No culpo a nadie por mi
situación. No quise estudiar. Fui consecuente. Acepté la primera oferta de
trabajo responsable. Justo ahí debí prestar atención a las señales. Mi trabajo
consistía en cargar y descargar cajas de un camión con una máquina y un carrito.
Eran viajes extenuantes. Dormía en el asiento al lado del chofer, uno distinto
cada vez. Medité mi suerte y mi soberbia no me permitió ver que fui flojo y
desordenado por mucho tiempo. A partir de esa rabia inútil aceptaría el hecho
que desencadenó mi presente.
Aparte
de mis viajes, había beneficios: comer gratis, conocer el país, conversar con
mucha gente, recibir regalos, sentirse libre. La oscuridad de la gente la vi de
noche y de día: robos, violencia, prostitución,
drogas, amores escondidos, hijos desparramados en pueblos perdidos, ciudades
diseñadas como fábricas para producir dinero a sus dueños, ciegos de mentira, indiferencia,
pobreza, silencio. Los dos extremos eran amigos y enemigos a la vez, en esa rara
ambigüedad donde lo malo a veces produce bien y lo que se cree bueno causa
enormes daños. Lo que más me llamó la atención fue el silencio. El silencio
servía bastante para sobrevivir. Vi horrores. Callé. Reconozco que me gustaba
pasar por simple, tonto, tímido o como quiera decirse. Había historias desgraciadas
en las confidencias de las vidas que compartí. Buscaban mi hermetismo para
contarme secretos. Indiferente. Para
mí lo importante era sobrevivir. Yo heredé tierra, pero no tenía dinero para trabajarla.
Ahorraría para construir una casa. Era mi meta. Y fue difícil, porque muchas
tentaciones aparecieron para desviarme de mis sueños. Un bajo salario alarga la
espera también.
La
flojera de mi adolescencia la pagué caro en mente y cuerpo. Primero, me derrotó
la rutina de ser adulto y trabajar. Quise ver mi labor como una aventura, pero
lamento tanto el dolor de mi cuerpo, de mi espalda, el cansancio, reventarme los dedos de los pies
con el peso de unas cajas, descuidar mi salud, andar hediondo por no poder
cambiarme ropa. Lo segundo es una carga que soporto con la fuerza de mis
brazos. Me esforcé en mis terapias e hice hartas pesas para mover mi cuerpo
hospedado en la silla de ruedas. Sólo puedo moverme del esternón hacia arriba.
No pasa mucho hacia abajo. He superado varias etapas. Me siento valiente. Fue
en el último viaje que hice. Dormí en la carrocería de un camión pequeño. El
chofer cerró la puerta. Me despertaría al cruzar el desierto. Era un largo viaje
de noche. Me eché sobre un colchón de espuma que había y me cubrí con una
frazada. Era una rutina que yo conocía. Desperté siete días después de un coma.
Usted sufrió un accidente. Estaba en
una camilla de lujo cuando recibí la noticia de mi inmovilidad perpetua. Se
había roto mi médula porque yo había rebotado como una pelota adentro del
camión. El médico me dijo que yo debía estar muerto con tanto traumatismo. No
le respondí. El seguro se encargaría de mí. Menos mal que tenía un contrato de
trabajo. Lloré, lo confieso, pero, más que por mi situación, fue por mis
sueños. Quería una familia, hogar, no quedarme solo. Yo soy perseverante. Así
la conocí.
La duda es enemiga de los sueños.
Ella apareció de repente. Yo
tenía una mujer que me cuidaba por expresa resolución del seguro. Pero no me
tincó. Quise dar un paseo. Fui a un parque cercano lleno de árboles. Allí
estaba ella. Al principio no la vi. Puedo mover un poquito la cabeza. Yo sólo
respiraba el aire sereno del día. Ella se acercó. Me contaría después que ese
día lo había tomado libre para pensar y estar sola. Se sentó al lado. Pensé que
era una loca. Se lo dije varias veces cuando fuimos pareja oficialmente. Bromeaba
y se reía conmigo. Ella, la loca de amor,
decía yo. Estaba sola como yo. En realidad nos gustamos de inmediato. Me dijo
que yo tenía sonrisa de galán. Sonreí coqueto. Me dieron ganas de estar con
ella. Se lo pedí después de muchas salidas. Había perdido mi movilidad, pero no
la vergüenza. «En
tu casa». Acepté. Lo había logrado. Y sucede
lo que sucede entre dos adultos, porque yo aún puedo tener relaciones sexuales
y estirar mis brazos para llegar donde la vida me mueva.
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