Aventura

Literatura, naturaleza y emoción.

domingo, 28 de octubre de 2018

Formas de sentirse podrida




Formas de sentirse podrida

Me llamaron por el apellido de mi padre en la escuela. En ese entonces yo no lo quería tener junto con mi nombre. No sé si fue bueno decirlo, pero hubo una tarea de la profesora y le dije que no me llamara por mi apellido paterno. Le dije. Le conté lo que pude ser.

Fue liviana la confesión del secreto, porque yo me sentí fuerte para decirlo: 

- Mi padre biológico, profesora, quería que mi mamá me abortara y por eso yo no lo quiero en mi vida ni en mi nombre. En nada.

Ella me miró y no dijo nada, porque quizá no era bueno que una niña como yo contara esa penosa historia que casi estoy segura que fue por pura vanidad de víctima, como si sufrir hubiese sido algo que sólo yo viví. Quizá era el momento de soltarlo, como una venganza que no alcanzaba para violentar a nadie. Supuse que la vida me haría pagar esa cruel verdad dicha a todo un grupo de niños que apenas alcanzaba los trece años. Estaba fomentando el odio a alguien que ni siquiera conocían, pero, en el fondo de mi corazón, deseaba su completa destrucción.

Al terminar mi tarea, que era hacer una biografía personal entre dos compañeros, me sentí cansada y vacía. Soltar ese trauma de un recuerdo tan terrible me dejó desanimada. Mamá me confesó esa verdad. No estuvo bien hecho, hay que asumirlo. Crecí con ese rencor. Pudo haberme mentido. Con el tiempo, me hizo mal y tuve crisis de llanto que oculté hasta mis últimos días. A nadie le servía una llorona. No tuve padre. No lo nombré. No dejé que me encontrara. Y como si la memoria se apiadara de mí, se me olvidó que existía. Esos fueron muchos años.

- Perdona por haberte contado eso - lamentó mi madre antes de morir.
- Está bien...tranquila.

La miré profundo a los ojos. No supe qué decirle. Creo que la perdoné de algún modo, porque a pesar de estar destinada al sacrificio, ella me rescató. Pero, en el escondite privado de mis llantos, me sentía podrida y me quedé pensando todo el día si todo lo que se sufre deja de doler en la otra vida. 

Alik Handru, microcuentista chileno.
































Leería hasta el final.