Aventura

Literatura, naturaleza y emoción.
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lunes, 23 de junio de 2025


El cuerpo sólido
Alik Handru, microcuentista chileno.


Tú habitas esa pared de huesos y piel, de sangre emotiva y de carne.

Hoy fuiste al supermercado y compraste naranjas y un chocolate amargo. Caminaste por esos pasillos y chocaste a algunas personas. Querías dejar de pensar y lo lograste. Empezarías de nuevo la vida habiendo olvidado toda la anterior. No se puede.

Conectaste con alguien que te llamó la atención y le hablas a veces. Sabes que te desea y tú ya te enamoraste. Caes en ese sosiego del placer, de verle la cara por la pantalla del teléfono y de escuchar que habla y habla hasta que logras interesarte en sus temas. Pero no: tú sólo quieres que te quieran y sueñas con todos los mimos y palabras que siempre estuvieron ausentes cuando más lo necesitabas. No puedes volver a atrás. En esos ojos que te tocaron no puedes disimular la soledad. Sé qué me dijiste que buscabas el amor, esa media mitad prometida en la mitología que aprendiste en tus primeros saberes. Buscas el ideal, alguien perfecto y que corresponda con tus propias formas, como un espejo que repite todo perfecto y tal como es. Yo te quiero feliz. No pongas tantas condiciones.

Hace días empezaste a aislarte de nuevo también. Quieres que todo te llegue a la puerta como si fuera un sueño lleno de posibilidades. Amas los sueños, sientes que te dicen algo del futuro, pero sólo te muestran tu estado actual. Yo sé. Ya tienes tu soledad y sientes que eso es lo correcto y lo mejor, pero hay una parte de ti que sabe que no, que necesitas salir y hablar y formar amistades perfectas e imperfectas. No pidas lo que no eres.

En la televisión, ves una serie de muerte y de reencarnación. Te gusta que el personaje muera para volver a nacer y a hacer las cosas mejores. La sientes como parte de ti, como una parte de tu propio cuerpo. La historia te seduce y amas todo lo que ves. Te gusta el sufrimiento. Te hace reflexionar. Los personajes sufren y tú siente que tu dolor es más fuerte. Apoyas el llanto de los protagonistas y casi lloras. Es empatía y viene la antipatía. Hay música de piano. Siempre quisiste aprender piano, pero no concretaste. Ojalá lo retomes. Pero tu inspiración se desvanece al recordar que dejaste de querer a algunos cercanos que tocaban el piano. No sabes si los odias ni tampoco quieres saber si los perdonaste, porque no están ahí contigo apoyando tu estado ausente. Sientes que ellos te han quitado la pasión por la música. Eso es un detalle consciente. Ellos ya no son tu luz. Ellos son luz de otros lados y de otras personas. Ya apaga ese resentimiento. Duerme, es de noche.

Te desvelas. Yo te digo: no puedes salir. Estás en este cuerpo. No es definitivo, claro. Sabes que debes estar alerta. Una emoción muy mala puede provocar alguna enfermedad terrible. Sabes secretos que a nadie le importan. No debes sobrepensar. Pero te cuesta y luchas con tus obsesiones hasta la derrota. Buscas sacarlas de tu mente como si pelearas a muerte con ellas. Si usaras un arma sería un alivio inmediato. Que no te ganen la pelea esas rabias ni esas tristezas. Son gusanos que corroen el cuerpo hasta matarte.

Esta noche te apoderas de energía para lograr tu paz. De eso se trata todo. Cuando sabes la verdad y la tuya también, te relajas. Sé que quisieras haber sido más inteligente y fuerte. Hay tanta imperfección, tanta incredulidad, que fuiste parte de esos errores. Lo bueno es que no lastimaste con odio ni con venganza. Deja ser. A veces tendrás que rendirte para salvar tu vida. Te duermes ¿Te aburro? Quizá sólo te he relajado de tanto hablarte. Duerme. Duerme, espíritu. Descansa un rato.

Eres importante. Sé que quisieras trascender más allá de lo posible en este mundo, pero es tan corta la vida, que más vale reír y bailar y amar sin medida. Comprende: el fin es desconocido, el fin es una sorpresa. Deja que el agua del río te lave los pies. Deja que todo sea. No te quejes. 

Estoy contigo para traerte calma. Yo soy dos veces. Te amo y prometo amarte siempre. 

Las cortinas dejan entrar la luz y el calor del sol te anima.
Es hora de vivir un nuevo día.

Despierta.

domingo, 24 de abril de 2016

El pensamiento


El pensamiento

Un hombre se levantó temprano. Miró la belleza de su mujer acurrucada en la cama. Cerró la puerta de la habitación. Salió al patio. El sol de las diez de la mañana de ese domingo le hizo bien a su calma. El hombre pensaba: uno es un pensamiento, uno está hecho de la suma de muchos pensamientos. Entonces imaginó que sería un día agradable y lo creó. Su mujer se levantó. Preparó un desayuno. Vio al hombre y creyó que estaba angustiado. Preparó té y pan tostado con queso fresco. Lo llamó.
- Ven. Hace frío.
He hizo frío. El hombre sonrió. Después hubo calor. La mujer había realizado lo que el deseo del hombre había creado.
- Te amo – declaró él.
Y hubo amor ese domingo y todos los días venideros. Así pasó el tiempo, pensando que todo iba a estar bien. Y estuvo todo bien, desde el cuerpo hasta la mente, desde los problemas cotidianos, hasta los conflictos sociales. El hombre se dedicó a estar bien y se hizo eterno.

Los hombres buscan problemas en vez de soluciones. Allí donde se ve todo mal, en realidad está todo esperando ser apreciado, porque el hombre hará del mundo lo que sea que esté pensando.

martes, 23 de febrero de 2016

De "Fábulas para animales como usted" 28: Sanguijuela.


Sanguijuela

La niña las había amansado en los surcos que formaban las costras de sus brazos. Las llamaba por su nombre. La sangre era el alimento sagrado de esta madre salada. Duermen en ese reposado cuerpo esquelético. Ella se queda quieta. Las cejas se curvan.

Esa rabia, mamá.
- Cállense.

Lucha por ellas. Le ayudan a sobrellevar el dolor. Son sus hijas. La niña toma nuevamente el filo de su navaja y corta. Gotea el líquido rojo por su piel blanca.
- Coman.

Ellas arremeten ante el sacrificio.

El gesto la apasiona. Son dos meses de deterioro. Lo hace dos veces al día para comprobar su eficacia. Debió irse el dolor. No, no desaparece. De alguna manera podría deshacerse de él. Las criaturas chuparon la sangre con hambre insaciable. La niña, que toma el filo para cortar esos brazos blancos, esas piernas blancas, corta de nuevo. Las sanguijuelas se le pegan a toda velocidad. Esos dientes clavados no le causan daño. Las sanguijuelas son engañosas. Ella sigue creyendo que se llevan el dolor. En realidad, le contagian más llanto y más ganas de morir. El maquillaje las oculta un poco.

Los problemas crecen cuando se alimentan de desesperanza.


En una noche de culpa, suben por sus pies y le perturban el sueño. Se pegan firmes. Descubre las intenciones de las criaturas. Mátate. La niña recapacita horrorizada. Patalea, ruega por su vida. Viaja a su interior. Es largo el trayecto. Activa su luz. Vuelve. Abre los ojos. El cansancio, la pérdida de sangre mancha las sábanas. Enciende la luz. Está llena de asquerosas sanguijuelas. La luz las ahuyenta. La niña corre al baño. Abre la ducha y se baña. El jabón es áspero, pero útil para sacarse las costras del cuerpo marcado con una mala historia. La noche abandona su peligro. La niña soporta el insomnio. Sale el sol. Aparece la calma. Golpea una puerta. Se abre. Mamá me mira. Papá toma la mano de mamá. Terminó. Es de día. Ellos tampoco habían dormido. Me recosté en medio de su espera. Me hicieron un refugio. Me cubrieron y pude dormir. El daño dejó de vivir en mí. Fue abortado. Ya no hablo de él.

De "Fábulas para animales como usted" 26: Murciélago.


Murciélago

Estaba intentando estudiar. Abrió la primera página de un libro. Leí un poco y me dio sueño. No me concentraba. El padre entra a la pieza con furia brutal. Su exasperación me tira al suelo. Me insulta. Animal. El padre ha vomitado su rabia. Estoy ausente. La palabra honesta hiere el oído y la cara. Su resonancia pena hasta el último de mis huesos. El padre abre la cortina. No era moda ni introspección. La dilatación permanente de la pupila del hijo no soporta la luz. Es delatado por los ojos. Por favor. Criatura pálida. Lo tiene todo. Ha engañado la confianza. El territorio sagrado ha sido pisoteado. El viejo y el joven se enfrentan. El hijo cae. El padre es arrastrado al fondo de esa vergüenza. El hijo ha roto la regla del cuerpo. La sustancia ha destrozado ese lugar. Primero, la risa tonta; segundo, la lentitud física y mental; tercero, la memoria. El padre ha castigado ese rostro corrompido. La sangre contiene el veneno de la sustancia. Es un hijo extraño. El padre pierde lo mismo. Primero, la risa feliz; segundo, la paciencia; tercero, recuerdos bonitos. El hijo ha sido delatado por los signos. Estás castigado hasta el nacimiento.

Me miraron. No dijeron nada. Fue suficiente. Necesité mostrarme seguro en ese momento. Por dentro, me quemaba la boca del estómago. Salí a fumar. Estuve harto rato. Fumé cinco veces. El tiempo era lento en la maternidad. Me odio. Mi hija ha nacido mal. Lloré por mi fatídica nocturnidad. Me persigue o la sigo. Compré sustancia y licor. Caminé desabrigado, castigando mi cuerpo con el frío de la madrugada. La lejanía encontró mi refugio.

Le ha nacido una hija que no puede ser retratada. Huye. Su remordimiento conoce la causa de esa criatura incompleta que ha salido de un cuerpo, que ha crecido en un vientre, que ha sido procreada con amor. Culpable. Escóndete en el refugio de tu sombra. Sea un hijo la consecuencia de los actos de sus padres.

No se sabe cómo afectará una sustancia el cuerpo de un hombre, el cuerpo de una mujer, el cuerpo de una hija. La sustancia está viva. Porta muerte y caos en su viaje sanguíneo. No se disfraza. En el mundo, las culturas mínimas están prohibidas para nuestra protección. La mente lo sabe. Los consejos de la gente nos recuerdan aquello que hemos olvidado cumplir según la medida de nuestro bien.

La madre lo había seguido antes a ese lugar. Es un secreto para el padre. Lleva un chaleco. Detente. La rapidez es sorda. Ha sido hallado. Vamos. Estaba en las vías férreas. Muévete. Un túnel ampara su palidez. De niño odiaba la luz. Qué hice mal. La madre toma la botella, la quiebra. Le pega una cachetada a esa borrachera. Abrígate. Es tironeado por esta mamá. Reacciona. Báñate, aféitate. Cámbiate ropa.

La ignorancia no quita la responsabilidad de los daños.

Camino recorrido, camino superado. Un hombre limpio por fuera espera su limpieza por dentro. Habrá tiempo para eso. Los padres endurecen su control. Las reglas de una vida correcta comienzan más tarde. Te habrás sanado. De vuelta en casa, serán quemadas las cortinas, revisados los cajones y dado el último golpe de conciencia merecido. De lejos, parece una familia normal, asistiendo al nacimiento de un primer nieto. La costumbre es olvidar los errores de la vida por breves segundos para celebrar aquellos momentos alegres que tanto cuesta ganar.

Siete años. La hija descubre el amor de un consejo:

- Los padres quieren que seamos buenos. Luchan para que no seamos tocados por el mal. Por eso nos mienten o nos ocultan cosas a lo largo de la vida. A veces las descubrimos por accidente, por confesión o por malicia familiar. Decidí no hacer preguntas dolorosas. Recibiría compensación a mi tiempo. Cuando se cuestiona mucho, uno puede terminar sin creer en nada ni en nadie. 




De "Fábulas para animales como usted" 25: Jirafa.


Jirafa

Ella sabe que es muy alta y muy delgada. Cuchichean, se burlan de su apariencia. Y las manchas. Esa pigmentación camuflada con cremas desde la infancia por mamá y papá. Ella soporta estas molestias. No responde a torpezas de adolescente. Ella cree que los modales de respeto no han entrado en esos sesos de mono. Ríe con pesadez. La costumbre de molestar está casi extinta. Pero si naces diferente, olvídalo. Aunque esté en el más caro de los colegios privados, tu vida puede ser un infierno.

La primera fotografía significativa que le tomaron fue en la playa. Estaba con unos amigos paseando en el balneario. Se unió otra gente. Se protegía con un quitasol obligatorio que ocultaba por completo su delicada piel. Un chico desconocido, de estatura regular, descubrió su belleza. Su cuello era grueso. A ella le encantó. Él se dio cuenta de inmediato, pero la evitó, no se diera cuenta de que también le atraía. Cambió la voz, fingió que le interesaba otro tema. En fin, aquella tarde conversaron mucho y se besaron una vez. Se tomaron una fotografía. Está enmarcada en su pieza. Es una imagen invaluable.

Los malos momentos serán compensados con hechos sorprendentes.

Crecen juntos. Es una linda pareja. Se nota eso que suele llamarse el amor de mi vida. Hablan mucho. Él le pregunta por qué prefiere estar sola. Ella le dice que sus amigos son aquellos que la hacen crecer como persona y que los que quieren verla disminuida son gente sin importancia. Él nota su problema, pero para él ella es mi amor, mi vida. La protege sin restarle independencia. Ella lo sabe, no es tonta.

Gracias a él decidí probar un espejo para maquillarme. Me arreglé un poco. Ningún hombre me había mirado como él. Me sentí tan linda. Atrás quedó esa cara larga y sin vida; también las respuestas cortantes. Dejé de andar a la defensiva. Viví contenta. Reconocí mi valor como mujer. La belleza física aparece cuando la persona se siente bien consigo misma. Vencí.

Lo que vino después fue inesperado. Estábamos paseando por una avenida cuando me preguntaron si quería participar de unas fotografías. Dije que sí. Fue la oportunidad que cambió mi vida. Una cosa por otra. Él me felicitó. Mi amor. Me quedé pensando largo rato. Él me hablaba, pero yo escuchaba ruido. Estaba ida.

Yo dudaba, créanme, de que mi historia de amor fuera tan perfecta. Desconfiada, hablé con mi mamá y le pregunté si existían hombres ideales. Ella me dijo que el amor se construye de a poco hasta madurar. Mis padres no peleaban ni discutían. No vi esos conflictos en mi niñez. Mi vida fue plana, sin sobresaltos ni grandes penas. Con los años me di cuenta de que las parejas sin problemas sí existen. Aparté esas extrañas ideas dramáticas de que hay que sufrirlo todo para empatizar con los demás.

Me llamaron para preguntarme si quería ser modelo. Estudié. Fui aplicada. Alcancé las estrellas (Qué frívolo, pero me gusta la frase). Desapareció mi rechazo al sol; también mis manchas. Mi nueva actitud me consolidó. No presumí mi celebridad. Mi padre me felicitaba. Su mirada era contemplativa. Expresaba poco con las palabras, pero yo notaba su satisfacción. Me decía que lo hiciera bien. En realidad estuvo repitiéndome que pensara que cada día estaba mejor desde chica, pero se me olvidaba. De todas formas cuando estaba sola lo hacía con convicción. Descubrí sus efectos: la forma en que él me enseñó a pensar fue la que me llevó lejos.
Es la hora de la elegancia. En la pasarela, destacan sus piernas altas, su cuello distinguido, sus largas pestañas para esa mirada expresiva. Los fotógrafos la veneran. Ella muestra un garbo excepcional. El tiempo se detiene. Enmudece la gente. Su belleza es aclamada. Desde su posición, ella logra ver todo, hasta el futuro.

Afuera, en las calles, en lo alto de los edificios, en las tiendas, su imagen recuerda a algunos que un corazón enorme puede más que unas palabras crueles. De no haberse puesto al lado opuesto del viento, hubiera sido envenenada con la amargura que lanzaban esas voces al aire. Quisieron quebrarla. No pudieron. Ese leve rencor lo eliminó al instante con postura de ganadora. Antes de salir a la pasarela levantó alto el cuello, lanzó un beso a su amado y se puso firme, segura de que su vida sería aún más maravillosa. 

De "Fábulas para animales como usted" 24: Vaca.


Vaca

La eligieron de nodriza para un niño. Se sintió como una vaca. Rechazó la petición. La otra madre no lo quiere. Escuchó esa frase y lloró por dentro. Callada, quédate callada. Pidió estar sola un rato. Una enfermera le trajo agua con azúcar. Bebió. Se levantó y fue al baño. Se lavó la cara. Con esa purificación botó la pena. Se concentró en lo que la naturaleza le pedía con insistencia. Está bien.

Tomé al bebé y lo puse en mi pecho. Lo alimenté. Recordé lo aprendido en el colegio: Via láctea significa camino de leche en latín. La humildad del gesto. En este momento mis sentidos desaparecen. Estoy sola en este secreto. El apoyo esperado no tiene la profundidad de mis sentimientos. Ahora los actos no trascienden, sino que son. La gente está más fuerte. La gente ya no llora con la muerte. La gente ya no llora con la vida. Llegará el equilibrio. Es una época de transición. Maduro mi experiencia. Lucho contra mis debilidades. Me elogio.

Dos criaturas competían por la inmortalidad. Una sería más fuerte que la otra. La nodriza animal, la humillación confusa quizá no lo era tanto. Adentro, su consciencia guardó esta anomalía en el baúl secreto de la inconsciencia. Esta diosa sería el primer trauma de esos nacientes. Sí, ese conocimiento lo ha advertido en sus miradas. El ojo explora, retiene. Ella lucha por desprenderse de esa responsabilidad. Su niño y ese otro niño. Resopla. Necesita más agua con azúcar. Está irritable. Quiere gritar a la otra madre este violento uso de su cuerpo, este tabú antiguo. Dejar de pensar. El líquido brota sin pausa para acallar el hambre. El instinto hace su trabajo con esas encías. Ella no quiere mirar a los ojos a esa criatura ajena. No le pertenece. La leche fluye por su cuerpo enviando un poco de vida, de su vida. Ella es alimento.

Existir es ser necesario para alguien.

Pasan los días de reposo. Debe irse. La leche de su cuerpo es para su hijo. Viaja a su casa. El trayecto le da serenidad. Niega su lactancia otra. No ocurrió. Concebido.

Allá, en una cuna, el niño  agita sus brazos y olfatea buscando la fragancia del pecho de una mujer que se bañará tres veces para desprenderse de ese olor vástago. Hay una sala al lado con otros niños no reclamados por sus deformidades. Reunidos por esa forzosa soledad, los destinos cambian para uno y son breves para otros.

El destino largo lo tomó aquél niño envuelto en el misterio de su origen. En esa sala recibió un nombre, abrazos formales y una que otra palabra cariñosa. A los meses sus documentos decían que estaba listo para ser adoptado. Encontró refugio con los años. Fue amado. El descubrimiento de su origen lo intuyó en aquella mujer que lo buscaba tratando de que no se notara. Cuando apareció de frente en su vida adulta, dudó en cómo reaccionaría al oír la historia que ningún niño desearía conocer nunca.

De "Fábulas para animales como usted" 22: Luciérnaga.



Luciérnaga

Algunas personas parecen no tener sentido ni importancia. Pero la tienen. Ella se agita con esta reflexión. Ha sido criada como una niña culta. Cumple sus obligaciones diarias. La desconciertan la pereza, el desánimo y las malas acciones de los demás. Ellos no se dan cuenta de sus actos. Abre su mente. Se orienta con sentido común. Concluye con sabiduría: todos cumplen una función.

Está satisfecha. Ha hecho surgir una idea nueva para el mundo. Abre la ventana. Ahoga un grito. Se concentró en su reacción. Era la primera vez que veía una luciérnaga. Y sería una sola vez en su vida. Sus manos acompañan el vuelo del insecto. Vería extraños fulgores más adelante. Serían señales que la guiarían en la trayectoria de sus decisiones. Admite presagios.

Algunas personas nacen con el propósito de ser un efectivo mal ejemplo que no desearíamos imitar.

Dos años después se aburre de ser la señorita perfecta. Su padre advierte esta rebeldía. Para él no es grato aceptar estos desatinos de libertad, pero su mujer le dice que es la edad. La chica explica. Cada uno elige la fuerza de su resplandor. Disfrutaría el presente con la libertad del azar. Los padres escucharon sin interrumpir. Se sintieron seguros. Confiaron en ella.

Se hizo espontánea. Rió sin analizar, sin juzgar. Fue a fiestas. Besó por primera vez. Se sintió amada por un chico deslumbrante. Descubrió instintos. Exploró sentidos dormidos, pero estableció límites. Él la hacía sentir especial. Conversaba temas complejos o se hacía el gracioso a falta de ideas. Lo escuchaba desahogar sus problemas. Esperaba que él tomara decisiones. No lo interrumpía ni lo forzaba a nada. Eso lo había aprendido de su padre. Lo recordó, porque su madre decía que una mujer busca a su padre en el hombre que ama. No le dio importancia. Pasó buenos momentos con él. Se entretenía mirando esos destellos púrpuras que a veces lo acompañaban.

Lo quiso mucho. Los dos se ayudaron en lo malos momentos. El peor fue su enfermedad. Él partió de este mundo cuando ella aceptó que una buena historia de amor es aquella que perdura en la eternidad. Lo lloró lo apropiado. Esperó el año de los muertos. Él cumplió su penitencia. El destello de su alma ascendió velozmente al cielo de su paz. Ella lo vio. Creyó en la otra vida.

Las luces más necesarias fueron las de su parto. Claro que volvió a enamorarse. Retomó los pasos de los días con sosiego. Los ojos de su hijo brillaban. Eran transparentes. El padre se dedicaba a la energía solar. Lo quiso de inmediato. Fue su sonrisa. Ella no pudo evitar devolvérsela. Si brillaban sus ojos, sería feliz con él. Eran las señales. Se quedó con él a pesar de su obviedad. Lo importante era su luz. Le gustaba hacerle cariño en sus mejillas de hombre comprensivo. Hay pocos. La cuestión es que la gente buena existe.

La noche que creyó era su última vez como ser humano, ella encendió una vela y la dejó en medio de un plato con agua para no provocar un incendio. Pidió relucir en el cielo. Se colmó de estrellas esa noche. Pero no se fue por el túnel de luz como dicen los que han vuelto de la muerte. Hizo un gesto de conformidad y apagó la vela con los dedos. En una visión le llegó conocimiento: aquellos que portan luz viven muchos años para ayudar a los demás a no extraviarse en los penosos confines de la oscuridad. (Es un premio misterioso. Otras veces se vive muchos años sufriendo para pagar errores del pasado en vida). No podía quejarse. Aguzó la mirada y pudo ver, como cualquiera, la luz que emanaba de sus manos. Lo hacía como un juego desde la niñez. Acarició el rostro del hombre que amaba. Logró dormirse. En sueños, la luz de su cuerpo salió volando para convertirse en una hermosa estrella de su cielo astral. 

De "Fábulas para animales como usted" 21: Salamandra.



Salamandra

La niña resolvía rompecabezas. Paisajes, edificios y objetos eran permitidos. Descubrió el azar y se inquietó. Una parte de su cuerpo faltaba. La rastreó. Había marcas. El pasado silenciaba su vida anterior. Mudó sus dientes. También esperó que la parte nostálgica de su cuerpo se regenerara.

La niña crecía, preguntaba. Precedido por la tensión, el padre tomó a la niña y esperó que lo mirara a los ojos. La ternura alerta los sentidos. La madre mira al padre. La sinceridad no ha sido planeada aquel día. El aire suspende su movimiento. El corazón crece en tres personas a la vez.

Afuera en el patio, el día es perfecto para seguir viviendo. Una frase medita su trascendencia. Padre, mis ojos te quieren en mi corazón. Con dulzura, una lágrima se desliza por el rostro de un hombre dolido, amado, abandonado a su espera. Brota una verdad y otra de él la completa. Tienes una diferencia por mi culpa. El padre siente el pecho apretado. (Duele abrirse para liberar el sufrimiento). No se perdona el descuido, la caída. Su hija sonríe, porque en la mirada del padre encuentra la pieza que le faltaba a su vida y ya no hará preguntas. Ambos se miran. Brazos tiernos rodean a un hombre que llora, llora, llora. La historia se cuenta sola.

Una mujer susurra que ama a ese hombre grande, a ese hombre franco, a ese hombre fuerte que no se contiene, porque de su sincero llanto hereda el valioso perdón de su hija pequeña. Ella conoce la antigua amargura de su padre. La madre cierra sus ojos. Decide. Se da vuelta y deja en paz ese parte del día.

Perdonar es aceptar que el pasado no se puede cambiar, sólo el futuro.

- Hija…
- Papá, ya, no llores. (Me rindo ante ella). Yo voy a salir adelante.

Desparecen las cicatrices.


- REDENCIÓN -

De "Fábulas para animales como usted" 17: Oveja.



Oveja

La niña no dormía por el insomnio. Estaba agotada. Los pensamientos, las preocupaciones, las angustias, las memorias, impedían el descanso al cuerpo de su mente.

Pidió ayuda. El pensamiento solucionó esta ansiedad. Allí saltando, allí visitándola, contó mil setecientas ovejas monótonas, las que perdieron la cuenta ante el esfuerzo infinito de enumerarse para sanar a su amada e insomne niña creadora. (Ellas aparecieron por ser una antigua creencia arraigada en la mente colectiva).

Las ovejas dibujaron paisajes relajantes para frenar el insomnio, porque aprendieron que no era sano mantener activo el cerebro mientras se dormía. Las ovejas paseaban por un prado de flores azules. El paisaje fue calmando a la niña mente. Las ovejas la seguían. Ella creaba conexiones a cada paso. Pensaba. Era inevitable.

Ella era la mente de un joven. Sus cualidades eran ser briosa, reflexiva y minuciosa. Él quería encontrar su camino. Quería vivir intensamente, amar, ser feliz ahora y en el presente, sin luchas, sin esfuerzo. Ella le envió algunas ideas por el túnel de los pensamientos. Él las desechó.

La solución le concernía a un otro. La mente se vio acompañada por el espíritu del joven. Ambos conversaron acerca de qué debían revelarle. La autoridad del espíritu es obedecida por la mente. El espíritu es prudente, sabio y un gran terapeuta. La mente comprendió que al joven aún le faltaba vivir hechos trascendentes para aprender las lecciones de su paso por el mundo. El espíritu dijo la palabra espera. Ella miró el paisaje florido y descansó en su paz mental.

La paciencia multiplica los buenos resultados.

En la mañana, aún oscura, el joven despertó perezosamente, sintiendo que era demasiado temprano, que no quería hacer nada, que aún tenía sueño, que quería flojear, que no entendía por qué había que hacer esto y aquello, que no quería ser parte del rebaño de personas que no se cuestionan nada. En otras palabras, amaneció odioso. Esa mañana era fría y se puso una bufanda de lana, un chaleco de lana y un gorro de lana.

Partió de su casa en el campo distante una media hora de la ciudad. Poco a poco sintió calor. Pensó que no debía rendirse, que esa mañana podía lograr lo inimaginable. Tomó el bus de todos los días. Había avanzado un poco cuando un pastor con un montón de ovejas que lo seguían interrumpió el viaje. Los demás pasajeros iban callados y no se alteraron con la tardanza.

Se calmó su mente. Su espíritu le entregó una sabia respuesta a la inquieta pregunta de sus días: una gran vida está compuesta de todas las otras nobles vidas que nos rodean. Estuvo con la cara deslumbrada un rato sin oír el motor ni los balidos. Cuando volvió de su meditación fabulosa, contó las ovejas para comprobar si eso daba sueño como decían por ahí. Eran treinta y nueve ovejas. Bostezó un poco, se relajó con el paisaje y miró hacia el futuro por el parabrisas en esa pausa marcada por una certeza definitiva.

jueves, 14 de enero de 2016

De "Fábulas para animales como usted" 2: Lobo.

                Lobo

Invité a mi hijo al bosque. Le enseñaría a cazar lobos. (Aquella sangre salvaje no permitía la interpretación de los instintos). Las hojas de los árboles chocaron entre ellas con timidez. Yo no las escuchaba. No alteraría las circunstancias. El viento era frío, poderoso, calmo. Esa fuerza concedía paz a nuestra agitación. Los lobos girábamos en nuestro propio centro. El olor humano punzaba nuestro olfato animal.

Los mensajes del aire nos impulsaron. Caminamos. Acechábamos estrategias, posibilidades, peligros y triunfos. Habíamos convenido sacrificar al niño sin la lástima humana. Nuestra especie no conoce ese detalle. El cosmos estaba tenso. (Todos caminaban; todo se movía). Mi padre siguió unas huellas. Debí interpretarlas como presagios antiguos. Al llegar al final del rastro, unos lobos aullaron.
- Padre, hijo, estamos rodeados de ti. (Se oyó un cántico de duelo).

Los sonidos grises y rasgados ocultaron la claridad del bien. Abandonamos escondites y nos lanzamos sobre el hijo del cazador. No se vio el final.

La muerte no elimina el sufrimiento.
La muerte termina con algunos sufrimientos.

Meditó el padre en su vejez:

 - Mi dolor lo superé –dijo a sus propias lágrimas. Se comparaba a las bestias salvajes e intentó olvidar su humanidad para transformarse en una de ellas. El rencor le carcomía los huesos. Pero, más intensa que este resentimiento, era la espera de una vida mejor. Su hijo contemplaba esta resignación en su cielo casi perfecto, porque recién iba en el primero de siete.


Por Alik Handru, microcuentista chileno.