí que volveríamos a su departamento y que dormiríamos desnudos sobre la cama mientras el aire nos mecía hasta dormirnos. Imaginé que despertaría con él y que el deseo de adorarnos el cuerpo con besos y caricias alcanzaría el mediodía. Fernando dijo que ese día había sido feliz. Eso dijo. Eso recuerdo. Entonces no me invitó a quedarme con él. Me pareció raro. Así que ese domingo desperté y me levanté para escribirle un mensaje en el teléfono. Pero no contestó. Y me costó aceptar que ya no me podía levantar y decirle que lo amaba al mismo tiempo.

La ciudad se lleva todo rastro de imperfección y recubre el pasado con otras vestiduras. Entonces buscamos la fiesta y el frenesí. Algunos abandonan la ciudad y se van a vivir al campo. Las casas cada vez están más caras. Todos quieren volver a la tierra para contemplar el cielo limpio y suspirar sus sueños de libertad. Ana no volvió a la ciudad. A veces la veo sola sintiéndose culpable. Le digo que todos tenemos culpas y que elegimos volverlas invisibles con el olvido. Así me la llevo con ella. Siempre termino diciéndole que deje a Fernando en su propia lejanía y que, si ya no está, no ha sido por maldad, sino porque hay personas que no tienen la fortaleza suficiente para soportar las duras pruebas que ellos mismos eligieron padecer. Son decisiones íntimas que, veces, parecen conformar aquello que llamamos destino. Ana me mira. Sé que si me presta atención es porque quiere sentirse mejor. Trato de mejorar su ánimo y me esfuerzo. No hay olvido. No se sabe por qué no podemos sacarnos a algunas personas de la cabeza. No bajo la guardia. Amo a Ana. Ella es así: uno la ama simplemente. La recupero con besitos. Los días buenos son cada vez más. Tomo fuerzas. Quiero una vida con Ana. Por eso parto todos los días levantándome y diciéndole que la amo. 

Alik Handru, microcuentista chileno.

martes, 23 de febrero de 2016

De "Fábulas para animales como usted" 18: Leona.


Leona

A los catorce años estuvo en cautiverio por seis días. Fue inolvidable. Era sábado. Alrededor había fuerza negativa suficiente para llevar a la más oscura realidad a toda la gente que habita todavía esas frágiles casas de madera tosca. Entre medio de las tablas entró aire frío. Ella rugió y la poética salvaje de su voz le dio fuerza y valor.

La calle era el paisaje que adornaba su ventana. Afuera, el lunes pasado una chica vio aparecer las uñas de esta brava que ahora la mira. El furioso derramamiento de sangre la marcó por la repercusión de su impertinencia: La vi revolcándose con un tipo allá en la tierra. Conózcanla. Habló con provocación, sin temor. Vino la risa disimulada. A la niña le dolió ese murmullo grosero. La corrupción estaba prohibida a su amado cuerpo. Se nombró: Casta soy. Se dio valor. Caminó. La agarró y la golpeó. El honor tuvo gloria y paz.

Cuando se habla mal de ti y es mentira, el universo te ayuda. Es una ley inalterable.

Seguía atenta a los movimientos de afuera. Vio a la chismosa conversando con otras. Las estudió. No tenían contenido, significados, cordura. No atacaría. No volvería a usar los nervios de la violencia. Mamá había entristecido y había perdido por varios días la sonrisa que admiraba y que la inspiraba para superarse. Papá la obligó a ir a la casa de la chica para pedirle perdón por agredirla. Una puerta fue abierta. Una palabra fue pronunciada. La otra no dijo nada, sólo miró fijamente su cara y cerró la puerta. La humillación de la derrota fue aceptada.

En casa, recibió el castigo de no poder salir por seis días. El golpe firme y moderado le había bajado la temperatura de las orejas. No volvería a pelear. Una sola vez necesitó que su instinto fuera amansado sin muestras de compasión.

La liberación fue un permiso para salir a la calle ese día. Dio pasos firmes para dominar el territorio de su adolescencia. Estaba esa chica y otras más. Pasó cerca de ellas. Les mostró los dientes con arrogancia. Ellas se dieron vuelta con indiferencia vulgar y no las quiso mirar más, nunca más.

La maldad se domina con la fuerza del bien superior.

La mujer apacigua su historia:
- Ahora que soy una madre, adulta y consciente, me arrepiento de corazón por lo que hice. Y el castigo lo agradezco también, porque palió mi intento de indocilidad doméstica.

Fue aplicada. Fue mujer. Fue distinguida. Sobresalió de la barbarie en un barrio otro. Fue madre. Parió. Cuando aconsejó a uno de los gemelos de siete años (tuvo dos niños, uno más oscuro que el otro) sobre pelear o no pelear con un compañero de escuela que era violento y molestoso, le dijo:

- Defiéndete.

De "Fábulas para animales como usted" 13: Cigüeña.


Cigüeña

Ella apareció con un pequeño niño envuelto en paños blancos. Sabía dónde encajaría en el gran rompecabezas de la vida. Estaba cansada. El viento otoñal le había impedido desplazarse con agilidad. El destino de un niño fue deliberado y ella no se rehusaría. Obedeció cumpliendo valientemente con su instinto.

Un orden había sido dispuesto: una casa, un tipo de padres, un jardín, sueños bonitos. Los elementos preparaban su revelación. Se le otorgó conciencia, huesos, amor, música, llantos, olvidos, enfermedades, tequieros, malos y buenos amigos, cariños, emociones, tiempos, pausas, placer y muerte. (La vida terrena se elige antes de nacer, dicen).

Miró a la criatura, suspiró un adiós  y la dejó a una familia que le daría futuro. La suya estaba hecha de súplicas sin eco. Eso cambiaría. Tocó un timbre y desapareció. Rechazó cualquier despedida.
El futuro de un hijo debe ser asegurado.

La historia da un vuelco aquí. El niño es devuelto a las autoridades. Se investiga a la madre. No se encuentra. El niño crece sin reglas. Soporta una vida sin sentido por cinco años. Es adoptado. Años más tarde llora por su origen. Llora más. Duerme deprimido. Se resigna a ser quien es.

Habla en su interior:
- Aprender es el sentido de la vida. Odié, amé. ¿Qué más puedo sentir?  Si uno sufre, todos sufren y si uno está contento, todos están felices. Elijo hacer lo mejor que pueda en lo que me resta de vida. (La unidad del todo había sido comprendida por su madurez).

La voz de la ignorancia hace creer que estamos solos y perdidos en el mundo.

- El amor es un vínculo indestructible - reflexionó la madre biológica cuando decidió buscarlo. Caminó sin cansarse. Lo encontró. No se sabe si hubo perdón o si el hijo prometió ir a verla. Sólo se cumplió una ley dispuesta para que ningún recién nacido se muera de hambre.

En este mundo de aprendizajes, el conocimiento no se termina nunca.

martes, 9 de febrero de 2016

De "Fábulas para animales para usted" 9: Araña.

                                                                                Araña

Ella tejía un sueño. Diseñaba fractales perfectos. Un breve descanso alivió su tarea. Su obra adquiría significado emocional. La dimensión onírica estaba y no estaba en su relativa conexión. (El sueño dibujaba mapas en su conciencia). Vio a su única hermana frente a un espejo. Quizá compartían el mismo sueño. Apartó la mirada.

Decidió otra posibilidad. Visitó el tiempo. Evocó el cabello trenzado por mamá y por papá en un solemne acto de amor. Al terminar el peinado, las niñas salían a pasear por el jardín. Cortaban unas flores que adornaban su pelo. Así las recordó: distinguiéndose en el jardín, como estrellas en un cielo verde, estaban las ipomeas azules. Se le detuvo la niñez. (En sus días venideros, la imagen de estas flores se proyectaría en una incesante búsqueda de esta enredadera para cubrir las murallas de su jardín de enamorada).

Está siendo terminado un tejido. Está siendo sobrellevada una angustia. Una ira secreta no ha sido aplacada. Una vida terrible es asunto digno de los héroes o de los famosos, porque no entristece a nadie, pero ella sabe que su historia sí. Los patrones se desordenaron. Un repentino temblor corporal la despertó. Abrió los ojos a la verdad. Su hermana siamesa seguía unida a su cuerpo.

El autoengaño es una trampa relativamente efectiva.

Ella revelará en su vejez (hijos, nietos y bisnietos están atentos):

- Me costó aceptar a mi hermana. Me costó gran parte de mi vida. Cuando nos separamos, nos confesamos nuestros secretos en largas conversaciones. Quedamos en paz. Ahora solamente pensamos en el porvenir de la familia. Ella está conmigo en todas las distancias.

Suena un teléfono. Es la hermana. Todos quieren escuchar lo que hablan, pero se alejan para respetar la grandeza de esa delicada historia familiar.

De "Fábulas para animales para usted" 5: Pájaro.

Pájaro

Cierra los ojos. Es un niño que pide un deseo: volar como un pájaro. Grandioso. El universo está de acuerdo. Pelean algunas criaturas aladas que discuten el caso. Se otorga lo que el muchacho pide. Sus ojos son cerrados. Plumas nacen de sus brazos largos. Él resiste el agudo cambio. (Transformar la naturaleza del cuerpo es un asunto obsesivamente humano. No hay conformidad con el cuerpo ni con la singularidad de la existencia otorgada).

El niño aletea vigorosamente. Mira el suelo, mira el cielo. Los primeros vuelos son caídas ansiosas. Respira y trina. Descubre el propósito oculto de su cambio: la libertad. Vuela en su habitación. Se independiza de esas murallas, de la gravedad cansada de sus pies tocando el suelo. Sale a recorrer montañas. Se imagina siendo más grande que ellas, más intenso, más necesario para sí mismo. Vuela con máquinas; planea con águilas; cae con las gotas de lluvia.

Vuelve a casa. Sigue amando sus hábitos. Revolotea. Emite un sonido alado. Aterriza. Su familia no sabe si debe acostarlo o encerrarlo en una jaula. Cuesta acostumbrarse a este niño que se va a cualquier parte sin pedir permiso.

La adaptación a los cambios otorga madurez y sabiduría.

Evoca el hombre en sus memorias:

- Tengo recuerdos imborrables de mi experiencia. En el tiempo mágico de la niñez no existen normas, sólo ganas de ver el bien en todo el mundo exterior y más intensamente en el mundo interior. Ambos mundos son infinitos. 

De "Fábulas para animales como usted" 4: Cerda.

Cerda

Una niña alimenta cerdos. Los adora. Están gordos y moviéndose. Le llama la atención el sonido de sus hocicos revolviendo los vegetales que muerden incesantemente. Ella desconoce la mecánica del hambre. Mira, copia, simula masticar un alimento delicioso. Sus dientes resuenan con la fricción de la saliva. Aún es de mañana, el frío es agradable y no hay mucho sol. Se oyen aletear pájaros por el paisaje celeste. Una brisa danza en medio de los arbustos, de los conejos y de los gatos que corren por el campo. Es un día tranquilo para cerrar los ojos y dormir. Pero hay una niña que mira unos cerdos alimentándose.

Ella no experimenta el desagrado del asco ni el rechazo por estos animales destinados al sacrificio. Lejos, se oye el murmullo de la muerte. Un cuchillo es alzado en una mano que no quiere hacer lo que debe hacer. Es un hombre que borra la conciencia de su acto brutal. Es el padre de una niña. Y es el esposo de una mujer que prefiere cortar vegetales para evadir la fatalidad de ese mediodía.

La niña es puesta a jugar en su pieza. Pasa unas horas en su universo.
El padre camina y detiene su respiración. Empuña. Sacrifica.

Más tarde, la carne está sobre la mesa. Se ha preparado el almuerzo en un orden ritual. Un trozo ocupa el plato infantil. La niña acaricia la carne en el plato; luego, se come el trozo completo.

Se debe renunciar al amor cuando es imposible.

La niña ha crecido y recuerda:

- A esa edad yo no advertía que el músculo del animal era comida. Cuando analizo fríamente la realidad, admiro la falta de piedad de mucha gente, incluyendo la de mi padre, como requisito no pronunciado para matar. Hay dolor, pero es parte del equilibrio. Algunos hechos ocurren para ser comprendidos según cada uno. 

Por Alik Handru, microcuentista chileno.