Cocodrilo
Él convencía con sus
historias conmovedoras. Sus artimañas eran efectivos lenguajes de
persuasión. Dominaba conciencias. La miseria produce compasión
expiatoria en el alma humana. (Se cree con seguridad que una sola moneda compra y borra la culpa de las
maldades cometidas). También lloraba, derramando
lágrimas en el torrente del espectáculo.
Adivinaba sus presas. Su
lengua saboreaba deliciosa confianza. Sus dientes encajaban en los otros cuando
sonreía su oscura rapacidad. En la primera oportunidad, mordía el cuerpo
emocional de sus víctimas y las arrastraba hacia la muerte. Al terminar la embestida, se relajaba echado al sol.
Las emociones negativas son animales salvajes: a veces no se pueden
controlar.
Su oscuridad no le permitía razonar.
Rechazaba la vida. Un horrible subplano lo atraía para que habitara su
monstruosidad. Era su destino. Porque no tenía vuelta. Porque nada se podía
hacer con él.
…
La Vida contaba esta historia
delicadamente para no asustar a los más sensibles. Con sabiduría, cambiaba el
final según sus oyentes:
- Lo más honesto que podemos
hacer es reconocer nuestras imperfecciones y nuestra naturaleza fragmentaria.
¿No nos ponemos bajo un árbol frondoso cuando hace calor? Debemos aceptar que
necesitamos amparo y también entregar cuidados. Veremos otro final para esta
criatura:
«Ya no razonaba, sentía,
quería vivir. Se abrió su mente y fue enviado amor para colmarlo de virtud. Esta
cualidad lo elevó. Meditó el bien y regresó a su origen. Fue llamado hijo
recién nacido por la madre. Volvió a ser el hijo mimado de su padre».
El ojo interior buscó sabiduría y fue hallada.
- Este final me gusta más, porque se parece más a
mí - dijo la Vida.
Los oyentes suspiraron aliviados.
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