Gato
Una pareja compra un hermoso
gato. El animal recibe las mejores atenciones. El gato queda solo. Saltando sobre
los muebles, quiebra un valioso florero. El gato huye por una ventana.
La
belleza es un valor perecible.
No era la posible violencia lo
que lo alejó de la pareja, sino la falta de armonía. Su energía estaba
alterada. Llevaba un collar que lo identificaba. Luchó por sacárselo durante
minutos agotadores. Yo lo miré en todo momento y sé que lo notó. (El destino está
lleno de agradables coincidencias). Una idea rondaba mi compasión y mi bondad. Un
hijo mío había caído en depresión. Escuché por ahí que los animales son una
gran terapia. Mis pensamientos fueron leídos. Busqué al gato y le confié mi
plan. Él se acercó a mí sin dudar. (Esos
momentos especiales despiertan una profunda comprensión de la vida).
El hombre triste se había
levantado recién. Eran las dos de la tarde. Ninguna emoción positiva iluminaba
su nebulosa oscuridad. (Esas nubes grises sí existen y resulta perturbador
verlas en las esquinas de las habitaciones). Estaba destruido por algunos recuerdos
que no debían ser escritos por nadie. Buscó la calma bebiendo un gran vaso de
agua. Dejó caer un montón de pastillas en su estómago. Se acurrucó en la
inconsciencia del cuerpo.
Una visita milagrosa abrió la
puerta con la llave que permitiría continuar la vida. También un gato mensajero
se coló en la casa y se dirigió hacia el hombre que agonizaba. El gato
ronroneó.
- ¡No!
Hospital.
Lavado de estómago.
Resucitación.
(-
¡No te desconectes de mí!).
Él se dejó apaciguar por las
caricias del perdón. Movió su cuerpo y alegró los ojos de su Padre. Su niño
triste deseaba vivir. El Padre tomó el gato y lo entregó al hijo. Le explicó
que un hombre no era un gato y que la creencia de las muchas vidas parecía más
una metáfora de la reencarnación para principiantes. Reencarnar es excepcional,
algo así como una en un millón. El hijo rio con la gracia de esa voz.
El gato escuchó reír al hombre y
resolvió su misión.
Dijo el hombre al gato una vez en casa:
- Gracias. Te llamaré Salvador.
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