En memoria de Camus.
Encontré un poco extraño el día. Hacía calor, pero ese calor raro de
estos tiempos. Es el año 2016. Hay días en que ni me molesto en levantarme.
Sólo miro el cielo de mi ventana. Los marcos no me limitan, la puerta, sí. He
decidido hacer mis tareas lentas, para disfrutar el tiempo de cada gesto. Abrí
la ventana para limpiar el aire. Algunos pájaros volaban por el cielo grato.
Me levanté. Me bañé. Me peiné para conocer mi futuro. Salí contento
por la vida.
Era un día grato para caminar.
Era un día bueno para vivirlo.
En eso estaba cuando reconocí a mi buen amigo Albert. Le pregunté cómo
estaba. Me contó un problema o discusión con su hija. No entendí mucho, pero me
di cuenta de que él estaba tenso. Le conté un chiste para distraerlo. Él rió, pero aún estaba dominado por una rabia fuerte. Le dije que si lo acompañaba a
su casa, que podía llevarlo en mi automóvil. Me dijo que estaba ocupado. Se
fue.
Me sentí como una caricatura que camina silbando con esa música de orquesta
colorida y alegre.
En realidad sí era colorido.
Mi día fue una larga caminata. Fue sano. Volví tarde a casa. Me vi a
mí mismo acostado por días en mi cama. No había desorden. Había tranquilidad.
Volví a mi sueño. Cerré los ojos sin preocupaciones ni miedos. Dormí y desperté
sonriendo para continuar la historia feliz que estaba escribiendo.
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