Aventura

Literatura, naturaleza y emoción.

jueves, 14 de enero de 2016

De "Fábulas para animales como usted" 2: Lobo.

                Lobo

Invité a mi hijo al bosque. Le enseñaría a cazar lobos. (Aquella sangre salvaje no permitía la interpretación de los instintos). Las hojas de los árboles chocaron entre ellas con timidez. Yo no las escuchaba. No alteraría las circunstancias. El viento era frío, poderoso, calmo. Esa fuerza concedía paz a nuestra agitación. Los lobos girábamos en nuestro propio centro. El olor humano punzaba nuestro olfato animal.

Los mensajes del aire nos impulsaron. Caminamos. Acechábamos estrategias, posibilidades, peligros y triunfos. Habíamos convenido sacrificar al niño sin la lástima humana. Nuestra especie no conoce ese detalle. El cosmos estaba tenso. (Todos caminaban; todo se movía). Mi padre siguió unas huellas. Debí interpretarlas como presagios antiguos. Al llegar al final del rastro, unos lobos aullaron.
- Padre, hijo, estamos rodeados de ti. (Se oyó un cántico de duelo).

Los sonidos grises y rasgados ocultaron la claridad del bien. Abandonamos escondites y nos lanzamos sobre el hijo del cazador. No se vio el final.

La muerte no elimina el sufrimiento.
La muerte termina con algunos sufrimientos.

Meditó el padre en su vejez:

 - Mi dolor lo superé –dijo a sus propias lágrimas. Se comparaba a las bestias salvajes e intentó olvidar su humanidad para transformarse en una de ellas. El rencor le carcomía los huesos. Pero, más intensa que este resentimiento, era la espera de una vida mejor. Su hijo contemplaba esta resignación en su cielo casi perfecto, porque recién iba en el primero de siete.
Por Alik Handru, microcuentista chileno.

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