La eligieron de nodriza para
un niño. Se sintió como una vaca. Rechazó
la petición. La otra madre no lo quiere.
Escuchó esa frase y lloró por dentro. Callada,
quédate callada. Pidió estar sola un rato. Una enfermera le trajo agua con
azúcar. Bebió. Se levantó y fue al baño. Se lavó la cara. Con esa purificación
botó la pena. Se concentró en lo que la naturaleza le pedía con insistencia. Está bien.
Tomé
al bebé y lo puse en mi pecho. Lo alimenté. Recordé lo aprendido en el colegio:
Via láctea significa camino de leche en latín. La humildad del gesto. En este momento
mis sentidos desaparecen. Estoy sola en este secreto. El apoyo esperado no
tiene la profundidad de mis sentimientos. Ahora los actos no trascienden, sino
que son. La gente está más fuerte. La
gente ya no llora con la muerte. La gente ya no llora con la vida. Llegará el
equilibrio. Es una época de transición. Maduro mi experiencia. Lucho contra mis
debilidades. Me elogio.
Dos
criaturas competían por la inmortalidad. Una sería más fuerte que la otra. La
nodriza animal, la humillación confusa quizá no lo era tanto. Adentro, su consciencia
guardó esta anomalía en el baúl secreto de la inconsciencia. Esta diosa sería
el primer trauma de esos nacientes. Sí, ese conocimiento lo ha advertido en sus
miradas. El ojo explora, retiene. Ella lucha por desprenderse de esa
responsabilidad. Su niño y ese otro niño. Resopla. Necesita más agua con
azúcar. Está irritable. Quiere gritar a la otra madre este violento uso de su
cuerpo, este tabú antiguo. Dejar de pensar. El líquido brota sin pausa para acallar
el hambre. El instinto hace su trabajo con esas encías. Ella no quiere mirar a
los ojos a esa criatura ajena. No le pertenece. La leche fluye por su cuerpo enviando un poco de vida, de
su vida. Ella es alimento.
Existir es ser necesario para alguien.
Pasan
los días de reposo. Debe irse. La leche de su cuerpo es para su hijo. Viaja a su
casa. El trayecto le da serenidad. Niega su lactancia otra. No ocurrió.
Concebido.
Allá,
en una cuna, el niño agita sus brazos y
olfatea buscando la fragancia del pecho de una mujer que se bañará tres veces
para desprenderse de ese olor vástago. Hay una sala al lado con otros niños no
reclamados por sus deformidades. Reunidos por esa forzosa soledad, los destinos
cambian para uno y son breves para otros.
El
destino largo lo tomó aquél niño envuelto en el misterio de su origen. En esa
sala recibió un nombre, abrazos formales y una que otra palabra cariñosa. A los
meses sus documentos decían que estaba listo para ser adoptado. Encontró
refugio con los años. Fue amado. El descubrimiento de su origen lo intuyó en
aquella mujer que lo buscaba tratando de que no se notara. Cuando apareció de
frente en su vida adulta, dudó en cómo reaccionaría al oír la historia que
ningún niño desearía conocer nunca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario