Aventura

Literatura, naturaleza y emoción.

martes, 23 de febrero de 2016

De "Fábulas para animales como usted" 32: Mosca.



Mosca

La niña padecía problemas digestivos esporádicos, pero preocupantes. Vomitaba mucho. Tenía diarreas. La mamá había acordado con el papá llevarla al médico por la mañana, no fueran a decir que no cumplían con su deber de padres supremos. Le dolía el estómago, aunque podría ser el hígado, el páncreas o el apéndice y hay que operarla, como decían los doctores de los hospitales.

Cuando estuvo frente a una doctora, la madre empezó a hablar por la hija, como si la niña no estuviera dotada de raciocinio. La doctora veía la cara de la niña. Expresaba ahogo, pero más que mostrarse harta, se divertía haciendo muecas a su madre que hablaba y hablaba. La doctora pensó que quizá estaba con una familia disfuncional, nombre de esos que le encantan a la gente para alardear que su vida es digna de observación -por último- con algo tan desagradable como una enfermedad.

Así, la doctora hacía como que escuchaba, pero sólo asentía porque hacía rato ansiaba salir pronto de la consulta a comer helado de vainilla con crema de chocolate. Era verano, momento propicio para problemas digestivos.

- …entonces tiene vómitos y diarrea. No sé qué decirle. Lleva así como dos años. Yo ya le he dado de todo, y no se me ocurre qué más hacerle. Doctora, yo cocino saludable, no le doy ninguna comida chatarra.

La doctora pidió a la mamá que esperara fuera de la consulta. Se quedó sola con la niña, bueno, no tan niña, tenía quince años. Y simplemente habló: «Desde chica, mi mamá me retaba por estar gorda. Yo no comía casi nada para que ella no se alterara. Pero en las noches me iba al refrigerador y comía todo lo que pillaba. Comía a escondidas. También me llevaba comida y la escondía bajo mi cama. Allí, cuando tenía hambre, había algo a mi alcance para quitarme el hambre.»

La niña enfermaba y bajaba de peso, justamente cuando tomaba comida (que incluso estaba podrida bajo su cama) y la comía, sin encontrarle mal olor ni mal sabor. Ella estaba martirizada por su madre, que le decía que estaba gorda. Con la comida podrida bajaba de peso y se mantenía delgada. Era un caso de desorden alimenticio. A mí se me ocurrió pensar en una mosca. Quería resolver esa vida en breve. Compuse el asunto tal como preví. Me escuché hasta el final, hasta haber entrado en la mente de la niña para sanarla.

Hacía calor. El helado. Lo recordé. Fui a tomar mi helado. Pensé en mis niños. Mi marido estaba en casa. Pensé que estarían comiendo. Pensé en comprar un matamoscas. Había una plaga. El calor era insoportable. Se anunciaban temperaturas altas.

No se habla nunca de temas negativos frente a un niño.
Una palabra podría dañarlo y hacerte un adulto problemático.

- En el mundo, los niños deben hablar con sus padres. Los padres tienen el deber de entregarles conocimiento y sabiduría para que tengan una vida tranquila y sana. Los padres son el ejemplo y la mayor fuente de disciplina para que los niños sepan comportarse como dignos hijos de sus educados padres. No les eche la culpa a los maestros o a los amigos. Los padres deben estar atentos y receptivos todo el día, como una mosca vivaracha que huye al advertir peligro en nuestros movimientos. Y deben ponerles atención con todos los ojos que se tengan- dijo la Sabiduría-. El que tenga ojos, que vea y el que tenga oídos, que oiga. Ya entendieron.

De "Fábulas para animales como usted" 31: Hiena.


Hiena

Se había levantado con pesadez en el estómago. Las calles tenían el aspecto del abandono. Las casas eran de madera y habían sido construidas una al lado de las otras para cobijar un oculto malvivir heredado. Los más cautos miraban por la ventana. Una niña lo vio, pero a ella le importó más soportar el encierro como castigo por golpear con su rabia fuerte a otra chica. La niña hizo un gesto de asco cuando lo vio correr arrastrándose con las piernas quebradas por una golpiza antigua que intentó  obligarlo a un cambio que no prosperó. Iba sonriendo sin motivo, sin bondad, sin humanidad.

            La gente estaba acostumbrada a verlo vagar por ahí. La indiferencia cotidiana hacia él era la actitud más honesta que prevalecía en estos brutales paisajes urbanos. Era tan joven. Rio groseramente para marcar sus dominios. Temprano había consumido sustancia. Las madres barrían las polvorientas veredas para espantar los vicios con oraciones fervorosas. No les importaba si él vivía o moría. El desaliento era popular allí. Ésta era una bestia más en medio de esa obscena realidad. Él mostró sus dientes llenos de una euforia feliz. Llegó cerca de otros como él y se pusieron a emitir ruidos sin sentido. Se escuchó una risa desagradable. Tenían hambre. Se juntaron para buscar la comida prometida. Una abuela callada dejó una olla con legumbres en la calle, afuera de su puerta pintada café. Uno del grupo fue a buscarla. La anciana le pasó una cuchara. Se miraron a los ojos para comprender el gesto de sobrevivencia concedida. Los otros esperaron la olla. Cuando olieron la comida, el más gracioso tomó la cuchara y les fue dando comida en la boca uno por uno. Era un ritual que inspiraba compasión. No había vergüenza en esta forma de compartir la comida. (Los que habían visto esto se llenaban de esperanza en un cambio).Comieron con voracidad de hiena fuerte. La olla fue devuelta a la anciana sagrada. Ella tomó la olla relamida. El agua lava, el agua purifica, el agua calma. Ella tenía la misión de alimentar a estos hijos perdidos, a estos animales que tenían el derecho a vivir según la ley.

Se cuida y se respeta la vida propia y la ajena.

Contó la anciana a su propia vida tranquila y contemplativa:
- Estos chicos estaban flacos y tenían un aspecto terrible. Yo sólo cumplí con el encargo. Bajo mi puerta llega dinero en un sobre anónimo con la petición de cocinarles y dejar la olla a la vista de ellos. Son cinco hienas hambrientas. Ríen drogados todo el día. Antes, cuando no recibía el dinero ni les cocinaba, ellos sacaban restos de alimentos que encontraban en la basura: huesos, frutas, panes, restos de carne. Mi esposo sale por la tarde a buscar pan que le regala un panadero para estos muchachos. El panadero no quiere que se sepa de su acto; mi esposo, tampoco. Temen el repudio. Les damos pan por la tarde para calmarlos. Siempre están riendo. Dicen que tienen esquizofrenia. Dicen que hay que dejar que se mueran o que se maten entre ellos. Nosotros cumplimos con alimentarlos. Creemos que son sus padres o quizá familiares los que dejan dinero. Lo ocupo en ellos. Aquí no se habla de esto; aquí las cosas ocurren sin preguntas y sin explicaciones; aquí estamos acostumbrados a vivir o a morir. Pero todo a su tiempo. A cada uno le llega su hora, ya sea llorando, ya sea riendo como único remedio contra la miseria de una infancia terrible, como la que marginó a estos cinco jóvenes de la posibilidad de una vida tranquila en sus casas, como debiera ser para cada uno de nuestros hijos. Hace dos años vino una camioneta y se llevó a los cinco chicos para una rehabilitación. Uno de ellos había matado a su madre de un infarto (no lo admitió, lo intuimos), producto de una rabia mal contenida. Esto causó un impacto profundo en el grupo. Nosotros los vimos por última vez. Pronto nos llegaría la paz de la otra vida.

Sanamos. Nos costó vómitos y furia sin sentido en el sanatorio. Vivimos el calvario de la abstinencia sin visitas dos años a solicitud nuestra. Volvimos al vecindario para agradecer a los ancianos por la comida que nos daban en tiempos oscuros. Ellos ya no estaban. Habían fallecido. No sabíamos cómo reaccionar. Yo lloré. Los otros lucharon por mantenerse firmes. Con los días nos separamos. Avergonzados de nuestro pasado, no quisimos vernos más. Nos evitábamos en la ciudad. Sobraba rabia, pero preferimos emplearla en vivir honestamente. De a poco sabemos que estamos luchando por retomar la vida, trabajar, formar familia y ser mejores para alcanzar el perdón por la vida desperdiciada. Eso ya pasó. Ahora miro hacia el futuro, porque ha nacido mi primera hija después de siete años de tranquilidad. La esperé tanto. Nació sanita. Sólo puedo agradecer su hermosa sonrisa y ver la mía en sus bellos ojos. No me gusta sonreír mucho. Me trae malos recuerdos. La seriedad me ha hecho bien, me libera del pasado. Insisto: no hay vuelta atrás. 

De "Fábulas para animales como usted" 30: Tortuga.


Tortuga

Caminaba la tortuga en medio de las patas de la mesa. Se movía rápido, contradiciendo todas las metáforas sobre su lentitud. Ella no podía medir el tiempo. Contemplaba la calma del lugar. En realidad meditaba todo el tiempo, pero ese descubrimiento aparecería siglos después en el entendimiento de la humanidad. Estaba caminando bajo una mesa en medio de un matrimonio de ancianos. Los dos comían una sopa para soportar el frío de la tarde. Yo los veía y no podía expresarlo, pero sentía el eco de su vida en la energía que me regalaban cuando me tomaban en sus manos huesudas para hablarme con cariño. Me dejaba querer como una hija feliz.

Yo percibía su alegría arrugada y pensaba: ¿Dónde se iba su felicidad? ¿Dónde quedaban resguardados los hermosos recuerdos de toda una vida? Y ahí se descubre mi naturaleza secreta: viajar por los recuerdos de la existencia. Entonces medité para contemplar recuerdos con el permiso divino. Vería el sentido de mi vida.

La mujer reía contenta. Sonreía mucho. Yo la notaba con ganas de vivir y descubrí el espíritu de su juventud atrapado en las ondas del tiempo. Vi a una joven con tantas ganas de vivir. Vi su primer beso en la adolescencia de sus mariposas. Vi cómo una hermana que nunca conoció fue echada a la selva por su apariencia reptil. Ella había sido una sobreviviente, una elegida para ocupar el mundo y aprender a ser fuerte, a pesar de ser la máxima expresión de la soledad humana. Le dolía más la soledad que la muerte. Tomaría decisiones para cambiar su destino de mujer abandonada a la mala suerte. Sacaría premio por su valentía.

El marido era un hombre huraño. No le gustaba hablar. A veces quería entregar cariño, pero se sentía débil, incapaz de controlar el desborde de su corazón. Vi que de niño aprendió a ser silencioso y rabioso. Había luchado por ser más locuaz o atrevido, pero su naturaleza fue la de ser un hombre indiferente, digámoslo bien: no le importaba nada. Había tomado muchas decisiones porque sí, sin reflexionar, eso le quitaba tiempo. Era solitario. Le costó encontrar mujer. Tenía ganas de ser como los otros muchachos que fumaban y se mostraban conquistadores con cuanta jovencita se les presentaba. No lo logró, pero conocería a la solitaria y única mujer que tendría cerca de los treinta y siete años. Lo único que hizo fue decirle:
- ¿Casémonos?
- Bueno. Veamos cómo nos lleva la vida.

Esta historia de amor se pone interesante. Puse atención a las líneas de tiempo del amor.
Sigamos:

Los dos quisieron aprender a amarse. Fue un proceso lento. Primero fueron unos besos tímidos. Después fueron con deseo. Eran jóvenes y estaban aprendiendo. Era como el colegio, pero aquí se podía repetir cualquier prueba hasta aprobar. Eso de los besos y los abrazos terminó en una intimidad que, más que sexo, buscaba descifrar el enigma del amor, de aprender, de saber cómo se ama, cómo se juntan dos para amarse, etcétera. Ella era una chica rara. Él tenía un ahogo en el pecho y no se liberaba de él. Pretendía, con sus manos ásperas, comprender a esta mujer de mejillas suaves que le enterneció el vientre y el corazón hasta ahora. Juntos aprenderían a quererse y a formar un hogar bonito para procrear una familia grande. Con ganas, corazón y compañía, salen frutitos todos los días.

 El amor es la fuente de la paz y de la bondad.


Salté en el tiempo. Vi que tuvieron dos hijas. Nacieron unidas, pero trabajaron arduamente por conseguirles la operación que las separaría. Sufrieron tanto con las niñas. Al principio –no lo dijeron, sino que lo pensaron- guardaron un silencio culpable. Algo habían hecho mal, algo no estaba bien con ellos. Él salió a caminar por ahí cuando me encontró. Me llevó a casa. No mentiré: metí bulla para que me dejara ir, pero me rendí. Yo creo que me vieron como una metáfora de su situación. Fui algo así como «la paciencia con patas». Quizá me vieron como un signo útil. He pasado hartos años con ellos. La familia ha crecido. Quería contar esto. En realidad la historia es larga, pero sólo quería decir que es interesante ser la mascota añosa de esta casa. No cuento más porque las tortugas y los ancianos estamos ocupados en asuntos que ustedes deben descubrir a su tiempo.

De "Fábulas para animales como usted 29": Mariposa.


Mariposa

Aún no amanecía. La mente de sus ideas estaba sin sentido. Entonces un hecho inusual: un pájaro enorme revoloteaba cerca de aviones. Las noticias cubrían el evento como si no hubiera desgracias horribles para alertar el miedo del público. Después el enorme pájaro desconocido era visto con águilas. Las enormes aves perdieron el orden de su naturaleza y dispersaron su reacción ante ese pájaro extraño. Él muchacho siguió la noticia hasta que escuchó el sonido de la lluvia sobre el techo de las casas. Corrió una cortina y estuvo en esta nueva pantalla de una realidad monótona. No quería estar solo. Esperaba que lo llamaran, no quería inspirar lástima u obligar a algunos de sus cercanos a tenerlo cerca. Esta soledad.

La lluvia cesó después de veintiún minutos. El sol salió fuerte. Una mariposa se posó en las flores y en su inquietud, revoloteando y provocando un movimiento de escape de los segundos iguales. Se dispuso a seguir a la mariposa que vio allá afuera. Las personas en tensión con frecuencia salen a caminar hasta agotar su malestar. Esta vez un muchacho sigue a una mariposa. La sigue como un hombre enamorado tras la única mujer que le recuerda la totalidad de su vida o el roce de su mano en la primera ocasión en la que fue permitido ese instinto.

La mariposa era la clásica variedad de alas amarillas. El día estiraba sus alas de tiempo y permitió este desorden de un chico que tenía la mente bloqueada un poco (suele suceder esto a cualquier edad y genera estados de pesadez mental insoportables). Él caminó tras ella por donde pudo. Pensó en una señal. En realidad esperaba que algo pasara, un milagro, un mensaje, un cambio en su vida. Había pasado bastante tiempo en cama haciendo nada, arrastrándose por el suelo de pura flojera, envolviéndose en las sábanas para hacerse dormir, levantándose el ánimo con una pataleta rebelde, como la mejor medicina anímica contra la irritabilidad.

Mejorar el ánimo es una orden que se obedece.

En el tiempo de la juventud, este hombre está contemplando la mariposa que se va hacia el cielo. Tiene diecisiete años y preguntas existenciales. La mariposa es su espíritu guiándolo al orden de la vida. Este joven mira el cielo hasta que le duelen los ojos. Se da cuenta de que ha hecho un viaje tonto. Mira el suelo, sus zapatillas gastadas. Cierra los ojos para tranquilizar su corazón. Ahora mira de nuevo y tiene veintisiete años y anda con unos zapatos más formales. Toma la decisión de retomar su trabajo. Camina de vuelta. Hay que cumplir con el jefe, hay que llegar a fin de mes, hay que comprender que se debe vivir en equilibrio con todas las obligaciones que hacen del mundo un lugar agradable para todos. Es fácil: ayuda que te ayudarás. Vuelve caminando a su trabajo. Conversa con un tipo sobre una noticia antigua acerca de un niño que había nacido con tres brazos. El otro le cuenta que se acuerda, pero que vio en un documental que le había amputado la tercera extremidad y ya era una persona normal que se dedicaba a escribir poesía en su pueblo cerca del mar.

La vida entrega señales para visualizar el futuro.

El hombre está en su jardín. Tiene treinta y siete años.

- Es un día hermoso. Mi hijo pequeño aprieta mi mano. Amo a la mujer que está aquí conmigo en silencio mirando la mariposa que se acerca sin miedo a posarse en mi mano. 

De "Fábulas para animales como usted" 28: Sanguijuela.


Sanguijuela

La niña las había amansado en los surcos que formaban las costras de sus brazos. Las llamaba por su nombre. La sangre era el alimento sagrado de esta madre salada. Duermen en ese reposado cuerpo esquelético. Ella se queda quieta. Las cejas se curvan.

Esa rabia, mamá.
- Cállense.

Lucha por ellas. Le ayudan a sobrellevar el dolor. Son sus hijas. La niña toma nuevamente el filo de su navaja y corta. Gotea el líquido rojo por su piel blanca.
- Coman.

Ellas arremeten ante el sacrificio.

El gesto la apasiona. Son dos meses de deterioro. Lo hace dos veces al día para comprobar su eficacia. Debió irse el dolor. No, no desaparece. De alguna manera podría deshacerse de él. Las criaturas chuparon la sangre con hambre insaciable. La niña, que toma el filo para cortar esos brazos blancos, esas piernas blancas, corta de nuevo. Las sanguijuelas se le pegan a toda velocidad. Esos dientes clavados no le causan daño. Las sanguijuelas son engañosas. Ella sigue creyendo que se llevan el dolor. En realidad, le contagian más llanto y más ganas de morir. El maquillaje las oculta un poco.

Los problemas crecen cuando se alimentan de desesperanza.


En una noche de culpa, suben por sus pies y le perturban el sueño. Se pegan firmes. Descubre las intenciones de las criaturas. Mátate. La niña recapacita horrorizada. Patalea, ruega por su vida. Viaja a su interior. Es largo el trayecto. Activa su luz. Vuelve. Abre los ojos. El cansancio, la pérdida de sangre mancha las sábanas. Enciende la luz. Está llena de asquerosas sanguijuelas. La luz las ahuyenta. La niña corre al baño. Abre la ducha y se baña. El jabón es áspero, pero útil para sacarse las costras del cuerpo marcado con una mala historia. La noche abandona su peligro. La niña soporta el insomnio. Sale el sol. Aparece la calma. Golpea una puerta. Se abre. Mamá me mira. Papá toma la mano de mamá. Terminó. Es de día. Ellos tampoco habían dormido. Me recosté en medio de su espera. Me hicieron un refugio. Me cubrieron y pude dormir. El daño dejó de vivir en mí. Fue abortado. Ya no hablo de él.

De "Fábulas para animales como usted" 27: Conejo.


Conejo

Libertino. Crápula. Reproductor de problemas. Entre más hijos, más hombre. Es colectivo el desparramo. La mujer, el útero, la semilla, la tierra fértil del deseo. Poesía marginal. El dolor hecho arte. Fenómenos sociales. Hijos por allá, hijos por acá. El silencio de las mujeres. Su dueño. Prohibido amar a otro; prohibido desear a otro. Ellas son la propiedad. Las orejas guardan los secretos. (Cuidado, susurros, miedo). Él es el padre. Él es el hombre, el poder, la majestad y el orden. Toma, copula y se va. Ellas no existen en el acto lúbrico. Sufren el conato. No hablarás si no te habla. Esto no se dice. Esto es carne. Rijo ancestral. Multiplicados sobre la tierra.

No seguir al pie de la letra una enseñanza, sino adaptarla a la propia realidad es lo más correcto.

Visita poco. Es rápido. Los hijos se le acercan para reconocerlo. No saben cómo llamarlo. Lo han visto en la fugacidad del desamparo. Hay montones de madres. Lo aborrecen. No pueden confesarlo a sus hijos. Callan. No hablan de ellos, los paridos como trofeo para un hombre ausente. Crecidos, alejan el bien con males y muertes. Aprenden lo peor. Ocupan lugares, pero carecen de significación. Son los sin nombre.

Fui consciente. La velocidad me hizo famoso. Así supe mi nombre. Arranqué. En mis brazos pesaba un objeto que no era mío. Ahora sí. Robado. Rompí la ventana en ese silencio roncado. El sueño. Luces fueron encendidas. Me cegaron. Capturado fui. La jaula de mi sombra. Tocado boca abajo por los cuerpos. Sobre mí jadearon legiones de demonios históricos. Basura. Aquí yazgo. Casi maldigo. Me retracto. Conozco esa fuerza. Sé que si lo hago, esa palabra retornará a mí para pudrirme. Tomo el filo. Acaricio. Mato para morir. Uno solo expía mi mancha. Gano. Su ojo en mi ojo rojo. Me aíslan. No alcancé a reproducirme. (Los hijos de matadores heredan el instinto destructivo). Salvo vidas. Mi juventud se hace vejez. Adentro, de allá para acá, de acá para allá, el paseo es de ocho pies memorizados. Quien mata, vive sólo esta vida y pierde su vida espiritual, hijo. Recuerdo esta devoción de mamá. Veo su cara. Le digo que no la quiero ver más. Entiende mi plaga, mi sacrificio. Las maldades me devoran. Madre, aquí, en esta tierra, tuviste un hijo. La beso. La olvido. La borro.

Cae la noche. Cae dormido. Luego, el insomnio. Ha escrito en la muralla: «No pensarás, porque harás daño. Los malos pensamientos son la causa de las peores creaciones humanas». Una vez pensado algo, jodiste.

En el margen, unos niños juegan. Podrían ser sus hermanos. Ni él ni ellos saben por qué el padre los ha abandonado. Oficialmente, no existen. Son los innombrados. Piedad para sus madres.

Anónimo.



Alik Handru, microcuentista chileno.

De "Fábulas para animales como usted" 26: Murciélago.


Murciélago

Estaba intentando estudiar. Abrió la primera página de un libro. Leí un poco y me dio sueño. No me concentraba. El padre entra a la pieza con furia brutal. Su exasperación me tira al suelo. Me insulta. Animal. El padre ha vomitado su rabia. Estoy ausente. La palabra honesta hiere el oído y la cara. Su resonancia pena hasta el último de mis huesos. El padre abre la cortina. No era moda ni introspección. La dilatación permanente de la pupila del hijo no soporta la luz. Es delatado por los ojos. Por favor. Criatura pálida. Lo tiene todo. Ha engañado la confianza. El territorio sagrado ha sido pisoteado. El viejo y el joven se enfrentan. El hijo cae. El padre es arrastrado al fondo de esa vergüenza. El hijo ha roto la regla del cuerpo. La sustancia ha destrozado ese lugar. Primero, la risa tonta; segundo, la lentitud física y mental; tercero, la memoria. El padre ha castigado ese rostro corrompido. La sangre contiene el veneno de la sustancia. Es un hijo extraño. El padre pierde lo mismo. Primero, la risa feliz; segundo, la paciencia; tercero, recuerdos bonitos. El hijo ha sido delatado por los signos. Estás castigado hasta el nacimiento.

Me miraron. No dijeron nada. Fue suficiente. Necesité mostrarme seguro en ese momento. Por dentro, me quemaba la boca del estómago. Salí a fumar. Estuve harto rato. Fumé cinco veces. El tiempo era lento en la maternidad. Me odio. Mi hija ha nacido mal. Lloré por mi fatídica nocturnidad. Me persigue o la sigo. Compré sustancia y licor. Caminé desabrigado, castigando mi cuerpo con el frío de la madrugada. La lejanía encontró mi refugio.

Le ha nacido una hija que no puede ser retratada. Huye. Su remordimiento conoce la causa de esa criatura incompleta que ha salido de un cuerpo, que ha crecido en un vientre, que ha sido procreada con amor. Culpable. Escóndete en el refugio de tu sombra. Sea un hijo la consecuencia de los actos de sus padres.

No se sabe cómo afectará una sustancia el cuerpo de un hombre, el cuerpo de una mujer, el cuerpo de una hija. La sustancia está viva. Porta muerte y caos en su viaje sanguíneo. No se disfraza. En el mundo, las culturas mínimas están prohibidas para nuestra protección. La mente lo sabe. Los consejos de la gente nos recuerdan aquello que hemos olvidado cumplir según la medida de nuestro bien.

La madre lo había seguido antes a ese lugar. Es un secreto para el padre. Lleva un chaleco. Detente. La rapidez es sorda. Ha sido hallado. Vamos. Estaba en las vías férreas. Muévete. Un túnel ampara su palidez. De niño odiaba la luz. Qué hice mal. La madre toma la botella, la quiebra. Le pega una cachetada a esa borrachera. Abrígate. Es tironeado por esta mamá. Reacciona. Báñate, aféitate. Cámbiate ropa.

La ignorancia no quita la responsabilidad de los daños.

Camino recorrido, camino superado. Un hombre limpio por fuera espera su limpieza por dentro. Habrá tiempo para eso. Los padres endurecen su control. Las reglas de una vida correcta comienzan más tarde. Te habrás sanado. De vuelta en casa, serán quemadas las cortinas, revisados los cajones y dado el último golpe de conciencia merecido. De lejos, parece una familia normal, asistiendo al nacimiento de un primer nieto. La costumbre es olvidar los errores de la vida por breves segundos para celebrar aquellos momentos alegres que tanto cuesta ganar.

Siete años. La hija descubre el amor de un consejo:

- Los padres quieren que seamos buenos. Luchan para que no seamos tocados por el mal. Por eso nos mienten o nos ocultan cosas a lo largo de la vida. A veces las descubrimos por accidente, por confesión o por malicia familiar. Decidí no hacer preguntas dolorosas. Recibiría compensación a mi tiempo. Cuando se cuestiona mucho, uno puede terminar sin creer en nada ni en nadie. 




De "Fábulas para animales como usted" 25: Jirafa.


Jirafa

Ella sabe que es muy alta y muy delgada. Cuchichean, se burlan de su apariencia. Y las manchas. Esa pigmentación camuflada con cremas desde la infancia por mamá y papá. Ella soporta estas molestias. No responde a torpezas de adolescente. Ella cree que los modales de respeto no han entrado en esos sesos de mono. Ríe con pesadez. La costumbre de molestar está casi extinta. Pero si naces diferente, olvídalo. Aunque esté en el más caro de los colegios privados, tu vida puede ser un infierno.

La primera fotografía significativa que le tomaron fue en la playa. Estaba con unos amigos paseando en el balneario. Se unió otra gente. Se protegía con un quitasol obligatorio que ocultaba por completo su delicada piel. Un chico desconocido, de estatura regular, descubrió su belleza. Su cuello era grueso. A ella le encantó. Él se dio cuenta de inmediato, pero la evitó, no se diera cuenta de que también le atraía. Cambió la voz, fingió que le interesaba otro tema. En fin, aquella tarde conversaron mucho y se besaron una vez. Se tomaron una fotografía. Está enmarcada en su pieza. Es una imagen invaluable.

Los malos momentos serán compensados con hechos sorprendentes.

Crecen juntos. Es una linda pareja. Se nota eso que suele llamarse el amor de mi vida. Hablan mucho. Él le pregunta por qué prefiere estar sola. Ella le dice que sus amigos son aquellos que la hacen crecer como persona y que los que quieren verla disminuida son gente sin importancia. Él nota su problema, pero para él ella es mi amor, mi vida. La protege sin restarle independencia. Ella lo sabe, no es tonta.

Gracias a él decidí probar un espejo para maquillarme. Me arreglé un poco. Ningún hombre me había mirado como él. Me sentí tan linda. Atrás quedó esa cara larga y sin vida; también las respuestas cortantes. Dejé de andar a la defensiva. Viví contenta. Reconocí mi valor como mujer. La belleza física aparece cuando la persona se siente bien consigo misma. Vencí.

Lo que vino después fue inesperado. Estábamos paseando por una avenida cuando me preguntaron si quería participar de unas fotografías. Dije que sí. Fue la oportunidad que cambió mi vida. Una cosa por otra. Él me felicitó. Mi amor. Me quedé pensando largo rato. Él me hablaba, pero yo escuchaba ruido. Estaba ida.

Yo dudaba, créanme, de que mi historia de amor fuera tan perfecta. Desconfiada, hablé con mi mamá y le pregunté si existían hombres ideales. Ella me dijo que el amor se construye de a poco hasta madurar. Mis padres no peleaban ni discutían. No vi esos conflictos en mi niñez. Mi vida fue plana, sin sobresaltos ni grandes penas. Con los años me di cuenta de que las parejas sin problemas sí existen. Aparté esas extrañas ideas dramáticas de que hay que sufrirlo todo para empatizar con los demás.

Me llamaron para preguntarme si quería ser modelo. Estudié. Fui aplicada. Alcancé las estrellas (Qué frívolo, pero me gusta la frase). Desapareció mi rechazo al sol; también mis manchas. Mi nueva actitud me consolidó. No presumí mi celebridad. Mi padre me felicitaba. Su mirada era contemplativa. Expresaba poco con las palabras, pero yo notaba su satisfacción. Me decía que lo hiciera bien. En realidad estuvo repitiéndome que pensara que cada día estaba mejor desde chica, pero se me olvidaba. De todas formas cuando estaba sola lo hacía con convicción. Descubrí sus efectos: la forma en que él me enseñó a pensar fue la que me llevó lejos.
Es la hora de la elegancia. En la pasarela, destacan sus piernas altas, su cuello distinguido, sus largas pestañas para esa mirada expresiva. Los fotógrafos la veneran. Ella muestra un garbo excepcional. El tiempo se detiene. Enmudece la gente. Su belleza es aclamada. Desde su posición, ella logra ver todo, hasta el futuro.

Afuera, en las calles, en lo alto de los edificios, en las tiendas, su imagen recuerda a algunos que un corazón enorme puede más que unas palabras crueles. De no haberse puesto al lado opuesto del viento, hubiera sido envenenada con la amargura que lanzaban esas voces al aire. Quisieron quebrarla. No pudieron. Ese leve rencor lo eliminó al instante con postura de ganadora. Antes de salir a la pasarela levantó alto el cuello, lanzó un beso a su amado y se puso firme, segura de que su vida sería aún más maravillosa. 

De "Fábulas para animales como usted" 24: Vaca.


Vaca

La eligieron de nodriza para un niño. Se sintió como una vaca. Rechazó la petición. La otra madre no lo quiere. Escuchó esa frase y lloró por dentro. Callada, quédate callada. Pidió estar sola un rato. Una enfermera le trajo agua con azúcar. Bebió. Se levantó y fue al baño. Se lavó la cara. Con esa purificación botó la pena. Se concentró en lo que la naturaleza le pedía con insistencia. Está bien.

Tomé al bebé y lo puse en mi pecho. Lo alimenté. Recordé lo aprendido en el colegio: Via láctea significa camino de leche en latín. La humildad del gesto. En este momento mis sentidos desaparecen. Estoy sola en este secreto. El apoyo esperado no tiene la profundidad de mis sentimientos. Ahora los actos no trascienden, sino que son. La gente está más fuerte. La gente ya no llora con la muerte. La gente ya no llora con la vida. Llegará el equilibrio. Es una época de transición. Maduro mi experiencia. Lucho contra mis debilidades. Me elogio.

Dos criaturas competían por la inmortalidad. Una sería más fuerte que la otra. La nodriza animal, la humillación confusa quizá no lo era tanto. Adentro, su consciencia guardó esta anomalía en el baúl secreto de la inconsciencia. Esta diosa sería el primer trauma de esos nacientes. Sí, ese conocimiento lo ha advertido en sus miradas. El ojo explora, retiene. Ella lucha por desprenderse de esa responsabilidad. Su niño y ese otro niño. Resopla. Necesita más agua con azúcar. Está irritable. Quiere gritar a la otra madre este violento uso de su cuerpo, este tabú antiguo. Dejar de pensar. El líquido brota sin pausa para acallar el hambre. El instinto hace su trabajo con esas encías. Ella no quiere mirar a los ojos a esa criatura ajena. No le pertenece. La leche fluye por su cuerpo enviando un poco de vida, de su vida. Ella es alimento.

Existir es ser necesario para alguien.

Pasan los días de reposo. Debe irse. La leche de su cuerpo es para su hijo. Viaja a su casa. El trayecto le da serenidad. Niega su lactancia otra. No ocurrió. Concebido.

Allá, en una cuna, el niño  agita sus brazos y olfatea buscando la fragancia del pecho de una mujer que se bañará tres veces para desprenderse de ese olor vástago. Hay una sala al lado con otros niños no reclamados por sus deformidades. Reunidos por esa forzosa soledad, los destinos cambian para uno y son breves para otros.

El destino largo lo tomó aquél niño envuelto en el misterio de su origen. En esa sala recibió un nombre, abrazos formales y una que otra palabra cariñosa. A los meses sus documentos decían que estaba listo para ser adoptado. Encontró refugio con los años. Fue amado. El descubrimiento de su origen lo intuyó en aquella mujer que lo buscaba tratando de que no se notara. Cuando apareció de frente en su vida adulta, dudó en cómo reaccionaría al oír la historia que ningún niño desearía conocer nunca.

De "Fábulas para animales como usted" 23: Molusco.


Molusco

No culpo a nadie por mi situación. No quise estudiar. Fui consecuente. Acepté la primera oferta de trabajo responsable. Justo ahí debí prestar atención a las señales. Mi trabajo consistía en cargar y descargar cajas de un camión con una máquina y un carrito. Eran viajes extenuantes. Dormía en el asiento al lado del chofer, uno distinto cada vez. Medité mi suerte y mi soberbia no me permitió ver que fui flojo y desordenado por mucho tiempo. A partir de esa rabia inútil aceptaría el hecho que desencadenó mi presente.

Aparte de mis viajes, había beneficios: comer gratis, conocer el país, conversar con mucha gente, recibir regalos, sentirse libre. La oscuridad de la gente la vi de noche y  de día: robos, violencia, prostitución, drogas, amores escondidos, hijos desparramados en pueblos perdidos, ciudades diseñadas como fábricas para producir dinero a sus dueños, ciegos de mentira, indiferencia, pobreza, silencio. Los dos extremos eran amigos y enemigos a la vez, en esa rara ambigüedad donde lo malo a veces produce bien y lo que se cree bueno causa enormes daños. Lo que más me llamó la atención fue el silencio. El silencio servía bastante para sobrevivir. Vi horrores. Callé. Reconozco que me gustaba pasar por simple, tonto, tímido o como quiera decirse. Había historias desgraciadas en las confidencias de las vidas que compartí. Buscaban mi hermetismo para contarme secretos. Indiferente. Para mí lo importante era sobrevivir. Yo heredé tierra, pero no tenía dinero para trabajarla. Ahorraría para construir una casa. Era mi meta. Y fue difícil, porque muchas tentaciones aparecieron para desviarme de mis sueños. Un bajo salario alarga la espera también.

La flojera de mi adolescencia la pagué caro en mente y cuerpo. Primero, me derrotó la rutina de ser adulto y trabajar. Quise ver mi labor como una aventura, pero lamento tanto el dolor de mi cuerpo, de mi espalda, el  cansancio, reventarme los dedos de los pies con el peso de unas cajas, descuidar mi salud, andar hediondo por no poder cambiarme ropa. Lo segundo es una carga que soporto con la fuerza de mis brazos. Me esforcé en mis terapias e hice hartas pesas para mover mi cuerpo hospedado en la silla de ruedas. Sólo puedo moverme del esternón hacia arriba. No pasa mucho hacia abajo. He superado varias etapas. Me siento valiente. Fue en el último viaje que hice. Dormí en la carrocería de un camión pequeño. El chofer cerró la puerta. Me despertaría al cruzar el desierto. Era un largo viaje de noche. Me eché sobre un colchón de espuma que había y me cubrí con una frazada. Era una rutina que yo conocía. Desperté siete días después de un coma. Usted sufrió un accidente. Estaba en una camilla de lujo cuando recibí la noticia de mi inmovilidad perpetua. Se había roto mi médula porque yo había rebotado como una pelota adentro del camión. El médico me dijo que yo debía estar muerto con tanto traumatismo. No le respondí. El seguro se encargaría de mí. Menos mal que tenía un contrato de trabajo. Lloré, lo confieso, pero, más que por mi situación, fue por mis sueños. Quería una familia, hogar, no quedarme solo. Yo soy perseverante. Así la conocí.

La duda es enemiga de los sueños.

Ella apareció de repente. Yo tenía una mujer que me cuidaba por expresa resolución del seguro. Pero no me tincó. Quise dar un paseo. Fui a un parque cercano lleno de árboles. Allí estaba ella. Al principio no la vi. Puedo mover un poquito la cabeza. Yo sólo respiraba el aire sereno del día. Ella se acercó. Me contaría después que ese día lo había tomado libre para pensar y estar sola. Se sentó al lado. Pensé que era una loca. Se lo dije varias veces cuando fuimos pareja oficialmente. Bromeaba y se reía conmigo. Ella, la loca de amor, decía yo. Estaba sola como yo. En realidad nos gustamos de inmediato. Me dijo que yo tenía sonrisa de galán. Sonreí coqueto. Me dieron ganas de estar con ella. Se lo pedí después de muchas salidas. Había perdido mi movilidad, pero no la vergüenza. «En tu casa». Acepté. Lo había logrado. Y sucede lo que sucede entre dos adultos, porque yo aún puedo tener relaciones sexuales y estirar mis brazos para llegar donde la vida me mueva.

De "Fábulas para animales como usted" 22: Luciérnaga.



Luciérnaga

Algunas personas parecen no tener sentido ni importancia. Pero la tienen. Ella se agita con esta reflexión. Ha sido criada como una niña culta. Cumple sus obligaciones diarias. La desconciertan la pereza, el desánimo y las malas acciones de los demás. Ellos no se dan cuenta de sus actos. Abre su mente. Se orienta con sentido común. Concluye con sabiduría: todos cumplen una función.

Está satisfecha. Ha hecho surgir una idea nueva para el mundo. Abre la ventana. Ahoga un grito. Se concentró en su reacción. Era la primera vez que veía una luciérnaga. Y sería una sola vez en su vida. Sus manos acompañan el vuelo del insecto. Vería extraños fulgores más adelante. Serían señales que la guiarían en la trayectoria de sus decisiones. Admite presagios.

Algunas personas nacen con el propósito de ser un efectivo mal ejemplo que no desearíamos imitar.

Dos años después se aburre de ser la señorita perfecta. Su padre advierte esta rebeldía. Para él no es grato aceptar estos desatinos de libertad, pero su mujer le dice que es la edad. La chica explica. Cada uno elige la fuerza de su resplandor. Disfrutaría el presente con la libertad del azar. Los padres escucharon sin interrumpir. Se sintieron seguros. Confiaron en ella.

Se hizo espontánea. Rió sin analizar, sin juzgar. Fue a fiestas. Besó por primera vez. Se sintió amada por un chico deslumbrante. Descubrió instintos. Exploró sentidos dormidos, pero estableció límites. Él la hacía sentir especial. Conversaba temas complejos o se hacía el gracioso a falta de ideas. Lo escuchaba desahogar sus problemas. Esperaba que él tomara decisiones. No lo interrumpía ni lo forzaba a nada. Eso lo había aprendido de su padre. Lo recordó, porque su madre decía que una mujer busca a su padre en el hombre que ama. No le dio importancia. Pasó buenos momentos con él. Se entretenía mirando esos destellos púrpuras que a veces lo acompañaban.

Lo quiso mucho. Los dos se ayudaron en lo malos momentos. El peor fue su enfermedad. Él partió de este mundo cuando ella aceptó que una buena historia de amor es aquella que perdura en la eternidad. Lo lloró lo apropiado. Esperó el año de los muertos. Él cumplió su penitencia. El destello de su alma ascendió velozmente al cielo de su paz. Ella lo vio. Creyó en la otra vida.

Las luces más necesarias fueron las de su parto. Claro que volvió a enamorarse. Retomó los pasos de los días con sosiego. Los ojos de su hijo brillaban. Eran transparentes. El padre se dedicaba a la energía solar. Lo quiso de inmediato. Fue su sonrisa. Ella no pudo evitar devolvérsela. Si brillaban sus ojos, sería feliz con él. Eran las señales. Se quedó con él a pesar de su obviedad. Lo importante era su luz. Le gustaba hacerle cariño en sus mejillas de hombre comprensivo. Hay pocos. La cuestión es que la gente buena existe.

La noche que creyó era su última vez como ser humano, ella encendió una vela y la dejó en medio de un plato con agua para no provocar un incendio. Pidió relucir en el cielo. Se colmó de estrellas esa noche. Pero no se fue por el túnel de luz como dicen los que han vuelto de la muerte. Hizo un gesto de conformidad y apagó la vela con los dedos. En una visión le llegó conocimiento: aquellos que portan luz viven muchos años para ayudar a los demás a no extraviarse en los penosos confines de la oscuridad. (Es un premio misterioso. Otras veces se vive muchos años sufriendo para pagar errores del pasado en vida). No podía quejarse. Aguzó la mirada y pudo ver, como cualquiera, la luz que emanaba de sus manos. Lo hacía como un juego desde la niñez. Acarició el rostro del hombre que amaba. Logró dormirse. En sueños, la luz de su cuerpo salió volando para convertirse en una hermosa estrella de su cielo astral. 

De "Fábulas para animales como usted" 21: Salamandra.



Salamandra

La niña resolvía rompecabezas. Paisajes, edificios y objetos eran permitidos. Descubrió el azar y se inquietó. Una parte de su cuerpo faltaba. La rastreó. Había marcas. El pasado silenciaba su vida anterior. Mudó sus dientes. También esperó que la parte nostálgica de su cuerpo se regenerara.

La niña crecía, preguntaba. Precedido por la tensión, el padre tomó a la niña y esperó que lo mirara a los ojos. La ternura alerta los sentidos. La madre mira al padre. La sinceridad no ha sido planeada aquel día. El aire suspende su movimiento. El corazón crece en tres personas a la vez.

Afuera en el patio, el día es perfecto para seguir viviendo. Una frase medita su trascendencia. Padre, mis ojos te quieren en mi corazón. Con dulzura, una lágrima se desliza por el rostro de un hombre dolido, amado, abandonado a su espera. Brota una verdad y otra de él la completa. Tienes una diferencia por mi culpa. El padre siente el pecho apretado. (Duele abrirse para liberar el sufrimiento). No se perdona el descuido, la caída. Su hija sonríe, porque en la mirada del padre encuentra la pieza que le faltaba a su vida y ya no hará preguntas. Ambos se miran. Brazos tiernos rodean a un hombre que llora, llora, llora. La historia se cuenta sola.

Una mujer susurra que ama a ese hombre grande, a ese hombre franco, a ese hombre fuerte que no se contiene, porque de su sincero llanto hereda el valioso perdón de su hija pequeña. Ella conoce la antigua amargura de su padre. La madre cierra sus ojos. Decide. Se da vuelta y deja en paz ese parte del día.

Perdonar es aceptar que el pasado no se puede cambiar, sólo el futuro.
- Hija…
- Papá, ya, no llores. (Me rindo ante ella). Yo voy a salir adelante.

Desparecen las cicatrices.


- REDENCIÓN -

De "Fábulas para animales como usted" 20: Cuervo.

Cuervo

Le llamaban el Rey Oscuro. Había gobernado el reino viajando por él con la ayuda del viento, transformándose en una corriente cálida que se mezclaba con el aire frío. Algunos súbditos habían percibido su presencia, pero sólo la anciana de los secretos había comprendido la misión de él.
La gente quería escucharlo, pero él no hablaba en público. La gente decía que no existía. La anciana les recalcó que él era sabio y que ellos inventaban historias de ignorantes. El rey oía confundiéndose en la polémica. Horas más tarde ordenó publicar un mensaje que decía “El rey manda sus mejores deseos de paz y bienestar para todos”. Fue leído por la gente y comentado por los padres a los hijos. Los hijos dijeron que las palabras del Rey Oscuro estaban protegiendo al reino, que vivía una época feliz, sin guerras ni conflictos. Los padres pensaron que los hijos estaban rebelándose y los miraron con sorpresa, porque no habían pensado concienzudamente lo que les decían, sino que creían que algo malo podía pasar. Heredaban miedo y debilitaban la mente de sus descendientes con su necedad.

Quien tiene poder influye hasta en el más humilde de sus servidores u oyentes
para bien o para mal.

El rey decidió que transmitiría más mensajes animosos. Guardó reservas de sabiduría. Habló con un consejero para escribirlo claramente. Al terminar, pidió quedarse solo para meditar.

Cerró la puerta. El Rey Oscuro se miró frente a un espejo. Cuando remeció las plumas que adornaban su pecho, una luz cegadora, menos para él, deslumbró su habitación. Su mayor tesoro era el sabio corazón luminoso con el que había nacido. Pero no podía revelar esa y otras verdades a los gentiles, porque se asustaban fácilmente con lo desconocido.

De "Fábulas para animales como usted" 19: Gallina.



Gallina
~Mamá, soy un fantasma.
- Hijo, no botes cosas al suelo.
~Déjame ir.
En el campo antiguo se vivían historias secretas.
- ¿Me darías el bebé para que sea mi hijo? (Hice la pregunta más valiente de mi vida a aquella mujer).
- Bueno. Firmemos los papeles. (Fue un pacto silencioso. Ella no quería hijos en su vida. No la he vuelto a ver jamás y pienso que merecemos olvidarnos  mutuamente).

Esa pregunta y esa respuesta unieron sus destinos. El niño fue suyo. Ésta es una preciosa historia de tiempos antiguos, con una dulce experiencia para quien logre entender a una mujer que no pudo casarse con el hombre que tanto amaba sino con el que la obligó su padre. La rabia del cuerpo. Rencor. Frío.

El pequeño anidó en el cuerpo de una mujer que, mucho antes, había rogado a Dios que nunca le diera hijos. (Maldije mi matrimonio arreglado, maldije mi maternidad). Dios respondería según su divino parecer. La razón de esta súplica sólo Dios la perdonará. Hablen con Él para conocer la verdad.

Ella, furia y severidad, terca por costumbre, fue madre; él, único, acogido y amado, pudo ser llamado hijo con el apellido de su nueva madre y de su nuevo padre, así que ningún otro niño se mofaría de él ni tampoco se haría preguntas sobre su origen. El padre no hablaba mucho. El padre sabía. El padre callaba. Quiso al niño sólo después del final de esta historia. Ausente.

Años, muchos años después, ella se arrepintió y quiso procrear su propio hijo. (Instinto). Y cuando fue al ginecólogo, éste le dijo:
- Señora, tiene un quiste ovárico. Debe extirpárselo, porque es cancerígeno. En el examen que se hizo en el control anterior, vi que aún tiene huevitos para procrear hijos - habló compasivamente a la mujer que lo miraba con aspereza -. Puede realizarse un tratamiento contra el cáncer mientras decide embarazarse.
- Saque lo que deba sacar, doctor.  Yo ya tengo un hijo.

Estamos a prueba hasta el último de nuestros días.

Nunca le mentí a mi hijo. Le expliqué desde los ocho años que no había nacido de mi vientre, pero que lo amaba como si hubiera nacido de mí. Lo amé veintitrés años. El día que lo perdí, soy directa, perdónenme por contarlo así, llovía mucho. Fue un accidente. Era de noche. Mi hijo iba por un camino lleno de charcos a ver a su abuela. Un auto lo atropelló. Recibí la noticia y me desmayé. Cinco horas después desperté sin hijo. Había muerto instantáneamente. Lloré más que la lluvia de ese día oscuro. Y aunque acogí a otros como mis hijos, aquél que murió para mí fue el más importante. Soy dura. Y ayer, después de veinte años de duelo, tomé una decisión:

- Mi sufrimiento se termina hoy. Hijo, te quise desde el principio. Adiós, amado hijo. (Volví a latir).
~Adiós, mamá. Yo también te quise mucho.

Al hacer el gesto de despedida invisible, sentí un grato calor interno, el mismo que me permitió cobijar a mi hijo la primera vez que lo tuve entre mis brazos.

De "Fábulas para animales como usted" 18: Leona.


Leona

A los catorce años estuvo en cautiverio por seis días. Fue inolvidable. Era sábado. Alrededor había fuerza negativa suficiente para llevar a la más oscura realidad a toda la gente que habita todavía esas frágiles casas de madera tosca. Entre medio de las tablas entró aire frío. Ella rugió y la poética salvaje de su voz le dio fuerza y valor.

La calle era el paisaje que adornaba su ventana. Afuera, el lunes pasado una chica vio aparecer las uñas de esta brava que ahora la mira. El furioso derramamiento de sangre la marcó por la repercusión de su impertinencia: La vi revolcándose con un tipo allá en la tierra. Conózcanla. Habló con provocación, sin temor. Vino la risa disimulada. A la niña le dolió ese murmullo grosero. La corrupción estaba prohibida a su amado cuerpo. Se nombró: Casta soy. Se dio valor. Caminó. La agarró y la golpeó. El honor tuvo gloria y paz.

Cuando se habla mal de ti y es mentira, el universo te ayuda. Es una ley inalterable.

Seguía atenta a los movimientos de afuera. Vio a la chismosa conversando con otras. Las estudió. No tenían contenido, significados, cordura. No atacaría. No volvería a usar los nervios de la violencia. Mamá había entristecido y había perdido por varios días la sonrisa que admiraba y que la inspiraba para superarse. Papá la obligó a ir a la casa de la chica para pedirle perdón por agredirla. Una puerta fue abierta. Una palabra fue pronunciada. La otra no dijo nada, sólo miró fijamente su cara y cerró la puerta. La humillación de la derrota fue aceptada.

En casa, recibió el castigo de no poder salir por seis días. El golpe firme y moderado le había bajado la temperatura de las orejas. No volvería a pelear. Una sola vez necesitó que su instinto fuera amansado sin muestras de compasión.

La liberación fue un permiso para salir a la calle ese día. Dio pasos firmes para dominar el territorio de su adolescencia. Estaba esa chica y otras más. Pasó cerca de ellas. Les mostró los dientes con arrogancia. Ellas se dieron vuelta con indiferencia vulgar y no las quiso mirar más, nunca más.

La maldad se domina con la fuerza del bien superior.

La mujer apacigua su historia:
- Ahora que soy una madre, adulta y consciente, me arrepiento de corazón por lo que hice. Y el castigo lo agradezco también, porque palió mi intento de indocilidad doméstica.

Fue aplicada. Fue mujer. Fue distinguida. Sobresalió de la barbarie en un barrio otro. Fue madre. Parió. Cuando aconsejó a uno de los gemelos de siete años (tuvo dos niños, uno más oscuro que el otro) sobre pelear o no pelear con un compañero de escuela que era violento y molestoso, le dijo:


- Defiéndete.