Caminaba la tortuga en medio
de las patas de la mesa. Se movía rápido, contradiciendo todas las metáforas sobre
su lentitud. Ella no podía medir el tiempo. Contemplaba la calma del lugar. En
realidad meditaba todo el tiempo, pero ese descubrimiento aparecería siglos
después en el entendimiento de la humanidad. Estaba caminando bajo una mesa en
medio de un matrimonio de ancianos. Los dos comían una sopa para soportar el
frío de la tarde. Yo los veía y no podía expresarlo, pero sentía el eco de su
vida en la energía que me regalaban cuando me tomaban en sus manos huesudas
para hablarme con cariño. Me dejaba querer como una hija feliz.
Yo percibía su alegría arrugada
y pensaba: ¿Dónde se iba su felicidad? ¿Dónde quedaban resguardados los hermosos
recuerdos de toda una vida? Y ahí se descubre mi naturaleza secreta: viajar por
los recuerdos de la existencia. Entonces medité para contemplar recuerdos con
el permiso divino. Vería el sentido de mi vida.
La mujer reía contenta.
Sonreía mucho. Yo la notaba con ganas de vivir y descubrí el espíritu de su
juventud atrapado en las ondas del tiempo. Vi a una joven con tantas ganas de
vivir. Vi su primer beso en la adolescencia de sus mariposas. Vi cómo una hermana
que nunca conoció fue echada a la selva por su apariencia reptil. Ella había
sido una sobreviviente, una elegida para ocupar el mundo y aprender a ser
fuerte, a pesar de ser la máxima expresión de la soledad humana. Le dolía más la
soledad que la muerte. Tomaría decisiones para cambiar su destino de mujer
abandonada a la mala suerte. Sacaría premio por su valentía.
El marido era un hombre
huraño. No le gustaba hablar. A veces quería entregar cariño, pero se sentía
débil, incapaz de controlar el desborde de su corazón. Vi que de niño aprendió
a ser silencioso y rabioso. Había luchado por ser más locuaz o atrevido, pero
su naturaleza fue la de ser un hombre indiferente, digámoslo bien: no le
importaba nada. Había tomado muchas decisiones porque sí, sin reflexionar, eso
le quitaba tiempo. Era solitario. Le costó encontrar mujer. Tenía ganas de ser
como los otros muchachos que fumaban y se mostraban conquistadores con cuanta
jovencita se les presentaba. No lo logró, pero conocería a la solitaria y única
mujer que tendría cerca de los treinta y siete años. Lo único que hizo fue
decirle:
- ¿Casémonos?
- Bueno. Veamos cómo nos
lleva la vida.
Esta
historia de amor se pone interesante. Puse atención a las líneas de tiempo del
amor.
Sigamos:
Los dos
quisieron aprender a amarse. Fue un proceso lento. Primero fueron unos besos
tímidos. Después fueron con deseo. Eran jóvenes y estaban aprendiendo.
Era como el colegio, pero aquí se podía repetir cualquier prueba hasta aprobar.
Eso de los besos y los abrazos terminó en una intimidad que, más que sexo,
buscaba descifrar el enigma del amor, de aprender, de saber cómo se ama, cómo
se juntan dos para amarse, etcétera. Ella era una chica rara. Él tenía un ahogo
en el pecho y no se liberaba de él. Pretendía, con sus manos ásperas,
comprender a esta mujer de mejillas suaves que le enterneció el vientre y el
corazón hasta ahora. Juntos aprenderían a quererse y a formar un hogar bonito
para procrear una familia grande. Con ganas, corazón y compañía, salen frutitos
todos los días.
El amor es la fuente de la paz y de la bondad.
Salté en el tiempo. Vi que
tuvieron dos hijas. Nacieron unidas, pero trabajaron arduamente por
conseguirles la operación que las separaría. Sufrieron tanto con las niñas. Al
principio –no lo dijeron, sino que lo pensaron- guardaron un silencio culpable.
Algo habían hecho mal, algo no estaba bien con ellos. Él salió a caminar por
ahí cuando me encontró. Me llevó a casa. No mentiré: metí bulla para que me
dejara ir, pero me rendí. Yo creo que me vieron como una metáfora de su
situación. Fui algo así como «la paciencia con patas». Quizá me vieron como un
signo útil. He pasado hartos años con ellos. La familia ha crecido. Quería
contar esto. En realidad la historia es larga, pero sólo quería decir que es
interesante ser la mascota añosa de esta casa. No cuento más porque las tortugas
y los ancianos estamos ocupados en asuntos que ustedes deben descubrir a su
tiempo.
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