Mono
Él mono debía
dibujar un círculo en una pizarra. Fue premiado con una fruta por su respuesta.
Repitió el experimento mil veces para resolver las inquietudes de un
científico. El mono lo veía pensar, rascarse la cabeza, fruncir la boca, copiar
la gestualidad del animal que dominaba su razón.
Los años pasaban para el mono
sin ningún progreso. A escondidas, miraba por una ventana. Observaba los
árboles meciéndose. El científico envejecía. Su experimento continuaba. Vino la
prueba para el mono: dibujó un árbol. El científico, desconcertado, determinó
que no experimentaría más con monos que dibujaban árboles en vez de círculos. Aburrido y cansado, renunció a su
insistencia.
Es
difícil satisfacer los deseos de todos.
El
científico abrió la jaula de sus obsesiones. Liberó al animal. Su rebeldía
humilló a la ciencia. El discurso del loco no tiene validez, así que al hombre
lo despidieron por echar a perder años de investigación.
- Se ha
forzado la evolución de este animal. Esta
transgresión a las leyes de la naturaleza es inadmisible – declaró.
El mono
miró al científico desde las ramas de allá afuera (decir miró es una especulación sobre la inteligencia animal). Su escapatoria seguía un mapa susurrado
por el oxígeno de los árboles.
Allá adentro, el hombre dio
explicaciones geniales. Allá lejos, el mono bailaba en su libertad. Mono
y hombre fueron libres de ataduras forzosas e inútiles.
Una mañana
el científico despertó conmovido con un dibujo hecho en el vidrio de la ventana
que daba a su jardín. Salió a ver si era una broma. El hombre estuvo de pie
esperando un acontecimiento excepcional, un cambio, una revelación, un
descubrimiento, un signo. Experimentó esa agradable paz de saber que cada
elemento ocupaba el lugar adecuado en el mundo. Volvió a acostarse. La
explicación al dibujo es una muestra de que los monos imitan muy bien los
comportamientos humanos cuando quieren bromear y experimentar con la inteligencia.
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