Cisne
Año 2002
Yo quería a esa mujer, pero no se pudo concretar. Entonces ella y yo teníamos catorce años y me dijo, sin preliminares, que quería quedarse conmigo. Yo no podía creerlo. Eran las primeras veces que sentía deseo y no quería parecer estúpido, pero igual quedé así. No le hablé por varios días y, cuando pude, quise decirle algo, pero elegí mentir.
Escogí un momento en que quedamos solos y le dije:
-No puedo.
Es que ella era todo lo femenino que había en el mundo. Era delicada y nunca la vi vulgar como a otras chicas de la escuela. Yo me quedé impresionado y no puede decirle nada que pudiera hacerla feliz. Pero ella tampoco. Los días pasaron y los años nos fueron alejando. Mi verdad es que me dio miedo soñar con ella. Yo ya había conocido otras chicas y ella me parecía intocable. Mi corazón se llenó de tristeza y no pude entender todo lo que mi mente quería decirme. Ella despertó el amor en mí y nunca dejé de sentirlo ni de extrañarla como alguien que siempre debería estar ahí junto a uno.
Año 2012
Estuve por la vida teniendo relaciones serias, pero mi naturaleza no me daba paciencia y terminaba pronto. Conocí el amor sincero, pero nunca me sentí satisfecho. De ahí uno madura y se va dando cuenta de que las relaciones amorosas nunca son perfectas y la desdicha puede hacer que se terminen rápidamente. Como prueba de ello, tuve un intento de matrimonio y luego conocí a otra mujer devota que hubiera ido al fin del mundo conmigo; era delicada en presencia, pero una furia decidida a ser feliz y a disfrutar la vida. Cuando me sentí insatisfecho otra vez, terminé la relación y procedí a volverme loco y a salir con muchas mujeres, porque no quería nada serio para no tener que hacerme responsable de nadie. Quería ser libre. Mentira: quería un amor que extrañaba todo el tiempo. Después de tanta locura salvaje pensé que no me merecía ni una pizca de amor.
Año 2022
He vuelto a encontrarme a la chica de mi colegio y me pidió que tuviéramos un hijo. Era por la edad más que nada, me dijo. No quería dinero ni responsabilidad. Fue a verme sólo para decirme eso. Ella me quedó mirando sin ningún perturbación. Yo quedé atónito. Me sentí cobarde, pero como ella fue tan atrevida como en la adolescencia, le dije que sí para demostrar que era valiente. Eso sí fue trascendente y bonito. Quedamos de juntarnos en un hotel. Allí ella me vendó los ojos, tomó otra venda para ella y ocurrió el milagro. La amé, la besé, la abracé y luego estuvimos frente a frente sin hablar por harto tiempo. Yo ya había recibido propuestas de dos mujeres para embarazarlas y quedaron de llamarme si la vida las dejaba solas sin hijos antes de los cuarenta, pero después vi por las redes sociales que ya estaban en paz con hijos y esposos gordos, felices todos. Fueron historias con final soñado. Con una petición delicada ella me pidió que me fuera. Luego de vestirme, salí del cuarto del hotel sin mirar atrás. No nos miramos a la cara esa vez. Ella me lo había pedido después de una larga conversación llena de pactos de confianza. Nunca se me ha ido el recuerdo del aroma de su cuerpo ni la suavidad de esa piel.
Año 2032
No he dejado de visitar al niño. Es lo que esperábamos. Hoy celebramos su cumpleaños comiendo lo que él quiso. Cuando preguntó por qué no estábamos la madre y yo juntos, le conté la historia que acordamos el día del hotel: fue una aventura, no nos dio para más y no había amor suficiente para seguir. Punto. Lo miro y me intimida qué el haga preguntas como si fuera un abuelo viejo. Así son los niños ahora. Ella no me pregunta nada. Sé que me quiere y no quiero decirle nada. No puedo dejar de mirarla y, cuando cruzamos las miradas, comprendemos que ambos nos queremos, pero que no vamos a estar juntos. A mí me daría miedo lastimarla. Y ella -creo- sabe que no puede obligarme a nada. El niño es una dulzura y se nota que va a ser un buen hombre. Hay veces en que conversamos largo de muchos temas, pero no de amor. Entonces me siento en paz. Cada vez que puedo veo a mi hijo, salgo con él, lo consiento y le doy consejos. Lo escucho harto. Al devolverlo con su madre, me cuesta irme. Muchas veces me quedo mirándola largo rato hasta que me vence el recuerdo de mis obligaciones del día.
Año 2042
Yo conseguí mi propia felicidad también. Tuve dos niñas y son unas bellas mujeres ahora. Me esforcé en amar. Quería tener seguridad y sentirme sin ataduras. Pero valió la pena esta nueva vida. Mi mujer -nos casamos para asegurar el futuro- es muy cariñosa, buena mamá y nunca está nerviosa ni pasa por estados de angustia. Ella me hace bien. Es como una medicina. Hasta dejé de fumar de tanta tranquilidad con la que vivo. Entendí que la soledad es válida para algunos, pero a mí me gustaba luchar por algo y ahora lo tengo. Todo es cuestionable, lo sé. Por eso somos individuos y mentes únicas. Me gusta estar en el lugar que estoy. Siento el amor en el alma. Y confieso que mi mujer se parece mucho a la mujer de mi adolescencia. Qué sorprendente es la vida.
Año 2052
Mi primera mujer amada fue ella. Nunca dejé de quererla. Mi amor evolucionó a devoción. Mi primer hijo, otro que tuvo ella y las niñas, se llevan bien. Peleé harto por esa cercanía y para que comprendieran que había que aceptarse. Mi mujer recibió la misma historia de mi hijo. Una mentira blanca no daña a nadie, pero, muchos años después, igual la conté entera y lloré mucho. La historia hirió a todos. Me odiaron un buen rato. Me costó ser perdonado y volví a la soledad como una especie de castigo. No sé si vale la pena ser sincero siempre. No todos están preparados para la verdad. Por eso que asumí las consecuencias: el silencio incómodo, la desconfianza y la conversación privada que vino a hacer la chica de mis días con mi mujer cuando decidí irme de la casa un tiempo para evitar más problemas. De todas formas, yo sentía que ambas se parecían en su forma de ver las cosas y que podrían resolverse sin dolor. Semanas después, cuando regresé a casa no hice preguntas de esa conversación. Tampoco quiero saber. Me bastó con la paz que tuvimos todos. Agradecí todo sin decir nada.
…
Somos una familia moderna. La madre de mi primer hijo tuvo su historia de amor: un hombre risueño y que noto que la hace feliz, porque se sonríen y ese es el mejor signo de que una relación es buena. Yo y mi esposa los recibimos unas dos veces al año. Los hijos se divierten solos; tienen que disfrutar su juventud y pasarla bien. Me gusta verlos reír y que se sientan cercanos. Yo creo que uno igual manipula mucho la vida cuando quiere ser feliz. Y no les voy a mentir: siento un amor único por aquella chica que siempre está en mi mente. No me la puedo sacar de la cabeza. Yo creo que a todos les ha pasado esa gran pena de querer y no poder. Pero uno bloquea fuertemente ese pensamiento y lo libera en la soledad de la melancolía que nos deja la vejez. Me gusta verla de vez en cuando a escondidas para simplemente conversar. No nos hemos tocado ni una sola vez desde el hotel, pero esa cercanía es todo lo que necesito. Cuando ya todo termina, vuelvo a casa un poco más tranquilo. Un poco con cara de infiel, pero no digo nada. Cuando se respetan los límites nadie sale dañado. Pueden pensar en que quizá algo pase, pero no. Eso no está en ningún plan.
Sin amor no hay vida ni muerte feliz.
Año 2062
Yo sentí un frío terrible. Aún no podía creer que murió. Yo estuve largos años aceptando quedarme sola. Tuve este hijo y después, con mi marido, tuvimos otro, porque no iba a dejarlo divertirse solito. Mi pareja es un tipo lindo. Podemos ser muy aburridos los dos, pero acepto esta tranquilidad sincera. Yo amé a aquel hombre que conocí a los catorce años y acepté la derrota con inteligencia. Me gustaba sentir la vida maravillosa imaginando un amor bonito con él. Como no pudo ser, armé mi propio camino. No iba a quedarme sola de por vida. Yo no insistí en nada. Las cosas resultan o no y pude adorar de lejos y en mis pensamientos a ese tipo que no iba a estar conmigo nunca. Fue un amor idealizado y no correspondido y eso me dio fuerzas e ideas para evitar muchos errores en busca del amor perfecto. Me tenía que dar un vida también: de santas no es esta tierra. A veces, hablar de amor siempre hace sentir bien
Estuve por largos años sola. Estaba acostumbrada a cumplir mis metas y luchaba sin pudor por ellas. No me dio vergüenza lo de pedir un hijo. Sólo tuve miedo de no cumplir ese sueño. Suena vulgar, pero me inspiré en una historia de una señora que hizo lo mismo y que ni siquiera contó quién era el padre, yéndose con el secreto a la tumba. Con el tiempo una se da cuenta de que en esta batalla por la maternidad hay más mujeres en la misma situación. Después encontré a mi marido y me acomodé a su cuerpo y a sus abrazos y tuvimos un hijo. Le conté todo sin miedo a perderlo y le dio igual y ¡por Dios que me relajé! Tenía miedo, pero arriesgué todo para no vivir con la angustia por mi sensación de culpa. Con él supe que la vida te da oportunidades. De todas maneras, me sentía como una bruta insensible. A veces me siento culpable y otras no. En fin, Dios sabe que, por lo menos, actué con conciencia.
Ahora se ha ido y me quedo con una sensación de duelo muy rara. Ya conozco los preparativos y los dejo a los niños. En este momento hay un silencio profundo en esta casa. No quiero ruido. El dolor igual es fuerte y tranquilo a la vez. Me quedo llorando en la intimidad de mi cuarto. No quiero que me vean. Quiero sufrir sola, porque aún en mi cabeza hay pensamientos sensibles que me reservo para no causar daño. Es emocionante la vida. Pero una vida bien vivida es hermosa de todas maneras. Lloraré por todo lo que fue y lo que pudo ser. Estoy vacía. El amor bonito no se olvida.
Vienen días tristes. Espero ser fuerte para evitarla en mí, en los demás y en los que vienen. Debo soportar, debo seguir viviendo.
…
Ojalá les haya gustado mi historia.
Y recuerden que cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.