Murciélago
Estaba intentando estudiar.
Abrió la primera página de un libro. Leí
un poco y me dio sueño. No me concentraba. El padre entra a la pieza con
furia brutal. Su exasperación me tira al suelo. Me insulta. Animal. El padre ha vomitado su rabia. Estoy
ausente. La palabra honesta hiere el
oído y la cara. Su resonancia pena hasta el último de mis huesos. El padre abre
la cortina. No era moda ni introspección. La dilatación permanente de la pupila
del hijo no soporta la luz. Es delatado por los ojos. Por favor. Criatura pálida. Lo tiene todo. Ha engañado la
confianza. El territorio sagrado ha sido pisoteado. El viejo y el joven se
enfrentan. El hijo cae. El padre es arrastrado al fondo de esa vergüenza. El
hijo ha roto la regla del cuerpo. La sustancia ha destrozado ese lugar. Primero,
la risa tonta; segundo, la lentitud física y mental; tercero, la memoria. El
padre ha castigado ese rostro corrompido. La sangre contiene el veneno de la sustancia.
Es un hijo extraño. El padre pierde lo mismo. Primero, la risa feliz; segundo, la
paciencia; tercero, recuerdos bonitos. El hijo ha sido delatado por los signos.
Estás castigado hasta el nacimiento.
Me
miraron. No dijeron nada. Fue suficiente. Necesité mostrarme seguro en ese
momento. Por dentro, me quemaba la boca del estómago. Salí a fumar. Estuve
harto rato. Fumé cinco veces. El tiempo era lento en la maternidad. Me odio. Mi
hija ha nacido mal. Lloré por mi fatídica nocturnidad. Me persigue o la sigo. Compré
sustancia y licor. Caminé desabrigado, castigando mi cuerpo con el frío de la
madrugada. La lejanía encontró mi refugio.
Le
ha nacido una hija que no puede ser retratada. Huye. Su remordimiento conoce la
causa de esa criatura incompleta que ha salido de un cuerpo, que ha crecido en
un vientre, que ha sido procreada con amor. Culpable. Escóndete en el refugio
de tu sombra. Sea un hijo la consecuencia
de los actos de sus padres.
No
se sabe cómo afectará una sustancia el cuerpo de un hombre, el cuerpo de una
mujer, el cuerpo de una hija. La sustancia está viva. Porta muerte y caos en su
viaje sanguíneo. No se disfraza. En el mundo, las culturas mínimas están
prohibidas para nuestra protección. La
mente lo sabe. Los consejos de la gente nos recuerdan aquello que hemos
olvidado cumplir según la medida de nuestro bien.
La madre lo había seguido
antes a ese lugar. Es un secreto para el
padre. Lleva un chaleco. Detente. La
rapidez es sorda. Ha sido hallado. Vamos.
Estaba en las vías férreas. Muévete. Un
túnel ampara su palidez. De niño odiaba la luz. Qué hice mal. La madre toma la botella, la quiebra. Le pega una
cachetada a esa borrachera. Abrígate. Es
tironeado por esta mamá. Reacciona. Báñate,
aféitate. Cámbiate ropa.
La ignorancia no
quita la responsabilidad de los daños.
Camino recorrido, camino
superado. Un hombre limpio por fuera espera su limpieza por dentro. Habrá
tiempo para eso. Los padres endurecen su control. Las reglas de una vida
correcta comienzan más tarde. Te habrás
sanado. De vuelta en casa, serán quemadas las cortinas, revisados los
cajones y dado el último golpe de conciencia merecido. De lejos, parece una
familia normal, asistiendo al nacimiento de un primer nieto. La costumbre es
olvidar los errores de la vida por breves segundos para celebrar aquellos
momentos alegres que tanto cuesta ganar.
Siete años. La hija descubre
el amor de un consejo:
- Los padres quieren que
seamos buenos. Luchan para que no seamos tocados por el mal. Por eso nos
mienten o nos ocultan cosas a lo largo de la vida. A veces las descubrimos por
accidente, por confesión o por malicia familiar. Decidí no hacer preguntas
dolorosas. Recibiría compensación a mi tiempo. Cuando se cuestiona mucho, uno puede
terminar sin creer en nada ni en nadie.
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