Jirafa
Ella
sabe que es muy alta y muy delgada. Cuchichean, se burlan de su apariencia. Y
las manchas. Esa pigmentación camuflada con cremas desde la infancia por mamá y
papá. Ella soporta estas molestias. No responde a torpezas de adolescente. Ella
cree que los modales de respeto no han entrado en esos sesos de mono. Ríe con
pesadez. La costumbre de molestar está casi extinta. Pero si naces diferente,
olvídalo. Aunque esté en el más caro de los colegios privados, tu vida puede
ser un infierno.
La
primera fotografía significativa que le tomaron fue en la playa. Estaba con
unos amigos paseando en el balneario. Se unió otra gente. Se protegía con un quitasol
obligatorio que ocultaba por completo su delicada piel. Un chico desconocido, de
estatura regular, descubrió su belleza. Su cuello era grueso. A ella le
encantó. Él se dio cuenta de inmediato, pero la evitó, no se diera cuenta de que
también le atraía. Cambió la voz, fingió que le interesaba otro tema. En fin,
aquella tarde conversaron mucho y se besaron una vez. Se tomaron una
fotografía. Está enmarcada en su pieza. Es una imagen invaluable.
Los malos momentos serán compensados con hechos sorprendentes.
Crecen
juntos. Es una linda pareja. Se nota eso que suele llamarse el amor de mi vida. Hablan mucho. Él le
pregunta por qué prefiere estar sola. Ella le dice que sus amigos son aquellos
que la hacen crecer como persona y que los que quieren verla disminuida son
gente sin importancia. Él nota su problema, pero para él ella es mi amor, mi vida. La protege sin
restarle independencia. Ella lo sabe, no es tonta.
Gracias
a él decidí probar un espejo para maquillarme. Me arreglé un poco. Ningún
hombre me había mirado como él. Me sentí tan linda. Atrás quedó esa cara larga
y sin vida; también las respuestas cortantes. Dejé de andar a la defensiva.
Viví contenta. Reconocí mi valor como mujer. La belleza física aparece cuando
la persona se siente bien consigo misma. Vencí.
Lo
que vino después fue inesperado. Estábamos paseando por una avenida cuando me
preguntaron si quería participar de unas fotografías. Dije que sí. Fue la oportunidad
que cambió mi vida. Una cosa por otra. Él me felicitó. Mi amor. Me quedé pensando largo rato. Él me hablaba, pero yo
escuchaba ruido. Estaba ida.
Yo
dudaba, créanme, de que mi historia de amor fuera tan perfecta. Desconfiada, hablé
con mi mamá y le pregunté si existían hombres ideales. Ella me dijo que el amor
se construye de a poco hasta madurar. Mis padres no peleaban ni discutían. No
vi esos conflictos en mi niñez. Mi vida fue plana, sin sobresaltos ni grandes
penas. Con los años me di cuenta de que las parejas sin problemas sí existen. Aparté
esas extrañas ideas dramáticas de que hay que sufrirlo todo para empatizar con
los demás.
Me llamaron para preguntarme si
quería ser modelo. Estudié. Fui aplicada. Alcancé las estrellas (Qué frívolo,
pero me gusta la frase). Desapareció mi rechazo al sol; también mis manchas. Mi
nueva actitud me consolidó. No presumí mi celebridad. Mi padre me felicitaba.
Su mirada era contemplativa. Expresaba poco con las palabras, pero yo notaba su
satisfacción. Me decía que lo hiciera bien. En realidad estuvo repitiéndome que
pensara que cada día estaba mejor
desde chica, pero se me olvidaba. De todas formas cuando estaba sola lo hacía
con convicción. Descubrí sus efectos: la forma en que él me enseñó a pensar fue
la que me llevó lejos.
Es
la hora de la elegancia. En la pasarela, destacan sus piernas altas, su cuello
distinguido, sus largas pestañas para esa mirada expresiva. Los fotógrafos la
veneran. Ella muestra un garbo excepcional. El tiempo se detiene. Enmudece la
gente. Su belleza es aclamada. Desde su posición, ella logra ver todo, hasta el
futuro.
Afuera,
en las calles, en lo alto de los edificios, en las tiendas, su imagen recuerda
a algunos que un corazón enorme puede más que unas palabras crueles. De no
haberse puesto al lado opuesto del viento, hubiera sido envenenada con la
amargura que lanzaban esas voces al aire. Quisieron quebrarla. No pudieron. Ese
leve rencor lo eliminó al instante con postura de ganadora. Antes de salir a la
pasarela levantó alto el cuello, lanzó un beso a su amado y se puso firme,
segura de que su vida sería aún más maravillosa.
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