Aventura

Literatura, naturaleza y emoción.

domingo, 24 de julio de 2016

El dominio de la ignorancia.


El dominio de la ignorancia



En la sala de niños enfermos un hombre discute con la enfermera. El tipo ha descuidado a su bebé y se le ha salido la aguja del suero del bracito del niño. Pero él discute, piensa que le están echando la culpa. Yo tengo recuerdos vagos de mi estadía al lado de ese niño, es como una vida pasada. A veces pienso en el destino de ese chico y lo imagino por ahí repitiendo las malas ideas de aquel hombre. Otras veces creo que uno progresa solo aunque nazca en las peores condiciones. Suele pasar eso. Y eso es una grandeza para el alma. A mí me acompañaba mi mamá sin necesidad de obligarla, porque en el hospital nadie estaba obligado a estar de guardia de una vida. Había enfermeras durante el día, pero ella prefería cuidarme como nadie lo haría. Yo recuerdo a ese niño que fui y siento que he madurado tanto desde que sobreviví a la fuerte gripe de ese recuerdo. Estoy vivo. Pocos hombres como yo han tenido la suerte de tener el amor más puro cerca. Y me sirvió mucho, porque ahora soy hijo y soy padre. Ese recuerdo no se va. Ese niño que nunca vi muy bien se me hizo eterno en la mente y nunca lo pude olvidar.

Me siento feliz. Mi hijo viene hacia mí. Siento su corazón saliendo de emoción en su sonrisa. Cuando nació, lo cuidé como tesoro, porque los años se me estaban haciendo cortos para entregar tanto amor. Le dediqué tiempo, lo contemplé e hice de él lo que mejor pude. La muerte vino. Perdí tempranamente a mamá. Pero estuvo calma esa pérdida, la acepté con humildad.

La vida tiene tanta hermosura, tiene música. Escucho a Liszt. Me conmueve. En mi memoria sigo viendo al niño que estuvo a mi lado hace más de cuarenta años. Pienso en él dónde está, cómo es, si es feliz. Y pienso que quizá ese niño me eligió para ser mi hijo y que yo, secretamente, quise ser su padre desde el principio.
- Hijo, en el amor está todo el poder del mundo -  le dije una vez, aunque no sé si comprendió.
...
Mi padre alcanzó los noventa y cinco años de edad cuando murió. Yo traía el recuerdo del cuarto donde nos vimos por primera vez. Pero no le dije nunca nada, porque me di cuenta de que él ya lo sabía desde siempre. Cuando conversé con mamá esto, ella ya estaba enterada, porque papá tenía todo claro desde antes de que la vida lo trajera al mundo.
Alik Handru, microcuentista chileno.

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