Ballena
Ella creaba extraordinarios
sonidos musicales bajo el mar. Las notas viajaban por todas las partículas
universales. (¿Cómo hacía tan perfecto su canto?) La interpretación de esas
sobrecogedoras melodías repitieron desagradables imágenes de la memoria: muerte,
destrucción, cazadores, barcos carniceros. Cantó llorando. Las lágrimas
musicales lavaron los dolores de su padecimiento. Alivió sus emociones. Retomó
su canto con el ritmo de la esperanza. Vibró el mar.
- ¿Escuchas ese canto?
- Vamos. Llevo siete años
esperando esta novedad.
Un radar había sido asombrado
con esa conmoción. Cinco buzos se sumergieron para oír este talento marino.
Ella se asustó y emitió una alerta de peligro. Vio a los buzos y previó un
resultado espantoso. No. Ellos mostraron un gesto de calma y grabaron los
sonidos. Por varios minutos fueron devotos oyentes. Era un canto sensible y
vivificante de doscientos años de antigüedad.
Los talentos se desarrollan con dedicación.
«Hay acciones que sólo buscan
satisfacer placeres breves que no se parecen en nada al sueño de la felicidad
eterna. Todavía nadie quiere entender que la felicidad eterna sólo se puede
encontrar en un lugar donde no exista el tiempo.
En este mundo, el tiempo es
una cerradura para el pasado. El tiempo debe ser comprendido sabiamente como
parte de las tareas que elegimos antes de nacer. Seamos buenos y alegres. La
alegría es la clave para no sufrir con su presencia».
(Traducción).
- Cuando escucho la canción,
cierro los ojos. Cuando los abro, han pasado tres horas.
- Mmm…
- Créeme. La ballena
desapareció en la enormidad del mar. Años después la buscamos colocando la
misma melodía como anzuelo. Ella apareció y pasó de largo. Nos había enseñado
que los instantes únicos son eso: únicos. Pero sirvió para nuevas investigaciones
sobre el tiempo.
El paso del tiempo no
transcurre en esta aventura ni en la reflexión final del buzo.
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