Aventura

Literatura, naturaleza y emoción.
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miércoles, 1 de enero de 2025


El hilo negro enredado
Alik Handru, microcuentista chileno.

Siempre fue vestida de negro. Pero no sabía por qué. Así diseñaban toda su ropa y gastaban bastante en hilo negro. No usaban otro color en su ropaje. La vestían así y quedaban felices. Aunque ésta es la imagen típica de la muerte, dicen las escrituras que es un ángel, un ángel blanco e impertérrito de un Dios que no deja comprender aún todos los misterios de la vida que conocemos hasta la fecha. Quizá nuestra mente mejore con los siglos y podamos adentrarnos en esas cosas de las que nadie quiere escuchar. Las historias vienen y van. Las ideas son eternas y permanecen guardadas para heredarlas una y otra vez hasta que sean superadas por otras mejores.

El ángel de la muerte sabe nuestra fecha. Dios lo envía. Es lo único cierto.

Mariano fue como cualquier otro niño encantador. A pesar del amor, de la educación, la vida haría de él un hombre de mal. Su valor se midió en medio de cuchillas y de armas. Había desafiado al más malo de todos y pasó lo que ya sabes: recibió cinco disparos en el cuerpo y quedó tirado en la calle hasta que lo encontró la policía con su madre suplicando otra oportunidad. 

Todavía resuenan en mi cabeza los secos lamentos de su madre al escuchar la noticia no por dolor, sino por paz, porque ella esperaba ese final.
-¡Hijo mío! - gritó y no hubo más voz ni brotó una sola lágrima.

Sangre. El dolor, limpiar esto, si sé, lo sé, este llanto, esta resignación, este alivio. Porque yo estaba esperando, en mi parte más oscura, su muerte, que es la paz también para los demás. Ya no quiero ser madre. Sólo quiero saber que ya se acabó. Trajiste sufrimiento, Mariano, trajiste dolor y ese dolor lo cargó cada persona que te amó. No sabes cómo me siento, cuánto te quise, cuánto daría por haber hecho algo más. Yo te siento y me hundo en este silencio incómodo y malo.

El ángel había cumplido su misión y no volvió a saberse de Mariano. Las flores se secaron sobre su tumba y luego fueron a dar a la basura. 

El hombre hace al hombre y también lo destruye. 

Dos mujeres que no se conocieron buscaron la forma de morir casi al mismo tiempo. Nadie las detuvo. Dicen que sus decisiones fueron motivadas por hombres tiranos y malvados que las colapsaron. No soportaron la presión, pero tampoco tenían que hacerlo. Se paralizaron y no huyeron como pensaríamos. Se cree que ambas sintieron lástima de esos hombres: ¿quién los iba a querer? Creyeron que los podían hacer cambiar. Entonces tú te preguntas cómo alguien puede influir tanto en tu mente y lo ves simple y concluyes que esa persona es débil o influenciable y no aceptas otra opinión. Notas algo distinto ahora que buscas entender. Recuerdas que, muchas veces, tu mente no da para más e intentas olvidar todo y te distraes hasta que te vence el sueño y despiertas y no se ha ido nada del agobio que no te deja descansar ni dormir ni soñar bonito. Ambas nunca se conocieron ni sabemos si se conocerán. Ambas fueron a comprar una soga y hacen lo que intuyes: se ahorcan. La vida no les da ninguna esperanza ante una persona horrible que pensaste que te amaba. No supieron cómo luchar. Estas mujeres son hermosas. Su pelo es largo, muy largo y cae, flota y va y viene. No debiste imaginar esa situación.

Las dos mujeres fallecen y nadie quiere acordarse de ello. Todos quieren saber por qué ha ocurrido. No hay carta ni nota de despedida. Entonces las encontraste meciéndose, vomitas y algo de relajo te da esa purga. Consigues olvidar después de años, pero sientes culpa por no haber hecho algo. No había nada que hacer. Su familia baja la cabeza y se siente culpable de por vida. La tristeza no se va del corazón cuando se amó de verdad.

Me gustaría morir en el sueño.

Cuando niños nos permitimos hablar de la muerte. Nadie pensaba en eso. Pero nos juntamos en el patio de la escuela y estuvimos de acuerdo en que morir en el sueño era la forma más agradable e indolora de dejar el mundo. Pero éramos chicos y no sabíamos el alcance de esa conversación. Vino un silencio grande y luego dijimos que mejor nos íbamos a jugar y así lo hicimos, pero yo sé que esa conversación tan íntima haría trauma. 

Crecimos. Rami murió electrocutado junto a otro trabajador mientras intalaba unos cables en un ducto bajo tierra. Alguien dió el paso de la corriente sin saber que ellos estaban ahí. Era un tipo grande y siempre se burlaban de él. Daba puñetazos y siempre andaba enojado. Tenía buena situación y creo que eso molestaba a los otros, porque siempre llegaba con cosas caras y uno ni hablaba, porque nosotros apenas teníamos dos monedas únicamente para comprar dulces y pasar el hambre de estar todo el día encerrado aprendiendo a ser mejor o a ser peor. Entonces hubo duelo y ese silencio que siempre acompaña a la muerte. 

Siento que necesito desahogarme de eso y más.

Alberto era algo callado y tampoco conoció a las dos mujeres. Supe que también se quitó la vida. Era huraño. Era alguien difícil de tratar. Jugaba como cualquier niño, pero había algo de violencia en su actuar, algo que sólo sirve de detalle. Recuerdo a su madre. Ella parecía ausente de la crianza de su hijo. A veces creo que ella le tenía miedo a su propio hijo, incluso desde pequeño. Las madres saben siempre cómo termina la historia de cada uno de nosotros desde el primer día en que nos miran el alma a través de los ojos. Alberto murió de veinticinco años y fue olvidado.

Cada muerte que hemos conocido necesita un desahogo, una conversación para liberar ese monstruo destructivo que es la angustia, el nerviosismo o el miedo. Cada muerte es un porqué y luego seguir adelante. Y nos sentimos solos y desamparados.

Escúchame: he sentido mucho dolor y no lo he comunicado. Estas líneas ayudan un poco. Hablar y hablar. Necesito decirte que me he sentido triste y asustado. No me quiero morir. Me da miedo vivir. No quiero perder a nadie. Quiero que todos vivan para siempre y que sean felices. Aún lloro por los que no pude salvar. Quiero entender igual que todos. No hay que morir sin haber sido feliz. ¡Oh, Dios, cómo puedo vivir con esta incertidumbre!

Quiero salir a fumar. 
Déjenme solo.
Gracias por comprender.




        

sábado, 26 de noviembre de 2022

Lenvantarse y amar



Levantarse y amar

Fernando se levanta y desayuna. Vive en el séptimo piso de un departamento rodeado de otros departamentos. Hace años que no conoce la tierra o el agua de allá lejos, de los recuerdos, de los paisajes conocidos y por los pasajes misteriosos de las piedras gigantes. Eso ya no le preocupa, eso es otra época. Ya ha batallado; ha sido vencedor y ha sido derrotado. El paisaje es otro ahora. Éste es el futuro que nadie imaginó.

Fernando se sumerge en esa monotonía y en esa estructura. ¿Qué haré hoy? Entonces, con la espera del amor, recibe el mensaje de Ana. Escucha la voz de Ana y ella habla dulce y calma esa agitación y parece ser el remedio para cualquier malestar corrosivo. La ciudad está organizada y entrega todas las posibilidades. Eso piensa Fernando. Todo es llegar, presionar botones y recibir lo que se quiera. Fernando espera que ella termine de aliviar y animar su mañana.Fernando contesta. Dice que quiere salir a la montaña y nadar en el agua fría del río en su propio origen. Ana está de acuerdo. Pasará en una hora por él.

Fernando me pregunta si quiero ir. Respondo que sí. Esa ternura me fascina en su voz de amor. Le digo que me gusta contemplar ese verdor y esas flores y cactus, espinos y eucaliptus, pinos y quillayes de las montañas. No sé si sea por cultura, pero me gustan las flores. No podría odiar la belleza.

Veo a Ana llegar y me gusta ver su pelo flotar al viento. No sé si lo advierte, pero estoy en ese límite entre la felicidad y la tristeza. No distingo eso. Ana me besa y me hace sentir que este día se hace más agradable. Me gusta que ella se ponga sus lentes para el sol. Respeto esa privacidad, porque yo también los uso para que no me pregunten nada.

Vamos a la montaña y el ascenso me llena de ese aire fresco. Nos detenemos en un mirador y tomamos fotos. Yo evito aparecer. Pero me gusta ver a Ana siempre fresca, siempre buscando la belleza en todas partes.

Fernando parece siempre estar igual. A veces sé que simula una normalidad y quisiera saber qué le pasa. Nunca me cuenta qué siente. A veces debo esperar todo el día para que alguna palabra de ese mundo interior se libere y se comunique. Me gustaría tener esa confianza de alguna gente que se habla toda intimidad, incluso en presencia de extraños. Recuerdo esas familias donde todo se hablaba y donde todos parecían ser más felices por hablar y por ser escuchados. Entonces yo las observaba y me preguntaba si yo había crecido en una familia rara, donde los secretos y el silencio, la omisión y el juego de palabras habían nublado mi juicio. Me costaba acceder a Fernando, pero me conformaba diciendo que ésa era su normalidad.

- Ana, ¿vamos a comer algo? –
- Ya, vamos. Quiero comer helado.
- Yo también. 

No hay nieve cercana. Ya casi llega el verano. Ana y Fernando no se sacan sus lentes. El sol está fuerte y hace calor. El agua suena cerca. El río lleva la vida a la ciudad. Fernando y Ana disfrutan el viaje y se toman la mano con frecuencia. Me gusta ver esa delicadeza propia de quienes ríen de amor. Tan potente es el amor, que vuelve cursi a todos por igual.

Ana está contenta, lo sé. Y quiero que esté siempre igual y quiero que esté conmigo y quiero que siempre sonría y que sea eterna. Me gusta que siga mis chistes o mis estupideces. Me gusta que esté en la cama haciendo juegos con mi cuerpo y que me deje dormir apoyado en su regazo. Me hace sentir protegido y que nada más importa.

Comimos helado y ese día fue bonito. Fernando rio bastante, nadó en esa fría agua de la montaña y yo sentí que volveríamos a su departamento y que dormiríamos desnudos sobre la cama mientras el aire nos mecía hasta dormirnos. Imaginé que despertaría con él y que el deseo de adorarnos el cuerpo con besos y caricias alcanzaría el mediodía. Fernando dijo que ese día había sido feliz. Eso dijo. Eso recuerdo. Entonces no me invitó a quedarme con él. Me pareció raro. Así que ese domingo desperté y me levanté para escribirle un mensaje en el teléfono. Pero no contestó. Y me costó aceptar que ya no me podía levantar y decirle que lo amaba al mismo tiempo.

La ciudad se lleva todo rastro de imperfección y recubre el pasado con otras vestiduras. Entonces buscamos la fiesta y el frenesí. Algunos abandonan la ciudad y se van a vivir al campo. Las casas cada vez están más caras. Todos quieren volver a la tierra para contemplar el cielo limpio y suspirar sus sueños de libertad. Ana no volvió a la ciudad. A veces la veo sola sintiéndose culpable. Le digo que todos tenemos culpas y que elegimos volverlas invisibles con el olvido. Así me la llevo con ella. Siempre termino diciéndole que deje a Fernando en su propia lejanía y que, si ya no está, no ha sido por maldad, sino porque hay personas que no tienen la fortaleza suficiente para soportar las duras pruebas que ellos mismos eligieron padecer. Son decisiones íntimas que, veces, parecen conformar aquello que llamamos destino. Ana me mira. Sé que si me presta atención es porque quiere sentirse mejor. Trato de mejorar su ánimo y me esfuerzo. No hay olvido. No se sabe por qué no podemos sacarnos a algunas personas de la cabeza. No bajo la guardia. Amo a Ana. Ella es así: uno la ama simplemente. La recupero con besitos. Los días buenos son cada vez más. Tomo fuerzas. Quiero una vida con Ana. Por eso parto todos los días levantándome y diciéndole que la amo. 

Alik Handru, microcuentista chileno.

lunes, 25 de julio de 2022

El que ocupa 

«Imagínalo».
Pan, Margaret Atwood.

Hay personas que viven con él: el mal. Comienza ingresando en su odio. El mal ocupa espacio y traiciona sus mentes, haciéndolos huraños, ajenos a la humanidad, raros, crueles.  No se dan cuenta. Ese mal juega con sus mentes y no hay poder médico humano que lo cure. A veces lo adviertes a través de su mirada seca y muerta, sin luz ni amor verdadero. Saben fingir. Y no saben quiénes son. Son miles o millones. Yo te cuento esto para que entiendas que ese mal sólo lo puede sacar alguien que tenga poder para hacerles la purificación y volver su espíritu a su centro. Porque algunos reaccionan y buscan la cura; otros mueren ignorando la verdad.

Un hombre gruñe y golpea a otro. Un foco ilumina el drama. Es la calle y su basura siendo llevada por el viento. Nadie interviene. El mal le da fuerza a uno, agarra la cabeza del otro y la azota contra el piso varias veces. Desde las sombras, una persona luminosa reacciona y le patea los brazos para que no lo mate. Otro hombre toma la cabeza del caído y trata de percibir señales de vida de ese cuerpo dañado por la maldad. Se salvan dos vidas esa noche. La venganza se apodera del vencido y su mal lo guía sin fin hacia una vejez amarga. El vencedor también lo recuerda. Ambos no sienten arrepentimiento.

A veces tienes mucho dinero y te sientes poderoso. Lo ocupas en darte gustos y en parecer que el mundo te pertenece. Entonces recuerdas que saliste de esa humilde casa mal construida y te sientes un poco culpable de vivir a lo loco en medio de gente a la que le importas en billetes y no en consideración sincera. A veces has intentado hacer feliz a una persona comprándole cosas, invitándola a comer a lugares caros y a visitar lugares lejanos de la tierra. Pero ese vacío no se llena, porque quieres más y, la verdad, no hay más. Sólo te queda esclavizar gente para sentirte poderoso. Lo logras con dinero, obviamente. Tu familia te observa y no te molesta. Estás lleno de vacío.

Un niño cae a un canal de agua que bordea todas las casas de ese campo que reconoces. Salta el abuelo a rescatarlo. Lo logra. Lo empuja y lo deja en la tierra. El abuelo no tiene fuerzas para salir de esas aguas y nadie lo escucharía. Se deja flotar, pero el miedo lo va hundiendo en su depresión. Cree que ese instante es su castigo y su redención. Ofrece su sacrificio y no revelaremos sus razones. Se le ve risueño. Algunos niños lo ven durmiendo sobre el agua. Uno lo mueve con una vara. El anciano bosteza, se llena de agua y se hunde. Los niños se sienten asqueados y llaman a algún adulto. Sacan al muerto y lo llevan a la morgue. Huele demasiado mal. Abren todas las ventanas. Nunca olvidarías ese olor.

El tipo cocina de mala gana y queda todo desabrido, dejando un pésimo sabor en la boca. Eso le trae una amargura que lo invade hasta los huesos. Va al baño y se lava los dientes sin mirarse al espejo. Usa enjuague bucal. Come chicle de menta. Ahora se mira al espejo. No puede ocultar el malestar. Camina y entra a un restorán, se sienta y lee la carta, pero nada le apetece. Vuelve a casa. Siente hambre de verdad y prepara comida con mucha paciencia. Olvida su grosera violencia de hace unas horas. Se sirve y come lentamente. Hace ruidos de satisfacción. Uno sabe que si la gente alaba la comida es porque estaba deliciosa. Entonces, al verlo, ya sabes que está satisfecho. Nadie sale lastimado.

Yo vi todo esto y doy fe de que son verdaderas estas historias. Estas son mis palabras y mi silencio también.


domingo, 26 de febrero de 2017

En cámara lenta.


En cámara lenta


Cuando Ardio imagina su vida, la ve como en las películas, a veces como en los libros, porque no le gusta leer mucho. Tiene adicción a las películas. Empieza por la mañana levantándose como en las películas, como si las cámaras enfocaran la belleza de cada gesto que hace. Se levanta y hasta el movimiento del cobertor lo hace lentamente. Cada detalle cuenta. Sigue la ducha. Esconde esa barriga de sus veintinueve años. Se echa desodorante como en los comerciales, también perfume. Se viste, guiñando un ojo al espejo. Se viste como caballero. Toma desayuno con jugo de naranja y tostadas. Se lava los dientes. Allí se mira por última vez. Ardio se ve al fondo de la multitud caminando por la ciudad. Hay una visión general de una muchedumbre sorteando la rutina. Todos están bellamente presentables para el día. Enfocamos nuevamente a Ardio, pero sólo nos centramos en sus ojos. El espejo del alma nos dice que está feliz, que más allá de un día igual a otro, se puede luchar por vivirlo como se pensó sería la mejor de las películas vistas. Entonces nos alejamos y dejamos una visión panorámica del alma de la ciudad. Hay ruido de fondo. Ardio sigue su ritmo con una canción conocida. Lo dejamos. Ardio, que te vaya bien. Fin.

Alik Handru, microcuentista chileno.

domingo, 24 de julio de 2016

El dominio de la ignorancia.


El dominio de la ignorancia



En la sala de niños enfermos un hombre discute con la enfermera. El tipo ha descuidado a su bebé y se le ha salido la aguja del suero del bracito del niño. Pero él discute, piensa que le están echando la culpa. Yo tengo recuerdos vagos de mi estadía al lado de ese niño, es como una vida pasada. A veces pienso en el destino de ese chico y lo imagino por ahí repitiendo las malas ideas de aquel hombre. Otras veces creo que uno progresa solo aunque nazca en las peores condiciones. Suele pasar eso. Y eso es una grandeza para el alma. A mí me acompañaba mi mamá sin necesidad de obligarla, porque en el hospital nadie estaba obligado a estar de guardia de una vida. Había enfermeras durante el día, pero ella prefería cuidarme como nadie lo haría. Yo recuerdo a ese niño que fui y siento que he madurado tanto desde que sobreviví a la fuerte gripe de ese recuerdo. Estoy vivo. Pocos hombres como yo han tenido la suerte de tener el amor más puro cerca. Y me sirvió mucho, porque ahora soy hijo y soy padre. Ese recuerdo no se va. Ese niño que nunca vi muy bien se me hizo eterno en la mente y nunca lo pude olvidar.

Me siento feliz. Mi hijo viene hacia mí. Siento su corazón saliendo de emoción en su sonrisa. Cuando nació, lo cuidé como tesoro, porque los años se me estaban haciendo cortos para entregar tanto amor. Le dediqué tiempo, lo contemplé e hice de él lo que mejor pude. La muerte vino. Perdí tempranamente a mamá. Pero estuvo calma esa pérdida, la acepté con humildad.

La vida tiene tanta hermosura, tiene música. Escucho a Liszt. Me conmueve. En mi memoria sigo viendo al niño que estuvo a mi lado hace más de cuarenta años. Pienso en él dónde está, cómo es, si es feliz. Y pienso que quizá ese niño me eligió para ser mi hijo y que yo, secretamente, quise ser su padre desde el principio.
- Hijo, en el amor está todo el poder del mundo -  le dije una vez, aunque no sé si comprendió.
...
Mi padre alcanzó los noventa y cinco años de edad cuando murió. Yo traía el recuerdo del cuarto donde nos vimos por primera vez. Pero no le dije nunca nada, porque me di cuenta de que él ya lo sabía desde siempre. Cuando conversé con mamá esto, ella ya estaba enterada, porque papá tenía todo claro desde antes de que la vida nos trajera al mundo.
Alik Handru, microcuentista chileno.

domingo, 24 de abril de 2016

En memoria de Camus.



El descanso
En memoria de Camus.

Encontré un poco extraño el día. Hacía calor, pero ese calor raro de estos tiempos. Es el año 2016. Hay días en que ni me molesto en levantarme. Sólo miro el cielo de mi ventana. Los marcos no me limitan, la puerta, sí. He decidido hacer mis tareas lentas, para disfrutar el tiempo de cada gesto. Abrí la ventana para limpiar el aire. Algunos pájaros volaban por el cielo grato.

Me levanté. Me bañé. Me peiné para conocer mi futuro. Salí contento por la vida.
Era un día grato para caminar.
Era un día bueno para vivirlo.

En eso estaba cuando reconocí a mi buen amigo Albert. Le pregunté cómo estaba. Me contó un problema o discusión con su hija. No entendí mucho, pero me di cuenta de que él estaba tenso. Le conté un chiste para distraerlo. Él rió, pero aún estaba dominado por una rabia fuerte. Le dije que si lo acompañaba a su casa, que podía llevarlo en mi automóvil. Me dijo que estaba ocupado. Se fue.

Me sentí como una caricatura que camina silbando con esa música de orquesta colorida y alegre.
En realidad sí era colorido.

Mi día fue una larga caminata. Fue sano. Volví tarde a casa. Me vi a mí mismo acostado por días en mi cama. No había desorden. Había tranquilidad. Volví a mi sueño. Cerré los ojos sin preocupaciones ni miedos. Dormí y desperté sonriendo para continuar la historia feliz que estaba escribiendo.

martes, 23 de febrero de 2016

De "Fábulas para animales como usted" 30: Tortuga.


Tortuga

Caminaba la tortuga en medio de las patas de la mesa. Se movía rápido, contradiciendo todas las metáforas sobre su lentitud. Ella no podía medir el tiempo. Contemplaba la calma del lugar. En realidad meditaba todo el tiempo, pero ese descubrimiento aparecería siglos después en el entendimiento de la humanidad. Estaba caminando bajo una mesa en medio de un matrimonio de ancianos. Los dos comían una sopa para soportar el frío de la tarde. Yo los veía y no podía expresarlo, pero sentía el eco de su vida en la energía que me regalaban cuando me tomaban en sus manos huesudas para hablarme con cariño. Me dejaba querer como una hija feliz.

Yo percibía su alegría arrugada y pensaba: ¿Dónde se iba su felicidad? ¿Dónde quedaban resguardados los hermosos recuerdos de toda una vida? Y ahí se descubre mi naturaleza secreta: viajar por los recuerdos de la existencia. Entonces medité para contemplar recuerdos con el permiso divino. Vería el sentido de mi vida.

La mujer reía contenta. Sonreía mucho. Yo la notaba con ganas de vivir y descubrí el espíritu de su juventud atrapado en las ondas del tiempo. Vi a una joven con tantas ganas de vivir. Vi su primer beso en la adolescencia de sus mariposas. Vi cómo una hermana que nunca conoció fue echada a la selva por su apariencia reptil. Ella había sido una sobreviviente, una elegida para ocupar el mundo y aprender a ser fuerte, a pesar de ser la máxima expresión de la soledad humana. Le dolía más la soledad que la muerte. Tomaría decisiones para cambiar su destino de mujer abandonada a la mala suerte. Sacaría premio por su valentía.

El marido era un hombre huraño. No le gustaba hablar. A veces quería entregar cariño, pero se sentía débil, incapaz de controlar el desborde de su corazón. Vi que de niño aprendió a ser silencioso y rabioso. Había luchado por ser más locuaz o atrevido, pero su naturaleza fue la de ser un hombre indiferente, digámoslo bien: no le importaba nada. Había tomado muchas decisiones porque sí, sin reflexionar, eso le quitaba tiempo. Era solitario. Le costó encontrar mujer. Tenía ganas de ser como los otros muchachos que fumaban y se mostraban conquistadores con cuanta jovencita se les presentaba. No lo logró, pero conocería a la solitaria y única mujer que tendría cerca de los treinta y siete años. Lo único que hizo fue decirle:
- ¿Casémonos?
- Bueno. Veamos cómo nos lleva la vida.

Esta historia de amor se pone interesante. Puse atención a las líneas de tiempo del amor.
Sigamos:

Los dos quisieron aprender a amarse. Fue un proceso lento. Primero fueron unos besos tímidos. Después fueron con deseo. Eran jóvenes y estaban aprendiendo. Era como el colegio, pero aquí se podía repetir cualquier prueba hasta aprobar. Eso de los besos y los abrazos terminó en una intimidad que, más que sexo, buscaba descifrar el enigma del amor, de aprender, de saber cómo se ama, cómo se juntan dos para amarse, etcétera. Ella era una chica rara. Él tenía un ahogo en el pecho y no se liberaba de él. Pretendía, con sus manos ásperas, comprender a esta mujer de mejillas suaves que le enterneció el vientre y el corazón hasta ahora. Juntos aprenderían a quererse y a formar un hogar bonito para procrear una familia grande. Con ganas, corazón y compañía, salen frutitos todos los días.

 El amor es la fuente de la paz y de la bondad.


Salté en el tiempo. Vi que tuvieron dos hijas. Nacieron unidas, pero trabajaron arduamente por conseguirles la operación que las separaría. Sufrieron tanto con las niñas. Al principio –no lo dijeron, sino que lo pensaron- guardaron un silencio culpable. Algo habían hecho mal, algo no estaba bien con ellos. Él salió a caminar por ahí cuando me encontró. Me llevó a casa. No mentiré: metí bulla para que me dejara ir, pero me rendí. Yo creo que me vieron como una metáfora de su situación. Fui algo así como «la paciencia con patas». Quizá me vieron como un signo útil. He pasado hartos años con ellos. La familia ha crecido. Quería contar esto. En realidad la historia es larga, pero sólo quería decir que es interesante ser la mascota añosa de esta casa. No cuento más porque las tortugas y los ancianos estamos ocupados en asuntos que ustedes deben descubrir a su tiempo.

De "Fábulas para animales como usted 29": Mariposa.


Mariposa

Aún no amanecía. La mente de sus ideas estaba sin sentido. Entonces un hecho inusual: un pájaro enorme revoloteaba cerca de aviones. Las noticias cubrían el evento como si no hubiera desgracias horribles para alertar el miedo del público. Después el enorme pájaro desconocido era visto con águilas. Las enormes aves perdieron el orden de su naturaleza y dispersaron su reacción ante ese pájaro extraño. Él muchacho siguió la noticia hasta que escuchó el sonido de la lluvia sobre el techo de las casas. Corrió una cortina y estuvo en esta nueva pantalla de una realidad monótona. No quería estar solo. Esperaba que lo llamaran, no quería inspirar lástima u obligar a algunos de sus cercanos a tenerlo cerca. Esta soledad.

La lluvia cesó después de veintiún minutos. El sol salió fuerte. Una mariposa se posó en las flores y en su inquietud, revoloteando y provocando un movimiento de escape de los segundos iguales. Se dispuso a seguir a la mariposa que vio allá afuera. Las personas en tensión con frecuencia salen a caminar hasta agotar su malestar. Esta vez un muchacho sigue a una mariposa. La sigue como un hombre enamorado tras la única mujer que le recuerda la totalidad de su vida o el roce de su mano en la primera ocasión en la que fue permitido ese instinto.

La mariposa era la clásica variedad de alas amarillas. El día estiraba sus alas de tiempo y permitió este desorden de un chico que tenía la mente bloqueada un poco (suele suceder esto a cualquier edad y genera estados de pesadez mental insoportables). Él caminó tras ella por donde pudo. Pensó en una señal. En realidad esperaba que algo pasara, un milagro, un mensaje, un cambio en su vida. Había pasado bastante tiempo en cama haciendo nada, arrastrándose por el suelo de pura flojera, envolviéndose en las sábanas para hacerse dormir, levantándose el ánimo con una pataleta rebelde, como la mejor medicina anímica contra la irritabilidad.

Mejorar el ánimo es una orden que se obedece.

En el tiempo de la juventud, este hombre está contemplando la mariposa que se va hacia el cielo. Tiene diecisiete años y preguntas existenciales. La mariposa es su espíritu guiándolo al orden de la vida. Este joven mira el cielo hasta que le duelen los ojos. Se da cuenta de que ha hecho un viaje tonto. Mira el suelo, sus zapatillas gastadas. Cierra los ojos para tranquilizar su corazón. Ahora mira de nuevo y tiene veintisiete años y anda con unos zapatos más formales. Toma la decisión de retomar su trabajo. Camina de vuelta. Hay que cumplir con el jefe, hay que llegar a fin de mes, hay que comprender que se debe vivir en equilibrio con todas las obligaciones que hacen del mundo un lugar agradable para todos. Es fácil: ayuda que te ayudarás. Vuelve caminando a su trabajo. Conversa con un tipo sobre una noticia antigua acerca de un niño que había nacido con tres brazos. El otro le cuenta que se acuerda, pero que vio en un documental que le había amputado la tercera extremidad y ya era una persona normal que se dedicaba a escribir poesía en su pueblo cerca del mar.

La vida entrega señales para visualizar el futuro.

El hombre está en su jardín. Tiene treinta y siete años.

- Es un día hermoso. Mi hijo pequeño aprieta mi mano. Amo a la mujer que está aquí conmigo en silencio mirando la mariposa que se acerca sin miedo a posarse en mi mano. 

De "Fábulas para animales como usted" 26: Murciélago.


Murciélago

Estaba intentando estudiar. Abrió la primera página de un libro. Leí un poco y me dio sueño. No me concentraba. El padre entra a la pieza con furia brutal. Su exasperación me tira al suelo. Me insulta. Animal. El padre ha vomitado su rabia. Estoy ausente. La palabra honesta hiere el oído y la cara. Su resonancia pena hasta el último de mis huesos. El padre abre la cortina. No era moda ni introspección. La dilatación permanente de la pupila del hijo no soporta la luz. Es delatado por los ojos. Por favor. Criatura pálida. Lo tiene todo. Ha engañado la confianza. El territorio sagrado ha sido pisoteado. El viejo y el joven se enfrentan. El hijo cae. El padre es arrastrado al fondo de esa vergüenza. El hijo ha roto la regla del cuerpo. La sustancia ha destrozado ese lugar. Primero, la risa tonta; segundo, la lentitud física y mental; tercero, la memoria. El padre ha castigado ese rostro corrompido. La sangre contiene el veneno de la sustancia. Es un hijo extraño. El padre pierde lo mismo. Primero, la risa feliz; segundo, la paciencia; tercero, recuerdos bonitos. El hijo ha sido delatado por los signos. Estás castigado hasta el nacimiento.

Me miraron. No dijeron nada. Fue suficiente. Necesité mostrarme seguro en ese momento. Por dentro, me quemaba la boca del estómago. Salí a fumar. Estuve harto rato. Fumé cinco veces. El tiempo era lento en la maternidad. Me odio. Mi hija ha nacido mal. Lloré por mi fatídica nocturnidad. Me persigue o la sigo. Compré sustancia y licor. Caminé desabrigado, castigando mi cuerpo con el frío de la madrugada. La lejanía encontró mi refugio.

Le ha nacido una hija que no puede ser retratada. Huye. Su remordimiento conoce la causa de esa criatura incompleta que ha salido de un cuerpo, que ha crecido en un vientre, que ha sido procreada con amor. Culpable. Escóndete en el refugio de tu sombra. Sea un hijo la consecuencia de los actos de sus padres.

No se sabe cómo afectará una sustancia el cuerpo de un hombre, el cuerpo de una mujer, el cuerpo de una hija. La sustancia está viva. Porta muerte y caos en su viaje sanguíneo. No se disfraza. En el mundo, las culturas mínimas están prohibidas para nuestra protección. La mente lo sabe. Los consejos de la gente nos recuerdan aquello que hemos olvidado cumplir según la medida de nuestro bien.

La madre lo había seguido antes a ese lugar. Es un secreto para el padre. Lleva un chaleco. Detente. La rapidez es sorda. Ha sido hallado. Vamos. Estaba en las vías férreas. Muévete. Un túnel ampara su palidez. De niño odiaba la luz. Qué hice mal. La madre toma la botella, la quiebra. Le pega una cachetada a esa borrachera. Abrígate. Es tironeado por esta mamá. Reacciona. Báñate, aféitate. Cámbiate ropa.

La ignorancia no quita la responsabilidad de los daños.

Camino recorrido, camino superado. Un hombre limpio por fuera espera su limpieza por dentro. Habrá tiempo para eso. Los padres endurecen su control. Las reglas de una vida correcta comienzan más tarde. Te habrás sanado. De vuelta en casa, serán quemadas las cortinas, revisados los cajones y dado el último golpe de conciencia merecido. De lejos, parece una familia normal, asistiendo al nacimiento de un primer nieto. La costumbre es olvidar los errores de la vida por breves segundos para celebrar aquellos momentos alegres que tanto cuesta ganar.

Siete años. La hija descubre el amor de un consejo:

- Los padres quieren que seamos buenos. Luchan para que no seamos tocados por el mal. Por eso nos mienten o nos ocultan cosas a lo largo de la vida. A veces las descubrimos por accidente, por confesión o por malicia familiar. Decidí no hacer preguntas dolorosas. Recibiría compensación a mi tiempo. Cuando se cuestiona mucho, uno puede terminar sin creer en nada ni en nadie. 




De "Fábulas para animales como usted" 22: Luciérnaga.



Luciérnaga

Algunas personas parecen no tener sentido ni importancia. Pero la tienen. Ella se agita con esta reflexión. Ha sido criada como una niña culta. Cumple sus obligaciones diarias. La desconciertan la pereza, el desánimo y las malas acciones de los demás. Ellos no se dan cuenta de sus actos. Abre su mente. Se orienta con sentido común. Concluye con sabiduría: todos cumplen una función.

Está satisfecha. Ha hecho surgir una idea nueva para el mundo. Abre la ventana. Ahoga un grito. Se concentró en su reacción. Era la primera vez que veía una luciérnaga. Y sería una sola vez en su vida. Sus manos acompañan el vuelo del insecto. Vería extraños fulgores más adelante. Serían señales que la guiarían en la trayectoria de sus decisiones. Admite presagios.

Algunas personas nacen con el propósito de ser un efectivo mal ejemplo que no desearíamos imitar.

Dos años después se aburre de ser la señorita perfecta. Su padre advierte esta rebeldía. Para él no es grato aceptar estos desatinos de libertad, pero su mujer le dice que es la edad. La chica explica. Cada uno elige la fuerza de su resplandor. Disfrutaría el presente con la libertad del azar. Los padres escucharon sin interrumpir. Se sintieron seguros. Confiaron en ella.

Se hizo espontánea. Rió sin analizar, sin juzgar. Fue a fiestas. Besó por primera vez. Se sintió amada por un chico deslumbrante. Descubrió instintos. Exploró sentidos dormidos, pero estableció límites. Él la hacía sentir especial. Conversaba temas complejos o se hacía el gracioso a falta de ideas. Lo escuchaba desahogar sus problemas. Esperaba que él tomara decisiones. No lo interrumpía ni lo forzaba a nada. Eso lo había aprendido de su padre. Lo recordó, porque su madre decía que una mujer busca a su padre en el hombre que ama. No le dio importancia. Pasó buenos momentos con él. Se entretenía mirando esos destellos púrpuras que a veces lo acompañaban.

Lo quiso mucho. Los dos se ayudaron en lo malos momentos. El peor fue su enfermedad. Él partió de este mundo cuando ella aceptó que una buena historia de amor es aquella que perdura en la eternidad. Lo lloró lo apropiado. Esperó el año de los muertos. Él cumplió su penitencia. El destello de su alma ascendió velozmente al cielo de su paz. Ella lo vio. Creyó en la otra vida.

Las luces más necesarias fueron las de su parto. Claro que volvió a enamorarse. Retomó los pasos de los días con sosiego. Los ojos de su hijo brillaban. Eran transparentes. El padre se dedicaba a la energía solar. Lo quiso de inmediato. Fue su sonrisa. Ella no pudo evitar devolvérsela. Si brillaban sus ojos, sería feliz con él. Eran las señales. Se quedó con él a pesar de su obviedad. Lo importante era su luz. Le gustaba hacerle cariño en sus mejillas de hombre comprensivo. Hay pocos. La cuestión es que la gente buena existe.

La noche que creyó era su última vez como ser humano, ella encendió una vela y la dejó en medio de un plato con agua para no provocar un incendio. Pidió relucir en el cielo. Se colmó de estrellas esa noche. Pero no se fue por el túnel de luz como dicen los que han vuelto de la muerte. Hizo un gesto de conformidad y apagó la vela con los dedos. En una visión le llegó conocimiento: aquellos que portan luz viven muchos años para ayudar a los demás a no extraviarse en los penosos confines de la oscuridad. (Es un premio misterioso. Otras veces se vive muchos años sufriendo para pagar errores del pasado en vida). No podía quejarse. Aguzó la mirada y pudo ver, como cualquiera, la luz que emanaba de sus manos. Lo hacía como un juego desde la niñez. Acarició el rostro del hombre que amaba. Logró dormirse. En sueños, la luz de su cuerpo salió volando para convertirse en una hermosa estrella de su cielo astral. 

De "Fábulas para animales como usted" 17: Oveja.



Oveja

La niña no dormía por el insomnio. Estaba agotada. Los pensamientos, las preocupaciones, las angustias, las memorias, impedían el descanso al cuerpo de su mente.

Pidió ayuda. El pensamiento solucionó esta ansiedad. Allí saltando, allí visitándola, contó mil setecientas ovejas monótonas, las que perdieron la cuenta ante el esfuerzo infinito de enumerarse para sanar a su amada e insomne niña creadora. (Ellas aparecieron por ser una antigua creencia arraigada en la mente colectiva).

Las ovejas dibujaron paisajes relajantes para frenar el insomnio, porque aprendieron que no era sano mantener activo el cerebro mientras se dormía. Las ovejas paseaban por un prado de flores azules. El paisaje fue calmando a la niña mente. Las ovejas la seguían. Ella creaba conexiones a cada paso. Pensaba. Era inevitable.

Ella era la mente de un joven. Sus cualidades eran ser briosa, reflexiva y minuciosa. Él quería encontrar su camino. Quería vivir intensamente, amar, ser feliz ahora y en el presente, sin luchas, sin esfuerzo. Ella le envió algunas ideas por el túnel de los pensamientos. Él las desechó.

La solución le concernía a un otro. La mente se vio acompañada por el espíritu del joven. Ambos conversaron acerca de qué debían revelarle. La autoridad del espíritu es obedecida por la mente. El espíritu es prudente, sabio y un gran terapeuta. La mente comprendió que al joven aún le faltaba vivir hechos trascendentes para aprender las lecciones de su paso por el mundo. El espíritu dijo la palabra espera. Ella miró el paisaje florido y descansó en su paz mental.

La paciencia multiplica los buenos resultados.

En la mañana, aún oscura, el joven despertó perezosamente, sintiendo que era demasiado temprano, que no quería hacer nada, que aún tenía sueño, que quería flojear, que no entendía por qué había que hacer esto y aquello, que no quería ser parte del rebaño de personas que no se cuestionan nada. En otras palabras, amaneció odioso. Esa mañana era fría y se puso una bufanda de lana, un chaleco de lana y un gorro de lana.

Partió de su casa en el campo distante una media hora de la ciudad. Poco a poco sintió calor. Pensó que no debía rendirse, que esa mañana podía lograr lo inimaginable. Tomó el bus de todos los días. Había avanzado un poco cuando un pastor con un montón de ovejas que lo seguían interrumpió el viaje. Los demás pasajeros iban callados y no se alteraron con la tardanza.

Se calmó su mente. Su espíritu le entregó una sabia respuesta a la inquieta pregunta de sus días: una gran vida está compuesta de todas las otras nobles vidas que nos rodean. Estuvo con la cara deslumbrada un rato sin oír el motor ni los balidos. Cuando volvió de su meditación fabulosa, contó las ovejas para comprobar si eso daba sueño como decían por ahí. Eran treinta y nueve ovejas. Bostezó un poco, se relajó con el paisaje y miró hacia el futuro por el parabrisas en esa pausa marcada por una certeza definitiva.

De "Fábulas para animales como usted" 16: Elefante.



Elefante

Esa mañana lo vimos caminar despacio. Daba pasos torpes y pesados. Se veía decaído con su traje gris. No quisimos interrumpirlo en su trayecto. Se despidió. Luego supimos que había dejado la empresa.

Él había ocupado un lugar destacado en la oficina. Era muy respetado. Siempre fue simpático y se hizo querer por los empleados, quienes entregaban reverencia inusitada a un hombre cálido en su hablar y amable en sus gestos de abuelo longevo.
Recordé la historia de un sobreviviente a una bacteria que infectó sus intestinos en una intervención quirúrgica. Fue una tarde, fumando con este tipo que hablaba de cómo le vaciaron las tripas para lavárselas por el contagio, cuando escuché su caso. Él tipo habló de esto como si se le hubiera caído un pelo. Me dijo que un hombre podía saber mucho, pero si no tenía carácter, no llegaría a ninguna parte, menos sobrevivir a la muerte como él.

- Conozco a un imbécil que sabe más que cinco ignorantes declarados, pero él depende de sus órdenes. Lo mandan con esa saña del bruto que goza con el poder insolente.

Yo era un desilusionado de treinta y nueve años cuando escuché a este hombre. Me hipnotizó esa idea y me propuse ser importante y tener fortuna. Convencí a unos cuantos amigos de montar una empresa de construcción e hicimos nuestras primeras casas. Nos fue bien. Ganamos respeto. Decidimos levantar gradualmente edificios de dos pisos y más.

Esperamos, estudiamos y desarrollamos proyectos más desafiantes. Nos transformamos en una empresa inmobiliaria. Reuní socios. Comprábamos terrenos y hacíamos departamentos. El dinero llegaba lentamente, pero no dejamos de hacer los primeros trabajos humildes. Éramos agradecidos de la gente. Hice millones para todos y para mí.

La fortuna merecida llega poco a poco.

Él miró hacia atrás para recordar el rostro de todos sus empleados, pero intuyó que el movimiento traería un inevitable accidente. Lo hizo igual. Cayó desvanecido. Lo recogieron unos guardias y lo llevaron a un hospital. Despertó sobresaltado en una camilla. Abatido, cerró los ojos y durmió hasta las once de la noche. Abrió los ojos por una hora. Rememoró lo que había sido su vida: un soporte para este hermoso mundo, para muchas vidas. También se entusiasmó con lo que haría mañana: visitaría con sus nietos el zoológico para que conocieran a un elefante recién nacido que había despertado la curiosidad de los niños.

Estaba contento. Quiso moverse un poco. Se levantó para distraerse de su reposo. Alzó la vista. Sintió pena por la pobreza de las personas que vio por la ventana al otro lado de la calle. Pensó en ayudarlos. Lo hizo por años. Suspiró fuerte. Su cuerpo viejo y arrugado no tenía fuerzas para tanta hazaña por ahora. Había prioridades. Se preocuparía de su salud. Dedicaría tiempo a su mujer, a sus hijos, a sus nietos y a los que quería en la vida que se le iba, pero no se quejó, porque ya lo sabía. Tuvo sed. Bebió agua, agradeció el amor que habitaba su enorme corazón y se echó a dormir esperando recuperarse de la nostalgia.

De "Fábulas para animales como usted" 12: Mono.


Mono

Él mono debía dibujar un círculo en una pizarra. Fue premiado con una fruta por su respuesta. Repitió el experimento mil veces para resolver las inquietudes de un científico. El mono lo veía pensar, rascarse la cabeza, fruncir la boca, copiar la gestualidad del animal que dominaba su razón.

Los años pasaban para el mono sin ningún progreso. A escondidas, miraba por una ventana. Observaba los árboles meciéndose. El científico envejecía. Su experimento continuaba. Vino la prueba para el mono: dibujó un árbol. El científico, desconcertado, determinó que no experimentaría más con monos que dibujaban árboles en vez de círculos. Aburrido y cansado, renunció a su insistencia.

Es difícil satisfacer los deseos de todos.

El científico abrió la jaula de sus obsesiones. Liberó al animal. Su rebeldía humilló a la ciencia. El discurso del loco no tiene validez, así que al hombre lo despidieron por echar a perder años de investigación.

- Se ha forzado la evolución de este animal. Esta transgresión a las leyes de la naturaleza es inadmisible – declaró.

El mono miró al científico desde las ramas de allá afuera (decir miró es una especulación sobre la inteligencia animal). Su escapatoria seguía un mapa susurrado por el oxígeno de los árboles.

Allá adentro, el hombre dio explicaciones geniales. Allá lejos, el mono bailaba en su libertad. Mono y hombre fueron libres de ataduras forzosas e inútiles.

Una mañana el científico despertó conmovido con un dibujo hecho en el vidrio de la ventana que daba a su jardín. Salió a ver si era una broma. El hombre estuvo de pie esperando un acontecimiento excepcional, un cambio, una revelación, un descubrimiento, un signo. Experimentó esa agradable paz de saber que cada elemento ocupaba el lugar adecuado en el mundo. Volvió a acostarse. Los monos imitan muy bien los comportamientos humanos cuando quieren bromear y experimentar con la inteligencia humana.

De "Fábulas para animales para usted 11: Cocodrilo.



Cocodrilo

Él convencía con sus historias conmovedoras. Sus artimañas eran efectivos lenguajes de persuasión. Dominaba conciencias. La miseria produce compasión expiatoria en el alma humana. (Se cree con seguridad que una sola moneda compra y borra la culpa de las maldades cometidas). También lloraba, derramando lágrimas en el torrente del espectáculo.

Adivinaba sus presas. Su lengua saboreaba deliciosa confianza. Sus dientes encajaban en los otros cuando sonreía su oscura rapacidad. En la primera oportunidad, mordía el cuerpo emocional de sus víctimas y las arrastraba hacia la muerte. Al terminar la embestida, se relajaba echado al sol.

Las emociones negativas son animales salvajes: a veces no se pueden controlar.

Su oscuridad no le permitía razonar. Rechazaba la vida. Un horrible subplano lo atraía para que habitara su monstruosidad. Era su destino. Porque no tenía vuelta. Porque nada se podía hacer con él.

La Vida contaba esta historia delicadamente para no asustar a los más sensibles. Con sabiduría, cambiaba el final según sus oyentes:

- Lo más honesto que podemos hacer es reconocer nuestras imperfecciones y nuestra naturaleza fragmentaria. ¿No nos ponemos bajo un árbol frondoso cuando hace calor? Debemos aceptar que necesitamos amparo y también entregar cuidados. Veremos otro final para esta criatura:

«Ya no razonaba, sentía, quería vivir. Se abrió su mente y fue enviado amor para colmarlo de virtud. Esta cualidad lo elevó. Meditó el bien y regresó a su origen. Fue llamado hijo recién nacido por la madre. Volvió a ser el hijo mimado de su padre».

El ojo interior buscó sabiduría y fue hallada.

- Este final me gusta más, porque se parece más a mí - dijo la Vida.

Los oyentes suspiraron aliviados.

martes, 9 de febrero de 2016

De "Fábulas para animales para usted" 5: Pájaro.

Pájaro

Cierra los ojos. Es un niño que pide un deseo: volar como un pájaro. Grandioso. El universo está de acuerdo. Pelean algunas criaturas aladas que discuten el caso. Se otorga lo que el muchacho pide. Sus ojos son cerrados. Plumas nacen de sus brazos largos. Él resiste el agudo cambio. (Transformar la naturaleza del cuerpo es un asunto obsesivamente humano. No hay conformidad con el cuerpo ni con la singularidad de la existencia otorgada).

El niño aletea vigorosamente. Mira el suelo, mira el cielo. Los primeros vuelos son caídas ansiosas. Respira y trina. Descubre el propósito oculto de su cambio: la libertad. Vuela en su habitación. Se independiza de esas murallas, de la gravedad cansada de sus pies tocando el suelo. Sale a recorrer montañas. Se imagina siendo más grande que ellas, más intenso, más necesario para sí mismo. Vuela con máquinas; planea con águilas; cae con las gotas de lluvia.

Vuelve a casa. Sigue amando sus hábitos. Revolotea. Emite un sonido alado. Aterriza. Su familia no sabe si debe acostarlo o encerrarlo en una jaula. Cuesta acostumbrarse a este niño que se va a cualquier parte sin pedir permiso.

La adaptación a los cambios otorga madurez y sabiduría.

Evoca el hombre en sus memorias:

- Tengo recuerdos imborrables de mi experiencia. En el tiempo mágico de la niñez no existen normas, sólo ganas de ver el bien en todo el mundo exterior y más intensamente en el mundo interior. Ambos mundos son infinitos. 

De "Fábulas para animales como usted" 4: Cerda.

Cerda

Una niña alimenta cerdos. Los adora. Están gordos y moviéndose. Le llama la atención el sonido de sus hocicos revolviendo los vegetales que muerden incesantemente. Ella desconoce la mecánica del hambre. Mira, copia, simula masticar un alimento delicioso. Sus dientes resuenan con la fricción de la saliva. Aún es de mañana, el frío es agradable y no hay mucho sol. Se oyen aletear pájaros por el paisaje celeste. Una brisa danza en medio de los arbustos, de los conejos y de los gatos que corren por el campo. Es un día tranquilo para cerrar los ojos y dormir. Pero hay una niña que mira unos cerdos alimentándose.

Ella no experimenta el desagrado del asco ni el rechazo por estos animales destinados al sacrificio. Lejos, se oye el murmullo de la muerte. Un cuchillo es alzado en una mano que no quiere hacer lo que debe hacer. Es un hombre que borra la conciencia de su acto brutal. Es el padre de una niña. Y es el esposo de una mujer que prefiere cortar vegetales para evadir la fatalidad de ese mediodía.

La niña es puesta a jugar en su pieza. Pasa unas horas en su universo.
El padre camina y detiene su respiración. Empuña. Sacrifica.

Más tarde, la carne está sobre la mesa. Se ha preparado el almuerzo en un orden ritual. Un trozo ocupa el plato infantil. La niña acaricia la carne en el plato; luego, se come el trozo completo.

Se debe renunciar al amor cuando es imposible.

La niña ha crecido y recuerda:

- A esa edad yo no advertía que el músculo del animal era comida. Cuando analizo fríamente la realidad, admiro la falta de piedad de mucha gente, incluyendo la de mi padre, como requisito no pronunciado para matar. Hay dolor, pero es parte del equilibrio. Algunos hechos ocurren para ser comprendidos según cada uno. 

Por Alik Handru, microcuentista chileno.

jueves, 14 de enero de 2016

De "Fábulas para animales como usted" 2: Lobo.

                Lobo

Invité a mi hijo al bosque. Le enseñaría a cazar lobos. (Aquella sangre salvaje no permitía la interpretación de los instintos). Las hojas de los árboles chocaron entre ellas con timidez. Yo no las escuchaba. No alteraría las circunstancias. El viento era frío, poderoso, calmo. Esa fuerza concedía paz a nuestra agitación. Los lobos girábamos en nuestro propio centro. El olor humano punzaba nuestro olfato animal.

Los mensajes del aire nos impulsaron. Caminamos. Acechábamos estrategias, posibilidades, peligros y triunfos. Habíamos convenido sacrificar al niño sin la lástima humana. Nuestra especie no conoce ese detalle. El cosmos estaba tenso. (Todos caminaban; todo se movía). Mi padre siguió unas huellas. Debí interpretarlas como presagios antiguos. Al llegar al final del rastro, unos lobos aullaron.
- Padre, hijo, estamos rodeados de ti. (Se oyó un cántico de duelo).

Los sonidos grises y rasgados ocultaron la claridad del bien. Abandonamos escondites y nos lanzamos sobre el hijo del cazador. No se vio el final.

La muerte no elimina el sufrimiento.
La muerte termina con algunos sufrimientos.

Meditó el padre en su vejez:

 - Mi dolor lo superé –dijo a sus propias lágrimas. Se comparaba a las bestias salvajes e intentó olvidar su humanidad para transformarse en una de ellas. El rencor le carcomía los huesos. Pero, más intensa que este resentimiento, era la espera de una vida mejor. Su hijo contemplaba esta resignación en su cielo casi perfecto, porque recién iba en el primero de siete.


Por Alik Handru, microcuentista chileno.

De "Fábulas para animales como usted" 1: Pulpo

Pulpo

El niño nació para vivir. Saludó al mundo con tres brazos en ese penoso silencio del parto clandestino. La sangre no calmó el frío que lo apartó de sus padres. Su cuerpo era miedo, un absurdo animal no imaginado. Frente a frente y los ojos en el niño, los padres caminaron esa madrugada. Vislumbraron un muelle en un lugar perdido. El acuerdo lo confirmaron sin palabras remordidas. Lo lanzaron al mar. Cayó en el olvido.

El niño flotó delicadamente en las aguas verdes. Fue mecido por el mar hasta acercarlo a un bote, una isla de madera habitada por unos hermanos pescadores. Ellos, con sus brazos amables, lo acunaron en sus redes. Pensaron que era una criatura nueva del mar. Callaron su asombro. Lo rescataron y lo acomodaron sobre la cubierta. El niño abrió los ojos y lloró como si se hubiera muerto de soledad natural. Luego bostezó y se durmió con familiaridad. Los pescadores lo llevaron ante su anciana madre. Ella dejó caer dos lágrimas. Secó el dolor e hizo un gesto para que le hicieran un lugar. Hubo silencio y aceptación en esa casa.

Ella lo crió como cualquiera de sus hijos. Le enseñó a hablar firme, a leer, a pensar, a ser fuerte y a pescar. Sus hermanos lo querían más que a sí mismos. El niño creció prodigiosamente y alcanzó a sus hermanos en existencia. Vinieron las olas y la corriente de la vida. El agua salada de sus ayeres lo amó. El azul le facilitó flotar, nadar, mirar horizontes. Vaticinó su futuro. Su vida fue venerada por el oleaje. Creció fuerte su sol, firme la roca de sus convicciones. Ante el mar, el pulpo se colmó de humanidad.

Uno no se puede negar a sí mismo una mejor vida.

Y dijo él, contemplando su propia voz:

- Ante mi propia vida desolada estaba la magia, el clamor de mi espíritu animándome a vivir. Mi corazón se llenó de mis hermanos protectores. (Madre, floté en mi oportunidad). La tierra caminó mis pies. Comencé mi vida marina. La poesía y la ciencia forjaron el resto de mi felicidad.

Por Alik Handru, microcuentista chileno.