Aventura

Literatura, naturaleza y emoción.

martes, 23 de febrero de 2016

De "Fábulas para animales como usted" 25: Jirafa.


Jirafa

Ella sabe que es muy alta y muy delgada. Cuchichean, se burlan de su apariencia. Y las manchas. Esa pigmentación camuflada con cremas desde la infancia por mamá y papá. Ella soporta estas molestias. No responde a torpezas de adolescente. Ella cree que los modales de respeto no han entrado en esos sesos de mono. Ríe con pesadez. La costumbre de molestar está casi extinta. Pero si naces diferente, olvídalo. Aunque esté en el más caro de los colegios privados, tu vida puede ser un infierno.

La primera fotografía significativa que le tomaron fue en la playa. Estaba con unos amigos paseando en el balneario. Se unió otra gente. Se protegía con un quitasol obligatorio que ocultaba por completo su delicada piel. Un chico desconocido, de estatura regular, descubrió su belleza. Su cuello era grueso. A ella le encantó. Él se dio cuenta de inmediato, pero la evitó, no se diera cuenta de que también le atraía. Cambió la voz, fingió que le interesaba otro tema. En fin, aquella tarde conversaron mucho y se besaron una vez. Se tomaron una fotografía. Está enmarcada en su pieza. Es una imagen invaluable.

Los malos momentos serán compensados con hechos sorprendentes.

Crecen juntos. Es una linda pareja. Se nota eso que suele llamarse el amor de mi vida. Hablan mucho. Él le pregunta por qué prefiere estar sola. Ella le dice que sus amigos son aquellos que la hacen crecer como persona y que los que quieren verla disminuida son gente sin importancia. Él nota su problema, pero para él ella es mi amor, mi vida. La protege sin restarle independencia. Ella lo sabe, no es tonta.

Gracias a él decidí probar un espejo para maquillarme. Me arreglé un poco. Ningún hombre me había mirado como él. Me sentí tan linda. Atrás quedó esa cara larga y sin vida; también las respuestas cortantes. Dejé de andar a la defensiva. Viví contenta. Reconocí mi valor como mujer. La belleza física aparece cuando la persona se siente bien consigo misma. Vencí.

Lo que vino después fue inesperado. Estábamos paseando por una avenida cuando me preguntaron si quería participar de unas fotografías. Dije que sí. Fue la oportunidad que cambió mi vida. Una cosa por otra. Él me felicitó. Mi amor. Me quedé pensando largo rato. Él me hablaba, pero yo escuchaba ruido. Estaba ida.

Yo dudaba, créanme, de que mi historia de amor fuera tan perfecta. Desconfiada, hablé con mi mamá y le pregunté si existían hombres ideales. Ella me dijo que el amor se construye de a poco hasta madurar. Mis padres no peleaban ni discutían. No vi esos conflictos en mi niñez. Mi vida fue plana, sin sobresaltos ni grandes penas. Con los años me di cuenta de que las parejas sin problemas sí existen. Aparté esas extrañas ideas dramáticas de que hay que sufrirlo todo para empatizar con los demás.

Me llamaron para preguntarme si quería ser modelo. Estudié. Fui aplicada. Alcancé las estrellas (Qué frívolo, pero me gusta la frase). Desapareció mi rechazo al sol; también mis manchas. Mi nueva actitud me consolidó. No presumí mi celebridad. Mi padre me felicitaba. Su mirada era contemplativa. Expresaba poco con las palabras, pero yo notaba su satisfacción. Me decía que lo hiciera bien. En realidad estuvo repitiéndome que pensara que cada día estaba mejor desde chica, pero se me olvidaba. De todas formas cuando estaba sola lo hacía con convicción. Descubrí sus efectos: la forma en que él me enseñó a pensar fue la que me llevó lejos.
Es la hora de la elegancia. En la pasarela, destacan sus piernas altas, su cuello distinguido, sus largas pestañas para esa mirada expresiva. Los fotógrafos la veneran. Ella muestra un garbo excepcional. El tiempo se detiene. Enmudece la gente. Su belleza es aclamada. Desde su posición, ella logra ver todo, hasta el futuro.

Afuera, en las calles, en lo alto de los edificios, en las tiendas, su imagen recuerda a algunos que un corazón enorme puede más que unas palabras crueles. De no haberse puesto al lado opuesto del viento, hubiera sido envenenada con la amargura que lanzaban esas voces al aire. Quisieron quebrarla. No pudieron. Ese leve rencor lo eliminó al instante con postura de ganadora. Antes de salir a la pasarela levantó alto el cuello, lanzó un beso a su amado y se puso firme, segura de que su vida sería aún más maravillosa. 

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